Soy plenamente consciente de que las discusiones suelen ser estériles y la dialéctica no suele conducir a nada.
También, de que a estas alturas el título del artículo no puede ser más cansino. Pero como madre navarra no me queda más remedio que afrontarlo y escribir unas líneas como pequeña contribución en defensa de la obviedad.
Durante este mes me decía a mí misma que no pensaba escribir sobre el tema porque “se puede luchar contra la ignorancia, contra la intolerancia y contra el fanatismo… si vienen por separado. Pero si llegan a la vez y quieres conservar la salud, lo más razonable es poner pies en polvorosa” (William Faulkner). No quiero ser alarmista, pero menos aún una irresponsable. La realidad se parece cada vez más a la ciencia-ficción, la de las distopías.
En Navarra, los chats de padres del colegio llevan un mes hirviendo con el tema. Ese bucle de indignación que se genera a través de los grupos de whatsapp no me parece sano y sí bastante estéril. Al escribir, pienso en los niños que tendrán que responder este curso a la pregunta sobre "¿Cuántas personas me atraen en estos momentos de mi mismo sexo?" Y me pregunto: ¿cuántos padres, tengan las creencias e incluso la orientación sexual que tengan, invadirían con semejante pregunta la intimidad de sus hijos?
Como ya muuuchos han dicho muuuucho antes que yo, Skolae no es un programa de educación sexual ni de igualdad sino de adoctrinamiento e instrucción ideológica. Los conceptos “deconstrucción de la masculinidad”, “heteropatriarcado”, “androcentrismo”, “indicadores de género”, “empoderamiento” o “construcción de nuevas identidades” son una constante en el texto del programa.
“En una época donde a la mentira le llamamos 'posverdad' y al totalitarismo social 'corrección política', no es difícil quedar a expensas de un grupo —por pequeño que sea— organizado y dispuesto a imponer cualquier disparate ante una mayoría aterrorizada de que la etiqueten si se le ocurre oponerse” (Jorge Marirrodriga, "Más Platón y menos «Dora la exploradora»", en El País).
Para los que no conozcáis el tema, el programa de coeducación Skolae. Creciendo en igualdad pretende facilitar, según el Departamento de Educación del Gobierno de Navarra, el aprendizaje de una competencia global que permita elegir a niños y niñas el proyecto vital propio desde la libertad y la diversidad de opciones, sin condicionantes de género, aprendiendo a identificar las desigualdades, a luchar contra ellas y a ejercer su derecho a la igualdad en el ámbito de su cultura, religión, clase social, situación funcional, orientación sexual, etc. El programa no ha sido consensuado ni negociado en ninguno de los órganos de participación de la comunidad educativa y parte de un concepto equivocado de “coeducación”, otorgando a las instituciones y profesorado un papel que no les corresponde, saltándose el principio básico de neutralidad ideológica de la Administración Educativa al tomar claro partido sobre problemas sobre los que no existe un generalizado consenso moral (Sentencia del Tribunal Supremo de 11 de febrero de 2009).
No me gusta alimentar polémicas porque con frecuencia son controversias artificiales e interesadas, diálogos de sordos en los que cada parte se enquista más en su postura sin atender a razones. No me gusta tampoco acercarme a la realidad desde el prejuicio. He leído el programa Skolae completo con actitud de buscar en él algo positivo y no solo aberraciones extractadas para llevarme las manos a la cabeza de manera histérica.
Pero he de decir que, salvo la bienintencionada actitud de trabajar por la igualdad, la corresponsabilidad, el respeto y aceptación a cada persona y contra la homofobia (que suscribo plenamente), me parece un programa diseñado por pseudoexpertos, de los que no conocemos ni nombres ni profesión, que se limita a trasladar a la educación de nuestros hijos algunas obsesiones posmodernas sobre género e igualdad, incluyendo algunos ejercicios cargados de erotismo y, en general, manipulando y contaminando su conciencia con la ideología de género.
Ideología de género que Skolae entiende como expresión de igualdad entre hombres y mujeres, equidad de género e incluso feminismo, pero que en realidad es una ideología política que, además, camufla las verdaderas causas de la desigualdad. Habría tanto que hablar sobre esto…
Además de ideología de género, percibo en Skolae un claro culto al sentimiento, poniéndolo en el centro de la vida de los niños frente a la amplitud y solidez de la razón. Así, se les transmite continuamente que “lo real es lo que siento y lo que yo construyo”. Es cierto que la educación emocional es clave y en mi generación fue muy deficitaria (nací en el 78), pero ninguna reacción pendular es equilibrada.
Condicionar la educación de nuestros niños a lo que en cada momento está en el candelero social y mediático es de una enorme frivolidad. Pero permitirse entrar a caballo en la intimidad de su conciencia y de su todavía frágil identidad es una aberración que no debemos permitir. La conciencia de mis hijos es un lugar sagrado también para mí que soy su madre. Un lugar en el que debo entrar habiéndome descalzado antes y en contadas ocasiones. Un lugar que sólo les pertenece a ellos por pequeños que sean y que nadie debe pisotear entrando a caballo a sembrar caos y confusión.
Mantengámonos firmes, que no inamovibles, en nuestras convicciones. Si vacilamos, nos derrotarán. Y ya van ganando. Hablo de una batalla espiritual, nunca ideológica y menos aún personal. Es tal la falta de sentido común, que no creo que sea posible ganarla a estas alturas a base de argumentaciones.