A la finalización del Angelus de este domingo, el Papa Francisco recordó que el viernes se celebrararon la memoria litúrgica de Santa Josefina Bakhita (1869-1947) y la Jornada Mundial contra la Trata de Personas, por lo cual hizo "un llamamiento especial a los gobiernos para que aborden con decisión las causas de este flagelo y protejan a las víctimas".
Luego dirigió una oración a esta religiosa sudanesa con nacionalidad italiana, antigua esclava revendida varias veces siendo niña, canonizada en el año 2000. Se había repartido a los presentes una estampa con su imagen y la plegaria que el Papa rezó junto con todos los presentes:
“Santa Josefina Bakhita, de niña fuiste vendida como esclava y tuviste que enfrentar dificultades y sufrimientos indecibles. Una vez liberada de tu esclavitud física, encontraste la verdadera redención en el encuentro con Cristo y su Iglesia. Santa Josefina Bakhita, ayuda a todos los que están atrapados en la esclavitud. En su nombre, intercede ante el Dios de la misericordia, para que se rompan las cadenas de su cautiverio. Que Dios libere a todos aquellos que han sido amenazados, heridos o maltratados por la trata y por el tráfico de seres humanos. Lleva alivio a aquellos que sobreviven a esta esclavitud y enséñales a ver a Jesús como un modelo de fe y esperanza, para que puedan sanar sus heridas. Te suplicamos que reces e intercedas por todos nosotros: para que no caigamos en la indiferencia, para abramos los ojos y podamos mirar las miserias y las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de su dignidad y libertad y escuchar su grito de ayuda. Amén”.
Antes de esta oración, en las palabras que preceden al Angelus donde el pontífice comenta el Evangelio del día, Francisco evocó la respuesta de fe de los apóstoles cuando echaron las redes para pescar, tras una noche sin coger nada, solo confiando en las palabras de Jesucristo: "Es la respuesta de fe, que también nosotros estamos llamados a dar; es la actitud de disponibilidad que el Señor pide a todos sus discípulos, especialmente a los que tienen tareas de responsabilidad en la Iglesia”.
Esa disponibilidad es para "ser testigos de la bondad y de la misericordia" y "da un nuevo sentido a nuestra existencia, que a menudo corre el riesgo de aplastarse sobre sí misma”. Como Pedro, también nosotros “podemos quedarnos sorprendidos y titubeantes ante la llamada que nos dirige el Divino Maestro, y nos sentimos tentados a rechazarla por nuestra inadecuación”. Pero "Dios, si confiamos en Él, nos libera de nuestro pecado y nos abre un nuevo horizonte: colaborar en su misión”.