El Instituto de Igualdad de Oportunidades organiza el festival Ellas Crean con el propósito –dice– de dar visibilidad al trabajo de las artistas y creadoras en el mundo de la cultura, "un ámbito en el que era y sigue siendo necesario dar un impulso ante la desigualdad persistente". Patrocinado por la Comunidad de Madrid, participa en el festival el Ministerio de Cultura y Deporte y colabora el Ayuntamiento de Madrid.
Esto de la desigualdad persistente hace referencia a que el porcentaje de mujeres que este tipo de festivales identifica en los ámbitos en los que se fija es inferior al de los hombres. Si a esto se le añade la creencia ciega en el mito de la igualdad, ese que sin base científica propaga la falsedad de que donde hay porcentajes desiguales hay injusticia, pues el resultado es el que es: se da visibilidad sólo a cierto tipo de mujeres, que suelen por cierto reproducir el estereotipo de que lo que vale es tener éxito, ser conocida, salir en la tele, ganar dinero…
Pero lo cierto es que el mundo de las mujeres artistas y creadoras no se acaba con aquellas que salen en los periódicos, no: es mucho más amplio. Ellas crean también –y mucho– cuando deciden ser vírgenes, esposas o madres a secas. Aunque en ese mundo de la cultura actual la virginidad, la esponsalidad y la maternidad tengan poca visibilidad o incluso en algunos casos estén mal vistas, la venida de Cristo al mundo –y con ella la plenitud de la cultura humana– les ha conferido una importancia de primera magnitud en esta época que vivimos, la plenitud de los tiempos.
Empezando por el principio, María es virgen, esposa y madre, y siéndolo da a luz al Salvador, al más bello de los hombres. La desvalorización de estas facetas de la vida femenina no es otra cosa que reflejo del alejamiento de Cristo que se vive en nuestra sociedad, reflejo de la descristianización de nuestra sociedad, en palabras del Concilio Vaticano II. Y no es porque Él esté lejos, porque "cerca está el Señor de los que le invocan" (Sal 144[145], 18), sino más bien porque no se le invoca.
El famoso Sólo Dios basta de Santa Teresa de Jesús se hace presente para todos, de un modo radical en las vírgenes. A través de la sexualidad se expresa esta condición en la virginidad. Las mujeres que han abrazado la virginidad crean en nuestro hoy la posibilidad de que miremos al Cielo: si ellas son vírgenes es que hay uno que ha vencido la muerte, que tiene poder, y lo expresa de muchos modos pero también a través de la sexualidad de una mujer, de una virgen. Están muy equivocados quienes infravaloran la virginidad y lo enseñan así a sus hijos. Nuestro cuerpo no nos pertenece, nos ha sido dado, y Dios quiere vivir en él. Siendo esto así, el combate es permitir a Dios vivir en su templo, que es nuestro cuerpo, ya que somos imagen de Dios, que se encarnó en Cristo. No son la castidad o la virginidad represión sino don, pura gracia de Dios. De ahí el pudor, el recato en el vestir, pero sobre todo en la expresión: es un acto de caridad mediante el cual hacemos que el otro no caiga en la tentación de considerarnos un objeto de goce y disfrute.
La llamada de Dios al matrimonio termina convirtiendo a la mujer en esposa. De este modo, contribuye a que se pueda visibilizar la comunión de personas. Es sacramento. La vida matrimonial es un arte en el que Dios es el artista, y nosotros instrumentos en sus manos. Tantas cosas nos pueden apartar del fin último de ese ser esposa que, más todavía que en el caso de la virginidad, se necesita la unión con Dios. En este caso esta unión se expresa a través de la unión al esposo, en una complementariedad maravillosa, no en una rivalidad o empoderamiento. "Maridos, amad a vuestra mujeres como Cristo a su Iglesia… Sobrellevaos mutuamente cuando alguno tenga quejas contra otro… Amaos como yo os he amado" (Ef 5, 25 y ss.). La condición de esposa es de gran utilidad para vivir cristianamente, es decir, unida a Cristo a través del esposo, un prójimo a quien servir. Este es un yugo suave, una carga ligera, sobre todo en comparación de las alternativas. A la mujer, como al hombre, no le hace feliz el empoderamiento, ni un buen trabajo, ni el control sobre los demás. Cristo responde con su venida hoy a una necesidad universal de felicidad. En palabras de San Juan Pablo II, Él viene a colmar ese anhelo que Dios ha puesto en nuestros corazones, también en el de la mujer, y sólo su amor, el Espíritu Santo dando testimonio a nuestro espíritu puede colmar.
Y de esposa a madre. Colaboradora en la creación de la imagen de Dios, de Cristo sobre la Tierra: el hombre, varón y mujer. Un grandísimo privilegio la maternidad, llamada universal a realizar bien en lo corporal, bien en lo espiritual, la donación al otro que desencadena la fecundidad, la venida de un hombre al mundo. Las lamentables ideologías antinatalistas, máxima expresión de las cuales son los colectivos antihumanistas -que ya los hay-, presentan la maternidad como aquello que puede truncar la supuesta carrera a la felicidad que comporta la emancipación, el empoderamiento, la lucha contra el varón… humo, porque la felicidad del varón tampoco está ahí, donde quienes imitando el estereotipo masculino la ofrecen a las mujeres como camino auténtico y único. Pero quienes así obran, quienes esto proponen ¿han escuchado a las madres hablar de la experiencia de tener hijos? Experiencia ya en lo humano extraordinariamente enriquecedora, lo es más en lo espiritual, por lo que supone de ver cómo la donación al otro engendra vida. Es decir, que cuando damos la vida surge más vida. Claro que no está exenta esta opción del combate, pero es creadora de la cultura de la vida… ¡que nos estamos muriendo! ¡A ver qué cultura promovemos!
Pero lo mejor de todo es que ser virgen, esposa o madre no es tampoco incompatible con desempeñar otras funciones de segundo orden como la de ser artista, pintora, directiva o empresaria, algo que muchas mujeres también hacen. Un humilde servidor propone desde esta tribuna una reflexión sobre mujeres creativas, verdaderas artistas, la mayor parte de ellas anónimas, para evitar así que caigan en el olvido, y para promover la cultura de la vida, de la Vida Eterna para ser más exactos.