El Papa Francisco comenzó su viaje a República Democrática del Congo con una misa multitudinaria "por la Paz y la Justicia" en el Aeropuerto de Ndolo, en Kinsasa, capital del país africano. En una despejada y animada mañana congoleña, ante un millón de fieles llegados de todo el país, el Pontífice habló de "perdón", "comunidad" y "misión" para lograr la paz.
"Hermanos y hermanas: paz, fraternidad y alegría (dijo en congoleño): la alegría de verlos y encontrarlos es grande; he anhelado mucho este momento, ¡gracias por estar aquí!", comenzó diciendo el Papa en su homilía, sobre el Evangelio de Pentecostés (San Juan 20, 19-23). La misa se celebró entre fuertes medidas de seguridad, al estar el país en guerra.
Una paz que renace
"La paz de Jesús llega con la resurrección, porque antes el Señor tenía que vencer a nuestros enemigos, el pecado y la muerte, y reconciliar al mundo con el Padre; tenía que experimentar nuestra soledad y nuestro abandono, nuestros infiernos, abrazar y salvar las distancias que nos separaban de la vida y de la esperanza. Ahora, terminadas las distancias entre el cielo y la tierra, entre Dios y el hombre, la paz de Jesús se da a los discípulos", señaló Francisco.
Una paz, insistió el Papa, que no les llega a los discípulos en su mejor momento. "En ellos había sentimientos de culpa, frustración, tristeza, miedo. Sin embargo, Jesús anuncia la paz mientras el corazón de los discípulos está lleno de escombros; anuncia la vida mientras ellos sienten dentro la muerte", expresó.
Esto mismo ocurre hoy en el Congo, afirmó Francisco. "El Señor nos asombra, nos tiende la mano cuando estamos a punto de hundirnos, nos levanta cuando tocamos fondo. Con Jesús el mal nunca prevalece, nunca tiene la última palabra. Cristo es nuestra paz y su paz triunfa", reflexionó.
El Papa, en este punto, habló del antídoto de la paz para combatir la desesperanza. "Por eso, los que pertenecemos a Jesús no podemos dejar que prevalezca en nosotros la tristeza, no podemos permitir que crezca la resignación y el fatalismo. Si a nuestro alrededor se respira este clima, que no sea así para nosotros. En un mundo abatido por la violencia y la guerra, los cristianos hacen como Jesús. Él, casi insistiendo, repitió a los discípulos: ¡La paz esté con ustedes! (cf. Jn 20,19.21); y nosotros estamos llamados a hacer nuestro y proclamar al mundo este anuncio profético e inesperado de la paz", comentó.
El Papa señaló tres claves para fomentar la paz: el perdón, la comunidad y la misión. "Antes de dar a los apóstoles el poder de perdonar, los perdona; no con palabras, sino con un gesto, el primero que el Resucitado realiza ante ellos. Les muestra las llagas, se las ofrece, porque el perdón nace de las heridas. Nace cuando las heridas sufridas no dejan cicatrices de odio, sino que se convierten en un lugar para hacer sitio a los demás y acoger sus debilidades", expresó sobre el perdón.
"Las fragilidades se convierten en oportunidades y el perdón en el camino hacia la paz. No se trata de dejarlo todo atrás como si nada hubiera sucedido, sino de abrir a los demás con amor el corazón. Jesús no usa muchas palabras, sino que abre de par en par su corazón herido, para decirnos que Él está siempre herido de amor por nosotros", añadió.
El Papa propuso mirar a la cruz como principal consuelo. "Cuando la culpa y la tristeza nos oprimen, cuando las cosas no van bien, sabemos dónde mirar: a las llagas de Jesús, dispuesto a perdonarnos con su amor herido e infinito. Él conoce tus heridas, conoce las heridas de tu país, de tu gente, de tu tierra. Son heridas que queman, continuamente infectadas por el odio y la violencia, mientras que la medicina de la justicia y el bálsamo de la esperanza parecen no llegar nunca", apuntó.
El perdón como antídoto
"Juntos, hoy creemos que con Jesús siempre tenemos la posibilidad de ser perdonados y volver a empezar, y también la fuerza para perdonarnos a nosotros mismos, a los demás y a la historia. Esto es lo que Cristo desea: ungirnos con su perdón para darnos la paz y el valor de poder también nosotros perdonar; el valor de realizar una gran amnistía del corazón.¡Cuánto bien nos hace limpiar nuestros corazones de la ira, de los remordimientos, de todo resentimiento y envidia!", añadió.
Francisco animó a compartir las llagas con Jesús. "A todos los lastimados y oprimidos de este pueblo les dice: 'No teman poner sus heridas en las mías, sus llagas en mis llagas'. Hagámoslo, hermanos y hermanas. No tengan miedo de quitarse el Crucifijo del cuello y de los bolsillos, de tomarlo entre las manos y llevarlo junto al corazón para compartir sus llagas con las de Jesús", comentó el Pontífice.
Pero, para alcanzar la paz, es importante el papel que tiene la comunidad. "Jesús resucitado no se dirige a los discípulos individualmente, sino que se reúne con ellos; les habla en plural, y a la primera comunidad le entrega su paz. No hay cristianismo sin comunidad, como no hay paz sin fraternidad", expresó.
"Volvamos a mirar a los discípulos. Antes de la Pascua, seguían a Jesús, pero pensaban de forma demasiado humana: esperaban un Mesías conquistador que expulsara a sus enemigos, que hiciera prodigios y milagros, que aumentara su prestigio y su éxito. Pero estos deseos mundanos los dejaron con las manos vacías; es más, le quitaron paz a la comunidad, suscitando discusiones y oposición", añadió.
El Papa animó a dejar a una lado las ambiciones y seguir a Jesús. "Estar juntos, pero caminar por cuenta propia, buscando en la sociedad, y también en la Iglesia, el poder, la carrera, las ambiciones. En vez de seguir al Dios verdadero, seguimos al propio yo, y terminamos como aquellos discípulos: encerrados en casa, vacíos de esperanza y llenos de miedo y decepción", afirmó.
Por último, el Papa habló de la misión. "Hermanos, hermanas, estamos llamados a ser misioneros de paz, y esto nos dará paz. Es una decisión; es hacer sitio en nuestros corazones para todos, es creer que las diferencias étnicas, regionales, sociales y religiosas vienen después y no son obstáculos; que los demás son hermanos y hermanas, miembros de la misma comunidad humana; que cada uno es destinatario de la paz que Jesús ha traído al mundo", comentó.
República Democrática del Congo, antiguo Zaire y Congo Belga, es francófona, y de enorme tamaño. En la R.D. del Congo viven 105 millones de habitantes según las estadísticas difundidas por la Santa Sede, de los que más o menos la mitad serían católicos (unos 52 millones), y un 40% serían cristianos protestantes de distintas denominaciones. El resto practican religiones tradicionales o nuevos cultos africanos, con entre un 2 y 4% de musulmanes.
El Congo cuenta con 1.600 parroquias y hay otro 8.700 centros pastorales (capillas, santuarios, etc...). En R.D.Congo hay 62 obispos, 4.200 sacerdotes diocesanos, casi 2.000 sacerdotes religiosos y 10.500 religiosas.