En los saludos tras el rezo del Ángelus este domingo 14 de julio, el Papa ha pedido a Dios por Venezuela, para que “inspire e ilumine a las partes involucradas, para que puedan lo antes posible llegar a un acuerdo que ponga fin al sufrimiento de la gente por el bien del país y de toda la región”.
Millones de venezolanos han salido del país y se quedan en circunstancias muy precarias en los países vecinos, en Brasil y en Colombia, causando tensión en la capacidad de acogida de esos países.
El Papa ha dicho: «Una vez más, quisiera expresar mi cercanía al amado pueblo venezolano, particularmente extenuado por la prolongada crisis. Pidamos al Señor que inspire e ilumine a las partes en causa, para que puedan llegar lo antes posible a un acuerdo que ponga fin al sufrimiento de la gente por el bien del país y de toda la región».
Esta semana los Obispos de la Conferencia Episcopal venezolana, en su exhortación pastoral en el jueves 11 de mayo, pedían una vuelta a la Constitución, elecciones y que se deje entrar la ayuda de alimentos y medicinas con supervisión internacional.
Los obispos de los países latinoamericanos (el CELAM, Consejo Episcopal Latinoamericano) se expresaron el viernes 12 de mayo pidiendo un “cambio de rumbo” para el país y apoyando a los obispos venezolanos. “Le manifestamos nuestra plena solidaridad con el pueblo y la Iglesia venezolanos, frente a la compleja y dramática situación política, económica y social que les toca vivir en estos difíciles tiempos, donde está en juego la democracia, derechos humanos y cuidado de la Creación".
La parábola del buen samaritano
El Papa comentó en su alocución del Ángelus la parábola del buen samaritano, tema del evangelio del domingo. Un doctor de la Ley pregunta a Jesús "¿y quién es mi prójimo?"
«El protagonista de la breve narración – recordó Francisco – es un samaritano, que a lo largo del camino encuentra a un hombre, robado y golpeado por ladrones, y cuida de él. Sabemos que los judíos trataban a los samaritanos con desprecio, considerándolos extraños al pueblo elegido. No es, pues, una coincidencia que Jesús escogiera precisamente a un samaritano como personaje positivo de la parábola».
“Incluso uno que no conoce al verdadero Dios y no frecuenta su templo, es capaz de comportarse según su voluntad, sintiendo compasión por el hermano necesitado y socorriéndolo con todos los medios a su alcance”.
El Papa recordó luego que por ese mismo camino, antes que el samaritano, habían pasado un sacerdote y un levita sin detenerse, probablemente para "no contaminarse con su sangre”. La reacción de estas personas, “dedicadas a la adoración de Dios”, fue de anteponer “una regla humana ligada al culto”, a saber, el no contaminarse con la sangre, al “gran mandamiento de Dios”, que, sobre todo, “quiere la misericordia”:
La gente agnóstica que hace el bien
«Jesús, pues, propone como modelo al samaritano, precisamente uno que no tenía fe. También nosotros pensamos en tanta gente que conocemos, quizás agnóstica, que hace el bien. Jesús escoge como modelo uno que no era un hombre de fe. Y este hombre, que ama a su hermano como a sí mismo, muestra que ama a Dios con todo su corazón y con todas sus fuerzas - ¡el Dios que no conocía! -y al mismo tiempo expresa la verdadera religiosidad y la plena humanidad».
«¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de ladrones?». Con esta respuesta de Jesús a su interlocutor, tras la narración de la breve parábola, el Maestro “invierte nuestra lógica”. Porque nos hace comprender “que no somos nosotros los que, a partir de nuestros criterios, definimos quién es prójimo y quién no, sino que es la persona en necesidad quien debe ser capaz de reconocer quién es su prójimo”. Es decir, señaló Francisco, “quién tuvo compasión de él”:
«Ser capaces de tener compasión: esa es la clave. Esta es nuestra clave. Si no sientes compasión frente a una persona necesitada, si tu corazón no se conmueve, significa que algo anda mal. Está atento, estemos atentos. No nos dejemos llevar por la insensibilidad egoísta. La capacidad de compasión se ha convertido en la piedra de comparación del cristiano,ante la enseñanza de Jesús. Jesús mismo es la compasión del Padre por nosotros. Si vas por la calle y ves a un sin techo tirado allí, y pasas sin siquiera mirarlo tal vez, o piensas: "Bueno, es el efecto del vino". Es un borracho", pregúntate a ti mismo no si ese hombre está borracho, pregúntate si tu corazón no se ha endurecido, si tu corazón no se ha convertido en hielo».
El amor concreto, crecer en compasión
«Esta conclusión indica que la misericordia hacia una vida humana en estado de necesidad es el verdadero rostro del amor. Así se llega a ser verdadero discípulo de Jesús y se manifiesta el rostro del Padre: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Es así como el mandamiento del amor a Dios y al prójimo se convierte en una regla de vida única y coherente».
En el final de su alocución, el Obispo de Roma elevó su oración al cielo, pidiendo que “la Virgen María nos ayude a comprender y sobre todo a vivir cada vez más el vínculo inseparable que existe entre el amor a Dios nuestro, que es Padre, y el amor concreto y generoso a nuestros hermanos, y nos de la gracia de tener y crecer en la compasión".