Este miércoles el Papa Francisco ha continuado su ciclo de catequesis sobre el celo apostólico, tomando como ejemplo y modelo al médico y beato venezolano José Gregorio Hernández Cisneros (1864-1919, beatificado en 2021, lea aquí el milagro que lo facilitó), a quien alabó por su celo sirviendo a pobres y enfermos.
Estas catequesis sobre el celo apostólico proponen, dijo el Papa, "el ardor interior para llevar a cabo el Evangelio". Eso implica un compromiso concreto en la sociedad, especialmente con los débiles y pobres.
El beato José Gregorio, "médico de los pobres"
El papa recordó que ya en vida, en Venezuela llamaban al doctor José Gregorio "santo del pueblo", "apóstol de la caridad", "misionero de la esperanza"... "Bonitos nombres, ¿eh?", comentó el Pontífice.
Murió atropellado por un coche mientras iba por la carretera para llevar medicinas a un enfermo.
El Papa destacó que aprendió su fe en casa, "desde la cuna", y volvió a agradecer (como ha hecho a menudo) el papel de las madres que transmiten la fe "en dialecto", es decir, "con el lenguaje de las madres, ese dialecto que las madres saben hablar con sus hijos".
José Gregorio fue, dijo el Papa, "persona buena y solar, de carácter alegre", dotado de "una marcada inteligencia", profesor universitario y científico, "un médico cercano a los más débiles". "En los pobres, los enfermos, los emigrantes, los que sufren, José Gregorio vio a Jesús. Y el éxito que nunca buscó en el mundo lo recibió, y lo sigue recibiendo, de la gente..."
El Papa destacó que al médico venezolano le movía un "fuego interior" y un "deseo de vivir al servicio de Dios y del prójimo". En varias ocasiones trató de entrar en el seminario o en vida religiosa, pero problemas de salud se lo impidieron.
No se cerró en sí mismo, sino que se volcó en los enfermos. "El celo apostólico es esto", dijo el Papa, no seguir "las propias aspiraciones", sino estar disponible "a los designios de Dios". En su "camino de interioridad", el médico llegó a ver la medicina "como un sacerdocio: el sacerdocio del dolor humano".
José Gregorio se sabía necesitado de la gracia de Dios. El Papa citó una frase que escribió este médico: "Si hay buenos y malos en el mundo, los malos están ahí porque ellos mismos se han hecho malos: pero los buenos son tales con la ayuda de Dios". Su "fuerza" era la oración, "la intimidad con Dios".
En 1919, un amigo lo encontró muy contento, porque había llegado el final de la Primera Guerra Mundial. Él había rezado por la paz y había ofrecido a Dios su vida por ello. "Su oferta ha sido aceptada, y es como si presintiera que su tarea en la tierra ha terminado", dijo el Papa. "Aquella mañana, llevando medicinas a un enfermo, mientras cruzaba la calle, fue atropellado por un vehículo; llevado al hospital, murió pronunciando el nombre de la Virgen".
Menos quejarse y más trabajar
El Papa pidió menos palabras y quejas y más acciones concretas. "Muchos hablan, muchos hablan mal, muchos critican y dicen que todo va mal", pero, dijo, pocos de éstos se comprometen en las "grandes cuestiones sociales, económicas y políticas de hoy".
El cristiano, dijo, está llamado a "ensuciarse las manos", rezando y dedicándose a "promover el bien, a construir la paz y la justicia en la verdad", sin perder el tiempo "en la cháchara" porque "¡la cháchara es una plaga!". Y concluyó: "También esto es celo apostólico, es anuncio del Evangelio, es bienaventuranza cristiana: bienaventurados los pacificadores".
Orar por Libia, Marruecos y Ucrania
Al final de la audiencia general, el Papa animó a orar por Libia, golpeada por graves inundaciones, y Marruecos, que aún rescata cadáveres bajo las ruinas del gran terremoto.
Habló de "las poblaciones de Libia duramente golpeadas por las violentas lluvias que han provocado inundaciones y riadas, causando numerosos muertos y heridos, así como cuantiosos daños", y pidió orar por los que han perdido la vida, por sus familias y por los desplazados. "Que no falte nuestra solidaridad con estos hermanos y hermanas tan probados por esta calamidad", añadió.
Mencionó además "al noble pueblo marroquí", afectado por el terremoto del 8 de septiembre. "Rezamos por Marruecos, rezamos por sus habitantes. Que el Señor les dé la fuerza para recuperarse, para reponerse después de esta terrible 'insidia' que ha pasado", fueron las palabras de Francisco.
Animó también a seguir rezando por la paz en el mundo, "especialmente en la martirizada Ucrania, cuyo sufrimiento está siempre presente en nuestra mente y en nuestro corazón".
Saludó a los peregrinos polacos mencionando al arzobispo de Przemyśl, Adam Szal, que ha llegado a Roma con reliquias de la familia Ulma, mártires recién beatificados en Polonia. "Que esta familia de beatos sea para ustedes y para las familias polacas un modelo de devoción al Sagrado Corazón de Jesús, cuya imagen, que bendeciré hoy, llevarán en peregrinación a su archidiócesis".
Y finalizó con una exhortación a los fieles en lengua alemana: "No permanezcamos como espectadores sino comprometámonos activamente por un mundo más justo y más pacífico, cada uno según las propias posibilidades y fuerzas".