El evangelio de este domingo 11 de agosto ha dado pie al Papa Francisco para hablar de la rigidez y lo preconcebido que nos impide abrirnos libre y audazmente a la voz de Dios y sus enseñanzas.
El Evangelio es claro: Jesús decía "soy el pan bajado del Cielo", decía cosas muy asombrosas sobre sí mismo. Y los judíos que le rodeaban quedaban estupefactos porque no encajaba con lo que cabía esperar.
“Los judíos murmuraban contra Jesús porque había dicho: "Yo soy el pan que descendió del cielo". Y decían: "¿No es éste Jesús, el hijo de José? Conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo, pues, puede decir: He bajado del cielo?" (Jn 6,41-42)”
El Papa apuntó en su comentario antes del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico que parte del bloqueo de los judíos venía porque no creían que Dios pudiera manifestarse a través de gente sencilla y común.
"Están bloqueados, en su fe, por el prejuicio hacia su origen humilde y también bloqueados por la presunción, por tanto, de no tener nada que aprender de Él", detalló el Papa Francisco.
Luego lo aplicó a nuestra situación como creyentes: "Preconceptos y presunciones, ¡cuánto daño nos hacen! Impiden un diálogo sincero, un acercamiento entre hermanos... Cuidado con los prejuicios y las presunciones. Tienen sus patrones rígidos y no hay lugar en sus corazones para lo que no cabe en ellos, para lo que no pueden catalogar y archivar en los estantes polvorientos de sus valores".
En vez de investigar, sólo buscaban confirmar lo que ya pensaban
En el caso de aquellos judíos había elementos añadidos: por un lado, conocían la ley de Dios y cumplían sus preceptos. Por otro lado, veían los milagros realizados por Jesús.
Y pese a todo eso, no conseguían reconocer al Mesías en Jesús.
El Papa piensa que su ceguera se debe a que llevaban a cabo sus prácticas religiosas "no tanto para escuchar al Señor, sino para encontrar en ellas la confirmación de lo que piensan. Están cerrados a la Palabra del Señor y buscan la confirmación de sus pensamientos".
El Papa señala que aquellos judíos hablaban entre ellos escandalizados, pero "no piden explicaciones a Jesús, más que intentar comprender, se encierran en su incredulidad".
Abrirnos sinceramente a escuchar a Dios
El Papa avisa: en nuestra vida de fe y oración podría pasarnos lo mismo, podría pasarnos que en vez de escuchar de verdad a Dios, sólo busquemos de Él y de los demás la confirmación de lo que ya pensamos, la confirmación de nuestras creencias, de nuestros juicios, que son pre-juicios.
"La fe y la oración, cuando son verdaderas, abren la mente y el corazón, no los cierran", avisa el Papa.
Preguntémonos, pues, concluye el Papa, si somos capaces de escuchar verdaderamente a Dios y "acoger su voz" más allá de patrones y miedos.
Recordando Hiroshima y Nagasaki
Tras su reflexión del Evangelio, y después de rezar el Ángelus, el Papa recordó el aniversario del trágico bombardeo norteamericano, con bombas atómicas, de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, que sumaron 220.000 víctimas mortales, casi todas civiles desarmados, en agosto en 1945. El Papa Francisco, en su viaje a Japón de 2019, pudo visitar el memorial que recuerda este evento.
"Mientras seguimos encomendando al Señor a las víctimas de aquellos acontecimientos y de todas las guerras, renovamos nuestra intensa oración por la paz, especialmente por los atormentados Ucrania, Oriente Medio, Palestina, Israel, Sudán y Myanmar", fue enumerando el Pontífice. También mencionó a los 62 pasajeros y tripulantes que murieron instantáneamente en el accidente ocurrido el 9 de agosto, en el estado de Sao Paulo.
Y, finalmente, recordó que este domingo se celebra la fiesta de Santa Clara de Asís y saludó con afecto a todas las religiosas clarisas, en particular a las de Vallegloria, dijo, con quienes "me une una hermosa amistad".
Se trata del monasterio de Spello, en Umbría, que el Papa visitó en 2019 y 2021, en el marco de sus visitas a Asís. En sus saludos a peregrinos saludó a los chicos del seminario menor de Bérgamo, que llegaron a Roma a pie desde Asís, después de una peregrinación de varios días de camino. “¿Estáis cansados?”, preguntó el Pontífice. “Nooooo”, gritaron los chicos a coro.