Picanya, Valencia, España. Han pasado apenas unos días desde que un tsunami de lodo y ramas lo arrasara todo, o, quizá, mejor dicho, prácticamente todo. Más de dos centenares de muertos descansan en una improvisada morgue que han montado en la ciudad, mientras, decenas de vecinos, sus vecinos de toda la vida, se encuentran en algún sitio desconocido. "En polvo eres y en polvo te convertirás", parece retumbar una voz cuaresmal, en el silencio de la oscuridad, gritándonos, pienso yo, a toda la humanidad. El cielo se ha cerrado. Hasta la esperanza, que solía ser la última, se ha marchado. No queda ni rastro de Dios, o, igual, quiero creer… quizá sí.
 
Un día después. En una de las márgenes del Barranco del Poyo, un reguero de adolescentes huellas de zapato, o de deportivas más bien, roturan el barro todavía húmedo de una gota fría que va camino de ser china. "Aguaaa", "comidaaa", "macarrones", "también tenemos leche, mascarillas"… no son ambulantes oportunistas, ni ese tipo de "desalmados capitalistas" capaces de vendernos la propia soga con la que nos íbamos a ahorcar. No, son Neizan y Nizan, nada más. Dos chavales de la zona, que empujan cada mañana su carrito del supermercado, mientras reparten víveres a todo aquel que se ha quedado sin nada.
 
"Tomad, macarrones, por si acaso, para mañana", dice el más grandullón. La frase, si uno repara, es sobrecogedora, suena extraña para unos niños que, por definición, solo viven del ahora. Salvo que... lo que sucediera el pasado 29 de octubre... fuera tan difícil de olvidar, que, a las próximas generaciones, las que "estaban perdidas", todo el día metidas en TikTok, les haya hecho súbitamente cambiar. "¿Sois amigos?", le pregunta una periodista de un programa de deportes que se ha dejado caer por allí. "Sí, mejores amigos", contesta el más pequeño, remarcando, con inocencia, que, a esas edades, uno no entiende de gradualismos… que los amigos, si son, son siempre de los mejores.
 
"Su casa está hecha una basura. La mía está bien porque yo vivo en un tercero y él vive en un segundo", dice el más mayor, mientras su compañero, con una sonrisa pícara, le amenaza con darle con la escoba. Los dos mejores amigos cuentan que pertenecen a una falla, y se dedican a ir de casa en casa atendiendo a "señores mayores y a gente que no puede salir".
 
"Es que esto es una catástrofe", dice el pequeño. "Mira, ahí va media mitad de pasarela", dice el amigo más grande, que comenta la jugada de lo más normal, como si la hubiera visto muchas otras veces. "Es que nos podrían haber avisado, dieron las alarmas cuando el agua nos llegaba por aquí", dice el más pequeño, sin darse cuenta de que, si el agua hubiera llegado por su "aquí", hoy, mucha gente, seguramente, estaría viva. 
 
"Lo más duro es que no podemos salir, nos resbalamos, nos caemos", comenta el más mayor, antes de despedirse de la reportera, agradeciéndole, como quien conoce el sancta sanctorum de la comunicación: "Gracias a vosotros, que así lo podéis ver, y le podéis decir a la gente que esto está hecho una basura". Y, como si fuera un padre, a pesar de ser todavía hijo, muy hijo, termina aconsejando a las próximas generaciones: "Un día se puede desbordar el barranco y pasar lo mismo que estamos pasando nosotros"
 
El grado de madurez precoz de este par de chavales no se detiene ahí, y, en un giro de guión, algo increíble está apunto de acontecer. El más pequeño mira a la cámara y, señalando, con la autoridad de quien ha conocido cara a cara la desgracia, nos suelta: "Y, recordad, nunca os rindáis, y ayudad a vuestros padres, abuelos, amigos. Acordaos"
 
Y, entonces, el más mayor se ríe, y se le escapa un consejo final: "Y comed yogurt", eso, "comed yogurt", reafirma su compañero… regresando por un momento a una infancia que, gracias a Dios, la vida, todavía, nos les ha conseguido arrebatar
 
 
*A Neizan y Nizan, cuya bondad, verdad y belleza son la cara de un Dios que, en realidad, nunca ha dejado de estar… y no ha dejado de sufrir. Y, a las víctimas de la DANA, y a sus familias, cuyas lágrimas han convertido el barro… en auténtica tierra sagrada.