El ingreso hospitalario de Francisco el pasado 29 de marzo, tras la audiencia de los miércoles, del que fue dado de alta ese mismo sábado, sigue conociendo una amplia variedad de versiones. En una de las últimas, procedente de su amigo Michele Ferri, se decía que, según le habría confesado el Papa, llegó a perder el conocimiento y entró en el Gemelli en estado de inconsciencia.
El pontífice no lo ha contado así, sin embargo, durante la tradicional rueda de prensa en el avión de regreso de Budapest. Dijo que tuvo "un fuerte malestar" y "una fiebre muy alta", aunque no se desmayó: "No perdí el conocimiento. Tuve una fuerte neumonía aguda en la parte inferior del pulmón... El organismo respondió bien".
Y su situación física no le impide mantener la agenda de viajes. Confirmó que estará en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa, a principios de agosto: "Iré, iré. De momento el viaje no se cancela. Luego está el viaje a Marsella, luego está el viaje a Mongolia, luego está el último que no recuerdo a dónde... El programa me mantiene en movimiento".
Contactos abiertos por la paz en Ucrania
La guerra en Ucrania fue la principal protagonista de las respuestas papales a los medios. Desveló que hay en curso una gestión por la paz que se lleva a cabo de forma discreta. "Estoy dispuesto a hacer todo lo que haya que hacer", dijo: "Ahora hay una misión en marcha, pero aún no es pública. Vamos a ver cómo... Cuando sea pública la diré".
Dio a entender que habló de ello con el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y que mantendrá su política de huir de posiciones maximalistas que impidan la mediación: "Creo que la paz se hace siempre abriendo canales, nunca se puede hacer la paz cerrándose. Invito a todos a abrir relaciones, canales de amistad".
Como la que mantiene con Hilarión, antiguo responsable de relaciones exteriores del Patriarcado de Moscú y actual metropolita de Budapest y Hungría, con quien se encontró durante este viaje: "Es alguien a quien respeto mucho, y siempre hemos tenido una buena relación. Es una persona inteligente con la que se puede hablar, y hay que mantener estas relaciones".
Un resumen de la rueda de prensa de Francisco en el avión de regreso de Budapest.
Comentó que no ha vuelto a hablar con Kiril, el patriarca de Moscú, desde la videoconferencia de cuarenta minutos de hace más de un año, a las pocas semanas del inicio de la guerra. Pero sí con Antonio, el sucesor de Hilarión: "Viene a verme. Es un obispo que fue párroco en Roma y conoce bien el ambiente, y siempre a través de él estoy en conexión con Kiril. Hay un encuentro que íbamos a tener en Jerusalén en julio o junio del año pasado, pero se suspendió a causa de la guerra: habrá que hacerlo".
Por último, mantiene "una buena relación" con el embajador ruso ante la Santa Sede, Alexander Avdeyev, que deja el cargo después de siete años: "Es un gran hombre, un hombre comme il faut. Una persona seria, culta, muy equilibrada. La relación con los rusos es principalmente con este embajador". La primera gestión por la paz la hizo Francisco acercándose precisamente hasta la embajada rusa a los dos días de la invasión de Ucrania.
Se espera que todo ello sirva para que el Vaticano pueda mediar para el regreso de los niños ucranianos llevados a Rusia, porque "es justo" y "hay que ayudar" haciendo "todo lo humanamente posible". Del mismo modo, invitó a ayudar a las mujeres que llegan a Europa huyendo de la guerra, porque corren "el peligro de caer en manos de los buitres que siempre están buscando estas situaciones".
Países sin hijos
En cuanto a la inmigración en Europa, afirmó que "es un problema que Europa debe tomar en sus manos, porque hay cinco países que son los que más sufren", citando a Chipre, Grecia, Malta, Italia y España. Debe hacerse "un reparto justo de los inmigrantes", para "hacer sentir a la gente que es la Unión Europea quien hace frente a esto".
Francisco se refirió, relacionándolo con las oleadas inmigratorias, al problema de "la tasa de natalidad": "Hay países como Italia y España que no tienen hijos. La media de edad en Italia es de 46 años, en España es más alta todavía y hay pequeños pueblos desiertos". Y sugirió que la inmigración "puede ayudar" con un programa "bien llevado".