La oración de alabanza ha sido el tema de la catequesis del Papa Francisco en este miércoles 13 de enero, predicada desde la Biblioteca apostólica como en anteriores ocasiones a causa del coronavirus.
La alabanza es alabar y ensalzar a Dios, con palabras y gestos, por lo que Él es, y a veces también por lo que Él hace.
Francisco empezó con un ejemplo de los Evangelios. Su primo y amigo Juan Bautista, desde su prisión en la fortaleza de Maqueronte, parece dudar de sus anuncios y profecías y le hace llegar a Jesús una pregunta: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?».
Entonces, el evangelista Mateo relata algo que el Papa califica de "sorprendente". Jesús no se queja de Juan ni de la situación de Juan sino que eleva un himno de júbilo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños».
Alabar a Dios por lo que es y por lo que hace
Según Francisco, en plena crisis para muchos, Jesús se pone a alabar al Padre. Lo alaba “por lo que es”, por ser “Señor del cielo y de la tierra”. “De esta experiencia de sentirse ‘hijo del Altísimo’ brota la alabanza”, detalla el Papa.
Y después Jesús alaba al Papa por una acción concreta: la sabiduría que ha dado a los pequeños. El mismo Jesús ha visto en los pueblos que los “sabios” y los “inteligentes” permanecen desconfiados y cerrados, hacen cálculos, mientras que los “pequeños” se abren y acogen el mensaje.
“También nosotros – continuó el Papa – debemos alegrarnos y alabar a Dios porque las personas humildes y sencillas acogen el Evangelio”. En el futuro del mundo y “en las esperanzas de la Iglesia están siempre los pequeños”, afirmó.
Son “aquellos que no se consideran mejores que los otros, que son conscientes de los propios límites y de los propios pecados, que no quieren dominar sobre los otros”. Se reconocen “todos hermanos”.
La alabanza nos permite mirar más allá de nuestros fracasos
Por eso la oración de Jesús en ese momento de “aparente fracaso”, conduce “también a nosotros, lectores del Evangelio, a juzgar de forma diferente nuestras derrotas personales, a juzgar de manera diferente las situaciones en las que no vemos clara la presencia y la acción de Dios, cuando parece que el mal prevalece y no hay forma de detenerlo”.
Después el Papa recordó “un texto de la liturgia eucarística que invita a rezar a Dios de esta manera: «Aunque no necesitas nuestra alabanza, tú inspiras en nosotros que te demos gracias, para que las bendiciones que te ofrecemos nos ayuden en el camino de la salvación por Cristo, Señor nuestro»".
Y “la oración de alabanza nos sirve a nosotros”, porque, tal como la define el Catecismo, la oración de alabanza es una participación «en la bienaventuranza de los corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la gloria».
Así, “debe ser practicada no solo cuando la vida nos colma de felicidad, sino sobre todo en los momentos difíciles, en los momentos oscuros, cuando el camino sube cuesta arriba”.
El Papa comparó la alabanza a respirar oxígeno puro: "te purifica el alma, te hace mirar más allá, no quedas encerrado en el difícil y oscuro momento de las dificultades".
El ejemplo de Francisco de Asís: alababa en las dificultades
El Pontífice puso otro ejemplo de santo anclado en la alabanza: Francisco de Asís. Su “Cántico de las criaturas”, lleno de alabanzas, no lo compuso en un momento de alegría o bienestar si rodeado de dificultades. Estaba ya “casi ciego”, sentía en su alma “una soledad que nunca antes había sentido”, veía que el mundo no había mejorado mucho pese a su vida de predicación y notaba que se acercaban “los pasos de la muerte”. En ese momento que podría ser de “desilusión extrema” y de “percepción del propio fracaso”, Francisco de Asís rezó alabando al Señor: 'Loado seas, mi Señor...'".
Así, con los ejemplos de Jesús y de los santos que rezan alabando, también en momentos duros, se abre "un camino muy grande hacia el Señor y nos purifican siempre. La alabanza siempre purifica", insistió.
La base de la alabanza: que Dios está cerca y su amor no falla
La alabanza se basa, además, en que "Dios es el Amigo fiel y su amor nunca falla. Siempre Él está a nuestro lado, Él nos espera siempre". Recordando a alguien que solía decir que Dios "es el centinela que está cerca de ti y te hace avanzar con seguridad", el Sumo Pontífice alentó a que, en los momentos difíciles y oscuros, “tengamos el coraje” de decir: "Bendito eres, oh Señor". "Alabar al Señor... esto nos hará mucho bien", resumió al final.