Durante la Audiencia General, el Papa Francisco quiso recordar la visita que realizó el pasado fin de semana a Rumanía, país en el que “la mayoría de los fieles pertenece a la Iglesia Ortodoxa; y la comunidad católica, tanto griega como latina, es viva y activa. La unidad entre todos los cristianos, aun no siendo plena, se basa en el único bautismo y está sellada por el sufrimiento y la sangre derramada durante la persecución bajo un régimen ateo”.
De este modo, durante su catequesis quiso dar las gracias a todos aquellos que pudieron “permitir que el Sucesor de Pedro regrese a ese país, veinte años después de la visita de San Juan Pablo II”.
"La necesidad de caminar juntos"
“Los diversos encuentros pusieron de relieve el valor y la necesidad de caminar juntos, tanto entre cristianos, en el plano de la fe y de la caridad, como entre ciudadanos, en el plano del compromiso civil”, explicó el Papa a los miles de fieles presentes en la Plaza de San Pedro.
Asimismo, el Santo Padre resaltó el cordial encuentro sostenido con el Patriarca y el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rumana, en el cual reafirmó la voluntad de la Iglesia Católica de caminar juntos en una memoria reconciliada y hacia una unidad más plena, que el mismo pueblo rumano invocó proféticamente durante la visita de San Juan Pablo II. “Esta importante dimensión ecuménica del viaje – precisó el Papa – culminó con la solemne Oración del Padre Nuestro dentro de la nueva, imponente catedral Ortodoxa de Bucarest. Fue un momento de gran valor simbólico, porque el Padrenuestro es la oración cristiana por excelencia, herencia común de todos los bautizados. Hemos manifestado que la unidad no elimina las legítimas diversidades. Que el Espíritu Santo nos lleve a vivir cada vez más como hijos de Dios y hermanos entre nosotros”.
Según recoge Vatican News, el Papa Francisco señaló que con la Comunidad Católica celebró tres Liturgias Eucarísticas. La primera fue en la Catedral de Bucarest, el 31 de mayo, fiesta de la Visitación de la Virgen María, icono de la Iglesia en camino en la fe y en la caridad. La segunda en el Santuario de Șumuleu Ciuc, destino de muchos peregrinos. Allí, la Santa Madre de Dios reúne a los fieles en la variedad de idiomas, culturas y tradiciones. Y la tercera celebración fue la Divina Liturgia en Blaj, centro de la Iglesia Greco-Católica en Rumania, con la Beatificación de siete obispos mártires greco-católicos, testigos de la libertad y de la misericordia que vienen del Evangelio.
Uno de estos nuevos beatos, Mons. Iuliu Hossu, escribió durante su encarcelamiento: “Dios nos ha enviado a esta oscuridad del sufrimiento para dar perdón y orar por la conversión de todos”. Pensando en las terribles torturas a las que fueron sometidos, estas palabras son un testimonio de misericordia.
La devoción mariana de los jóvenes y las familias
El Santo Padre también resaltó el intenso y festivo encuentro con jóvenes y familias, realizado en Iaşi, ciudad antigua e importante centro cultural, cruce de caminos entre Occidente y Oriente. Un lugar que invita a abrir caminos por los que caminar juntos, en la riqueza de la diversidad, en una libertad que no corta las raíces sino que se nutre de ella de manera creativa. Este encuentro tuvo también un carácter mariano y concluyó con la entrega de los jóvenes y de las familias a la Santa Madre de Dios.
Finalmente, el Papa Francisco dijo que, la última etapa de su viaje fue la visita a la comunidad romaní de Blaj. En esa ciudad hay muchos romaníes, y por eso he querido saludarlos y renovar mi llamamiento contra todas las formas de discriminación y a favor del respeto de las personas de todas las etnias, lenguas y religiones.