El Papa Francisco, que tomó su nombre de San Francisco de Asís, considerado el creador del belén o pesebre navideño, ha dedicado su catequesis de la audiencia pública del miércoles a la Navidad y la simbología del pesebre.
Para el Papa Francisco, el pesebre, con su austeridad e intimidad, contrasta con el frenesí materialista de regalos y distracciones que impiden centrarse en lo esencial, que es el Niño Dios, con su cercanía y ternura.
El Papa en 2019 ya promulgó la carta Admirabile Signum sobre el valor y significado del belén.
El Papa pidió recordar que las personas van antes que las cosas, y que así debería ser en nuestras vidas y también en nuestras fiestas navideñas.
Ante los peregrinos en el Aula Pablo VI, animó a salir de la vorágine consumista y superficial y pidió buscar la cercanía de Dios de manera concreta.
Recordó que se cumplen 800 años desde que San Francisco realizara en Greccio el primer belén, para suscitar asombro en todos los que contemplaran la pobreza del Niño Dios y sus privaciones en la gruta de Belén.
Partir del asombro ante el Niño y su pobreza
El Papa aprecia que es el estupor, "es el asombro ante el pesebre, lo más importante".
"Si los cristianos miramos el pesebre como algo bello, como algo histórico, incluso religioso, y rezamos, esto no basta. Ante el misterio de la encarnación del Verbo, ante el nacimiento de Jesús, necesitamos esta actitud religiosa de asombro. Si yo ante los misterios no llego a este asombro, mi fe es simplemente superficial; una fe ‘informática’", advirtió.
El belén, dice Francisco, nació como "escuela de sobriedad". Por desgracia, se pierde esa escuela si estamos "inmersos en un consumismo que corroe su sentido, el consumismo de la Navidad".
"Ese frenesí por ir de compras", que lleva la atención hacia otra parte, quita sobriedad a la Navidad y nos roba "espacio interior para el asombro". Ocupa su sitio una fiesta superficial y vacía.
"El belén nace para reconducirnos a lo que realmente es importante: a Dios, que viene a habitar entre nosotros. Por eso es importante mirar el pesebre, porque nos ayuda a entender que es lo que cuenta y las relaciones sociales de Jesús, José y María y los seres queridos, los pastores. Las personas antes que las cosas. Y tantas veces ponemos a las cosas antes que a las personas..."
La alegría es más profunda que la mera diversión
El pesebre, dijo, deja ver la alegría, que es algo distinto a la diversión. Aunque la sana diversión no es mala y es humana, la alegría es más profunda, detalló el Papa Francisco.
"A veces existe la tentación de divertirse sin alegría; de divertirse haciendo ruido, pero la alegría no está ahí. Es un poco como la figura del payaso, que ríe, hace reír, pero el corazón está triste. La alegría es la raíz de la buena diversión navideña", añadió.
Esa alegría llega al tocar "la cercanía de Jesús, la ternura de Dios", que no deja solo, sino que consuela.
"Cercanía, ternura y compasión, éstas son las tres actitudes de Dios. Y mirando el pesebre, rezando ante el pesebre, podemos sentir estas cosas del Señor que nos ayudan en nuestra vida cotidiana", exhortó.
Comparó el pesebre y los belenes con "un Evangelio vivo, un Evangelio doméstico", y también con la Biblia. "Si, ante el pesebre, confiamos a Jesús lo que más apreciamos, también nosotros experimentaremos ‘una alegría muy grande’, una alegría que proviene precisamente de la contemplación, del espíritu de asombro con el que voy a contemplar estos misterios. Vayamos ante el pesebre. Que cada uno contemple y que deje que el corazón sienta", exhortó.