La escena del Evangelio de este domingo tiene lugar en una casa muy querida por Jesús, en Betania, donde unos hermanos (Lázaro, Marta y María) gozaban de su amistad. Se da un célebre diálogo entre Marta y Jesús, que no podemos leer de modo reduccionista: María la mujer contemplativa "que no hace nada", y Marta la mujer activa "que trabaja por las dos". Desde esta visión dualista y divididora saldría el elogio de Jesús ("María ha escogido la mejor parte") en beneficio de la vida contemplativa, pero contra la otra actitud representada por una Marta demasiado atareada y nerviosilla.
En una interpretación sesgada de esta actitud, pudiera parecer que María era una aprovechada, mientras que Marta era el personaje disipado acaso víctima del privilegio de su hermana. Es decir, María escuchaba al Maestro y Marta pagaba el precio del lujo contemplativo de su hermana. Pero lo que Jesús "reprocha" a Marta no es su actividad, sino querealice su trabajo sin paz, con agobio y murmuración, hasta el nerviosismo que llega a hacer olvidar la única cosa necesaria, en el afán de tantas otras cosas que no lo son. Por tanto, Jesús no está propugnando y menos aun alabando la holgazanería de "escurrir el bulto&qu ot;, sino la primacía absoluta de su Palabra.
Esta escena trata de alertarnos sobre los dos extremos que un discípulo de Jesús debería de evitar: tanto un modo de trabajar que nos haga olvidadizos de lo más importante, como un modo de contemplar que nos haga inhibidores de aquellos quehaceres que solidariamente, hemos de compartir con los demás.
No obstante, creo que hoy corremos más riesgo de olvidar esa actitud fontal de escuchar a Jesús, de dedicar tiempo a su Palabra y a su Presencia. Hijos como somos de una cultura de la prisa y del arrebato, del eficientismo, lo que no está de moda es la gratuidad y por ello tanto nos cuesta orar de verdad, y ello explicaría en buena medida cómo trabajando a veces tanto -incluso apostólicamente- tenga en ocasiones tan poco fruto todo nuestro esfuerzo y dedicación.
La tradición cristiana ha resumido esta enseñanza de Jesús en un binomio que recoge la actitud del verdadero discípulo cristiano: contemplativo en la acción y activo en la contemplación. Dicho de otra manera, que todo cuanto podamos hacer responda a esa Palabra que previamente e incesantemente escuchamos, y al mismo tiempo, que toda verdadera escucha del Señor nos lance no a un egoísmo piadoso sino a un trabajo y a una misión que edifiquen el proyecto de Dios, su Reino.
Comentario al Evangelio del domingo XVI del tiempo ordinario, 18 de julio (Lucas 10, 38-42).