El Papa Francisco ha proseguido este miércoles con sus catequesis sobre las Bienaventuranzas, centrándose en la segunda de ellas: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”.
De este modo, el Santo Padre dijo que esta bienaventuranza es “una actitud fundamental en la espiritualidad cristiana”. Es lo que los primeros monjes de la historia llamaron “penthos”, es decir “el dolor interior que nos abre a una auténtica relación con el Señor y con el Prójimo”.
Según la Escritura, este llanto puede tener dos aspectos. El primero es la aflicción causada por la muerte o por el sufrimiento de alguien a quien se ama. El segundo es por el dolor de los pecados propios y por haber ofendido a Dios y al prójimo.
"El llanto por el mal ocasionado"
Tal y como recoge Vatican News, el Papa señaló el primer significado alude al luto, que es siempre amargo y doloroso, que paradójicamente puede ayudarnos a tomar conciencia de la vida, del valor sagrado e insustituible de toda persona y de la brevedad del tiempo.
El segundo, en cambio, “indica el llanto por el mal ocasionado, por el bien que no se hizo y por la deslealtad a la relación con Dios”. Este es un llanto por no haber correspondido al amor incondicional del Señor, por el bien que no se quiso hacer, por no haber querido a los demás.
Además, Francisco realizó otra distinción entre la aflicción causada por el propio error, que está motivado por el orgullo, y aquella por el mal hecho o el bien omitido, que está motivada por la traición a la relación con Dios. Y explicó que este último es “el llanto por no haber amado, que surge de tener la vida de otros en el corazón”.
Aquí se llora porque no se corresponde al Señor que nos quiere tanto, y nos entristece el pensamiento del bien no hecho; éste es el significado del pecado. Ellos dicen: "He herido a aquel que amo", y esto les duele hasta las lágrimas. ¡Bendito sea Dios si llegan estas lágrimas!
La importancia de comprender el pecado
Es la diferencia, continuó enseñando el Santo Padre, que se puede ver entre el llanto de Judas y el de Pedro: el de San Pedro “es un llanto que purifica, que renueva”. “Pedro miró a Jesús y lloró”. En cambio, el llanto de Judas, que no aceptó haberse equivocado, lo llevó al suicidio.
Comprender el pecado es un regalo de Dios, es una obra del Espíritu Santo. Nosotros, solos, no podemos entender el pecado. Es una gracia que debemos pedir. Señor, que comprenda el mal que he hecho o puedo hacer. Este es un gran regalo y después de entenderlo, viene el grito de arrepentimiento.
Francisco concluyó la catequesis animando a los fieles a pedir al Señor que nos conceda “el don de las lágrimas por nuestra falta de amor a Dios y al prójimo”, y que “por su compasión y misericordia nos permita amar a nuestros hermanos y dejar que entren en nuestro corazón amar”.