¿Son el cigoto y el embrión seres humanos? Entiendo por cigoto la célula huevo que resulta de la fusión de un gameto masculino o espermatozoide con un gameto femenino u óvulo. Por embrión el producto de la concepción hasta fines del tercer mes del embarazo.
Desde un planteamiento estrictamente biológico, no puede discutirse el carácter humano del cigoto. Desde el momento de la concepción, tiene un código genético original. No se trata de una célula indiferenciada, de simple material biológico, sino que lleva inscritos, en su complejo código genético, los factores biológicos determinantes de su cualidad humana y, al mismo tiempo, los pasos del intrincado proceso mediante el cual se irá desplegando la realidad humana que ya estaba presente en el cigoto. El cigoto no es un ser humano en potencia, sino que actualmente es un ser humano en potencia de ser adulto. El embrión está llamado a realizar un proceso de desarrollo y realización de acuerdo con su patrimonio genético, proceso en el que va pasando insensiblemente por diversas etapas, dependientes unas de otras. Van a darse en él cambios morfológicos, pero no de naturaleza. No existe ningún fundamento científico de la famosa tesis de Häckel, según la cual el embrión humano recapitula en su desarrollo ontogénico los principales pasos de su evolución filogenética. El embrión humano es humano desde el principio; sus primeros estadios se distinguen ya claramente de las otras especies.
Con los actuales conocimientos genéticos, no se discute que cada ser es lo que es desde el momento de la fecundación, por lo que parece que hay que considerarla como el momento inicial de la constitución del organismo. Una planta se considera planta desde el momento en que germina la semilla. Desde ese momento, el nuevo ser ya posee toda la información genética que determina sus características físicas. Es científicamente indiscutible que en la fecundación está el arranque de lo que somos en un proceso continuo que lleva al nacimiento del niño, por lo que surge una realidad nueva y distinta con una potencialidad propia y con su propio programa genético. Desde la concepción, la existencia humana y su encarnación o corporeidad están ligadas la una a la otra, por lo que si tiene vida humana le compete dignidad humana, aunque aún no sea consciente de ella. De la unión de gametos vegetales sólo sale un vegetal; de gametos animales no racionales p. ej. de chimpancés, sólo sale otro chimpancé, y de la unión de gametos humanos se crea un nuevo ser de la especie humana, pues así lo determina su patrimonio genético específicamente humano.
Es decir, el ser humano empieza a existir desde el momento en que biológicamente se inicia el nuevo individuo, ya que en el ser humano no se puede escindir lo biológico de lo humano y la concepción humana da origen a una materia corporal también humana, nueva e individual, en la que no existen saltos cualitativos, sino que es siempre el mismo cuerpo biológico el que es concebido y el que se desarrolla. La anidación en el útero materno no añadiría ni quitaría nada a la nueva vida en sí misma; lo que hace es suministrarle las condiciones óptimas para su desarrollo.
Por ello, si la vida humana comienza con la fecundación se sigue que quien emplea medios para impedir que el óvulo fecundado anide en la matriz aniquila una vida humana. Estos medios no pueden éticamente colocarse en el mismo plano que los medios anticonceptivos que, aunque impiden la concepción, si son tan solo anticonceptivos no matan seres humanos, cosa que en cambio sucede con la píldora del día después, el dispositivo intrauterino o algunos presuntos anticonceptivos, que pueden matar seres humanos. Desde el punto de vista moral, al impedir que anide el óvulo fecundado se tiene la intención y se realiza la acción criminal de matar a un ser humano no nacido y ningún ser humano es dueño de la vida de sus semejantes. Esa misma mala intención se da también aunque en el caso concreto no se hubiera producido la fecundación, o si no se ha logrado impedir por algún fallo, la anidación del óvulo en la matriz.