En el domingo Gaudete, o “domingo de la alegría”, el Papa Francisco rezó el Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico donde pidió la intercesión de la Virgen para vivir el Adviento “sin dejarnos distraer por cosas externas” sino haciendo “espacio en el corazón para Jesús, que quiere volver para sanar nuestras enfermedades y darnos su alegría”.
En alusión al Evangelio del día que narra la duda planteada por Juan el Bautista desde la cárcel al haber oído las obras del Mesías, quien manda a preguntar a Jesús "si es Él quien ha de venir o si en su lugar tenemos que esperar a otro"; el Papa destaca la respuesta del Maestro: ‘Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí’”.
"Pero este nuevo nacimiento, con la alegría que lo acompaña-continúa argumentando el Papa- siempre presupone una muerte para nosotros y para el pecado que está en nosotros. De ahí el llamado a la conversión, que es la base de la predicación tanto del Bautista como de Jesús; en particular, se trata de convertir la idea que tenemos de Dios".
De este modo, Francisco señaló que el Adviento anima a volver a nacer y para ello es importante la pregunta de Juan el Bautista: “¿Eres tú quien tiene que venir o debemos esperar a otro?”.
Según el Papa, esta es una pregunta natural pues “Juan ha estado esperando al Mesias. Su estilo de vida, su propio cuerpo está plasmado por esta espera”. "Esta es también la razón por la cual Jesús lo alaba con estas palabras: nadie es más grande que el que nació de una mujer (ver Mt 11,11). Y sin embargo, él también tuvo que convertirse a Jesús. Al igual que Juan, nosotros también estamos llamados a reconocer el rostro que Dios ha elegido asumir en Jesucristo, humilde y misericordioso", añade además Francisco..
Asimismo, el Santo Padre recuerda que el Adviento, "tiempo de gracia", nos dice que no basta solo con creer en Dios: "es necesario purificar nuestra fe todos los días. Se trata de prepararnos para dar la bienvenida no a un personaje de cuento de hadas, sino al Dios que nos llama, nos involucra y ante quien se impone una elección: el Niño que yace en el Pesebre tiene el rostro de nuestros hermanos y hermanas más necesitados, de los pobres que "son los privilegiados de este misterio y, a menudo, los que son más capaces de reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros"
El Papa concluyó pidiendo que la Virgen María nos ayude, para que "a medida que nos acercamos a la Navidad, no nos dejemos distraer por cosas externas, sino que hagamos espacio en el corazón para Aquel que ya ha venido y quiere volver para sanar nuestras enfermedades y darnos su alegría".