Entre los dones con los que Dios enriqueció a San Juan Pablo II hay uno que le destaca como providencial figura de nuestro tiempo: él ha sido el padre a través del cual Dios amó a la huérfana humanidad contemporánea para abrirle a la esperanza cimentada en una historia plena de heroísmo y sentido. Pero esta figura gigante no necesita una nueva presentación. Más bien conviene presentar a los compositores de esta compilación de sus pensamientos, Borja Zavala y su padre, el ya bastante conocido autor y director de cine José María Zavala: San Juan Pablo II. Directo al corazón.
La vida de un hombre se forja recibiendo de su padre el testigo de una identidad y una misión, para lo cual ambos han de pasar largas horas juntos y compartir intensas experiencias, como seguramente San José y el pequeño Jesús en la carpintería o por los caminos de Egipto y Galilea. Pero para desarrollar auténticamente su papel, el padre carnal no puede contentarse con que su hijo aprenda algo externo de él; más bien debe dejar espacio al hijo para que reconozca su más honda filiación.
José María recibió de su padre, que ofreció su vida a Dios en lugar de la de Juan Pablo II en 1981, la experiencia de ser hijo de Dios por el bautismo y el testimonio. Ahora ha sido providencialmente movido para compilar con su hijo Borja este libro. Y es significativo que ha sido el pensamiento del Papa santo el que les ha unido en esas horas de indagación, lecturas, correcciones… en definitiva, de trabajo codo a codo a la luz de la sabiduría, el valor y la clarividencia del hombre que cambió nuestra historia. Por eso hace un año le sugerí a José María que hiciera algo para acercar su figura a las generaciones más jóvenes que no le conocieron. Al poco José María empezó a producir su película Wojtyla, la investigación, que tantos y tan buenos frutos está dando. Lo que no me hubiera imaginado es que continuaría esta aventura ahora con su hijo como privilegiado compañero.
“Diecinueve años es una buena edad para publicar tu primer libro”, comenté a Borja hace unos meses, cuando hacíamos una ruta de montaña “a lo Wojtyla”; diecinueve capítulos lo componen, como un guiño hacia los años de esa esa vida madura y prometedora que José María reconoce en Borja. Estos capítulos desgranan los principales temas de la vida cristiana según San Juan Pablo II hasta sumar más de mil cien pensamientos, expresados tanto ante millones de fieles como a pequeños grupos, tomados de sus notas personales, de sus encíclicas o apenas susurrados en sus últimos días. La oración es el pórtico de entrada al pensamiento y el alma misma del Papa, piedra angular para edificar al hombre de fe y, a través de él, la Iglesia entera. En esta polaridad entre vida interior y pertenencia eclesial el astro luciente que nos guía es la Virgen María, quien no solo iluminó a Juan Pablo II en sus desiertos y noches oscuras, sino que él también propuso como luz de nuestra noche epocal y colectiva de hoy. Punto decisivo del libro son los capítulos dedicados al amor y la misericordia, cuya línea transversal es la que se ha definido como la “ley de la entrega”, que hace encontrar el sentido de la propia vida en el don de sí mismo a Dios y al prójimo.
Así la compilación da paso a la gran pasión de Wojtyla: los jóvenes. Casi cien pensamientos diáfanos, exigentes y retadores de quien nunca quiso verles conformarse con las migajas de un mundo que les atonta premiando lo falso y lo fácil. Desde aquí se abren paso los textos sobre la dignidad humana y sobre la confianza en Dios, que es la más íntima y transformadora manera de honrar aquella.
La dignidad y misión del cristiano se cristalizan en la vocación matrimonial y de la familia, que sostenida por la gracia puede realizarse como signo de contradicción bajo sus valores de castidad fecunda, perseverancia y fidelidad. Y en el centro de este libro no podía faltar lo que fue siempre el acmé de la vida y la continua enseñanza de Juan Pablo II: el misterio de la cruz de Cristo. Esta es la prueba contundente del amor de Dios por el hombre, cuya libertad está precisamente en abrirse a ese amor oblativo que asume el máximo despojamiento y dolor para solidarizarse con todos los “¿Dios mío, por qué…?” del ser humano, y así revelarle el camino de la libertad en el don de sí mismo.
Así aparece la pregunta crucial del cristiano: su llamada a la plena comunión con Dios, es decir, la santidad. Este tema se cristaliza, cómo no, en un hermoso apartado sobre el sacerdocio ministerial. Los capítulos siguientes, dedicados a la visión del mundo, la Eucaristía, el apostolado, la Confesión, la libertad, la alegría, la vida de los cristianos y la verdad se engranan y completan lo que los autores certeramente han sabido situar como las bases no solo de esta compilación, sino de todo el pensamiento y mensaje de San Juan Pablo II. Un pequeño gran libro, en definitiva, que pone en nuestras manos el legado luminoso de quien ha de seguir siendo un padre, maestro y amigo de la humanidad amada por Dios.