En la tarde del miércoles, en su primer día en Lisboa, el Papa Francisco acudió al impresionante marco del Monasterio de los Jerónimos lisboeta para un encuentro con cientos de clérigos.
Allí, donde descansa el cuerpo del navegante Vasco de Gama, en ese espacio construido para celebrar su asombrosa ruta a la India por África, tras el rezo de vísperas, el Papa habló de evangelización, usando escenas de Jesús y los apóstoles como pescadores, y ejemplos de misioneros antiguos, ante cientos de obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, consagrados y consagradas y otros agentes de pastoral, incluyendo clérigos de otras denominaciones cristianas.
Le recibió el cardenal y arzobispo patriarca de Lisboa, Manuel Clemente, y el presidente de la Conferencia Episcopal Portuguesa (CEP), José Ornelas. Ornelas rezó para que los jóvenes reunidos en Lisboa puedan "comprender y soñar el sueño de Dios y a encontrar caminos de participación gozosa, generosa y transformadora, en la Iglesia y en toda la humanidad".
Sitio para todos, para anunciar el Evangelio
"En la barca de la Iglesia debe haber lugar para todos: todos los bautizados están llamados a subir a bordo y echar sus redes, comprometiéndose personalmente en el anuncio del Evangelio", exhortó el Pontífice a los pastores y religiosos.
El Papa en los Jerónimos de Lisboa, con obispos, clérigos y evangelizadores.
"No hagáis de la Iglesia una aduana: 'aquí entran los justos, los que están bien, los que están felizmente casados, y todos los demás fuera'. No, la Iglesia no es eso: justos y pecadores, buenos y malos, todos, todos, todos", insistió.
Puso el ejemplo de San Juan De Brito, misionero lisboeta en la India del siglo XVII, que murió con 46 años, dispuesto a afrontar tormentas: así, una Iglesia que sepa "dialogar con todos, hacer comprensible el Evangelio" está dispuesta a "correr el riesgo de una tormenta".
Puso también el ejemplo de los jóvenes surfistas que acuden a las playas portuguesas de Nazaré a cabalgar sus olas gigantescas: como ellos, dijo, "partamos también nosotros sin miedo".
Los trabajos sinodales, dijo, pueden verse "como una oportunidad para involucrar a los laicos con fraterno entusiasmo y sana creatividad pastoral", pidió ante una multitud de clérigos.
Ante los "escándalos" y la pérdida de "entusiasmo" animó a perseverar llevando el Evangelio "a una sociedad multicultural".
El ejemplo de la tormenta y los discípulos
Recordando los pasajes de los discípulos asustados por la tormenta en el Mar de Galilea, el Papa Francisco planteó su aplicación a nuestros días.
"El desafío que el Señor dirige hoy a la Iglesia es este: "¿Quieres bajarte de la barca y hundirme en la desilusión, o quieres hacerme levantar permitiendo que la novedad de mi Palabra sea una vez más la que tome el timón en la mano? ¿Solo quieres conservar el pasado que queda atrás o lanzarte de nuevo y con ilusión a las redes de pescar?». Esto es lo que el Señor nos pide: despertar el deseo por el Evangelio".
Citó a otro gran misionero portugués del siglo XVII, el jesuita, escritor y diplomático António Vieira: "Para nacer, pequeña tierra; morir, toda la tierra; nacer, Portugal; morir, el mundo". Una frase de ambición, de pensar a lo grande.
Así, el Papa exhortó: "Este no es el momento de detenerse y rendirse, de amarrar el barco a la orilla o de mirar hacia atrás. No debemos escapar de este tiempo, sólo porque nos asusta, para refugiarnos en formas y estilos del pasado. ¡No! Este es el tiempo de gracia que el Señor nos concede para aventurarnos en el mar de la evangelización y la misión".
El Papa Francisco en los Jerónimos de Lisboa se ayudó de una silla de ruedas.
Tres decisiones: remar mar adentro, trabajar juntos, pescar hombres
También basado en el Evangelio, el Papa pidió tomar 3 decisiones para la misión evangelizadora.
La primera decisión: remar mar adentro.
"Es necesario salir de las orillas del desencanto y del inmovilismo, alejarnos de esa melosa tristeza y ese cinismo irónico que nos asaltan ante la vista de las dificultades. Tenemos que hacer esto para pasar del derrotismo a la fe, como Simón que, a pesar de haber trabajado en vano toda la noche, concluye: "Porque tú lo dices, echaré las redes". Pero para confiarnos día a día al Señor ya su Palabra, no bastan las palabras, se necesita mucha oración. Sólo en la adoración, sólo ante el Señor, encontramos el gusto y la pasión por la evangelización. Entonces vencemos la tentación de continuar con una “pastoral nostálgica hecha de lamentos” y cobramos valor para remar mar adentro, sin ideologías ni mundanalidades, animados por un único deseo: que el Evangelio llegue a todos".
La segunda decisión: trabajar juntos la tarea pastoral.
Jesús pide, en plural, "echad las redes" (Lc 5,4). "Pedro guía la barca, pero todos están en ella y todos son llamados a echar las redes", dijo el Papa.
"Hay contextos donde los sacerdotes y consagrados están cansados porque, mientras las necesidades pastorales aumentan cada vez más, son cada vez menos. Pero podemos mirar esta situación como una oportunidad para involucrar a los laicos con entusiasmo fraterno y sana creatividad pastoral", animó.
"Permítanme expresarlo así: nunca un obispo sin su propio presbiterio y el Pueblo de Dios; nunca un sacerdote sin sus hermanos sacerdotes; y todos juntos -sacerdotes, religiosos y fieles laicos- como Iglesia, nunca sin los demás, sin el mundo. Sin mundanalidad, pero no sin el mundo".
La tercera decisión: ser pescadores de hombres.
"Muchas veces, en la Sagrada Escritura, el mar simboliza el lugar del mal y de las fuerzas adversas que los hombres son incapaces de dominar. Por eso sacar del agua a las personas significa ayudarlas a levantarse de donde se hundieron, salvarlas del mal que amenaza con ahogarlas, resucitarlas de todas las formas de muerte", detalló el Papa.
"Nos corresponde a nosotros, como Iglesia, remar mar adentro en las aguas profundas de este mar, echando la red del Evangelio, sin acusar a nadie, pero llevando a los hombres de nuestro tiempo una propuesta de vida nueva, que es aquella de Jesús: llevar la acogida del Evangelio a una sociedad multicultural; llevar la cercanía del Padre a las situaciones de precariedad y pobreza, que crecen especialmente entre los jóvenes; llevar el amor de Cristo allí donde la familia es frágil y las relaciones están heridas; transmitir la alegría del Espíritu donde reina el desánimo y el fatalismo. Así lo expresa uno de sus escritores: «Para llegar al infinito, y creo que podemos llegar, necesitamos tener un puerto único, firme, y partir de allí al Indefinido», dijo el Papa, citando a Fernando Pessoa y su 'Libro del desasosiego'.
Así, dijo el Papa, la Iglesia debe ser ese "refugio seguro" para los que se enfrentan a las travesías, los naufragios y las tormentas de la vida.
Tras este encuentro, se dirigió a la Nunciatura, la embajada de la Santa Sede, donde va a pernoctar todas las noches de este viaje.
Vídeo completo del encuentro en los Jerónimos: tras el rezo de vísperas (con coros y música), a partir del minuto 28 el Papa da su mensaje en español.