El Dr. Damián García Olmo, profesor de cirugía en la facultad de Medicina de la UAM, participó hace unos días en el I Congreso de Médicos Católicos organizado por el CEU, con una interesantísima conferencia sobre el futuro de la Medicina Regenerativa, que trato de explicarles a continuación.
El término «Medicina Regenerativa» se acuñó a partir de las investigaciones que a comienzos de este siglo sugirieron que ese sería el futuro de la medicina. Esto es, la capacidad que las células madre otorgaban al hombre de poder regenerar órganos y/o tejidos dañados. El origen de esta ilusión fueron los trabajos de James Thomson, de la universidad americana de Wisconsin, quien explicó que existían unas células hasta entonces no muy conocidas, que tenían la capacidad de desarrollar cualquier órgano partiendo de la etapa de blastocisto. Estas células, llamadas stem (del inglés, «tronco»), son las que nosotros llamamos ahora «células madre», que en el proceso de mitosis se dividen creando otra célula madre y una célula diferenciada. El profesor Thomson aisló estas células a partir de embriones de primates en 1995, y en 1998 fue el primero en aislarlas a partir de embriones humanos. Según parece, los orígenes de estos embriones fueron fetos abortados y embriones sobrantes de fertilización in vitro. Si bien no parece ético destruir a una persona para utilizar su cuerpo para la investigación, en su momento se consideró que, puesto que ya estaban inutilizados (el aborto, estaba evidentemente muerto, y el embrión congelado, era «sobrante» y tenía un incierto futuro), al menos sus células podrían utilizarse para mejorar la vida de la especie humana en su conjunto. Dejaré de lado la valoración ética que merece tal actitud, por obvia. La gran idea que justificaba entonces estos estudios es que estas células podrían usarse para volver a generar órganos o funciones dañadas, o para ser utilizadas como medicamento, para curar con células, en lo que empezó a denominarse «terapia celular». Pues bien, creo importante que se conozca que hasta la fecha no se ha curado nadie con células madre. Y en los pomposamente llamados «Centros de Medicina Regenerativa» todavía no se ha regenerado nada. Estamos aún muy lejos de saber amaestrar convenientemente estas células para poderlas dirigir hacia donde queremos.
Los trabajos de Thomson indicaban que estas células madre estaban en el embrión. En efecto, cuando el embrión se encuentra en fases iniciales de pocas células, estas tienen una asombrosa capacidad de diferenciación y proliferación, para poder, a partir de una primera célula totipotente, irse diferenciando hacia el desarrollo de todos los órganos y tejidos que forman el cuerpo humano completo. Si en estado embrionario estas células son capaces de crear un órgano como el corazón, podríamos enseñarles a hacer lo mismo para un adulto con un problema cardiaco, por ejemplo, al que dichas células podrían ayudar. Así, inicialmente se pensó que estas células existían fundamentalmente en el embrión, en el feto y en la sangre del cordón umbilical.
En 2002, Catherine Verfaille demostró que estas mismas células progenitoras se encontraban también en la médula ósea. ¿Y por qué no podrían encontrarse en otros lugares del organismo?
En realidad, este descubrimiento ha sido crítico para el avance científico, pues es evidente que destruir un embrión para utilizar sus células en beneficio de otra persona es algo que repugna nuestra conciencia ética. Si podemos encontrar células madre en diversas partes del cuerpo de personas adultas ya no es preciso destruir un embrión para capturar estas stem cells. Pero, además de los argumentos éticos en contra de su utilización, hay un argumento científico que anula la opción de usar embriones humanos como fuente de células madre: Y es que estas células embrionarias, al dividirse sin el autocontrol que le proporciona encontrarse en el medio natural (el útero materno), no frenan en su desarrollo, sino que se multiplican rápidamente, porque son intrínsecamente carcinogenéticas y difíciles de instruir para producir específicamente el tipo de célula que se quiere utilizar. Y así, aunque pudieran curar inicialmente el órgano dañado, terminarían estropeándolo al resultar ser el origen de un tumor. Este problema no lo plantean las células madre adultas, que resultan mucho más fáciles de utilizar y dirigir. Por eso hoy en día los estudios con células madre embrionarias han sido abandonados. Tan sólo algunas personas, guiadas más por su ideología que por la Ciencia, como el ex ministro de Sanidad Bernat Soria, insisten en seguir trabajando con células madre embrionarias.
El interés que empezaron a despertar las células madre hizo que comenzaran a surgir directivas europeas sobre cómo utilizarlas, Y se decidió que, si las células iban a ser empleadas como fármacos, deberían seguir el mismo riguroso proceso de fabricación, bajo estándares GMP, y pasando por el proceso de ensayo clínico. Pues bien, hoy en día hay registrados en todo el mundo cerca de 3.000 ensayos clínicos con células madre (todos ellos, adultas). De ellos, tan solo 186 están actualmente en fase III. Y ninguno ha terminado. Esto significa que todas las empresas que a través de internet ofrecen milagrosos tratamientos sobre la base del uso de células madre son auténticos fraudes, sin las garantías suficientes de bioseguridad. Un timo comparable al de los charlatanes de la época de nuestras abuelas, que vendían pociones milagrosas que todo lo curaban.
Los avances científicos han descubierto otras alternativas al uso de células embrionarias, como son las células iPS (células madre adultas reprogramadas hasta etapas previas de su desarrollo para hacerlas actuar como si fueran embrionarias) que son mucho más fáciles de controlar y que no precisan de la destrucción de embriones. Así, en junio de 2006, S. Yamanaka y K. Takahashi demostraron que se podía reprogramar células de la epidermis adulta, hasta hacer que adquieran características iguales a las de las células embrionarias, sin necesidad de producir embriones para ello. Siendo esto así, ¿por qué ese empeño de algunos en seguir investigando con embriones humanos? La razón, como ocurre con frecuencia, es puramente de intereses económicos. La producción de células de tipo embrionario mediante reprogramación de células adultas, descubierta recientemente, no sólo es superior a la que prevé el uso de embriones humanos, sino que se funda en técnicas totalmente nuevas, que escapan al control de las patentes que actualmente explotan el uso de células madre derivadas de embriones. A pesar de ello, muchos países son líderes históricos sólo en este último sector. Numerosos laboratorios, miles de millones de dólares de inversiones, una cantidad enorme de patentes y de elementos técnico-científicos, así como carreras enteras, se basan precisamente en el uso de embriones. En una situación de este tipo sería ingenuo pensar que se pueda renunciar a todo eso para utilizar técnicas de origen diverso, sólo porque son más eficientes y éticamente aceptables. Hay demasiados intereses en juego como para que se abandone el uso de embriones humanos sin reacción alguna.
En cualquier caso, les brindo un punto crítico para su reflexión: Hoy en día el debate ético sobre la utilización de células madre embrionarias carece de sentido. Estas células ya no se usan, están descartadas. ¿Por qué seguir desgañitándonos, gritando contra su uso en base a razonamientos éticos? La Ciencia, en este tema, ya ha dado la razón a la ética, cerrando con ello la discusión. Como decía el Dr. García Olmo en su conferencia del Congreso, alguno querrá que discutamos sobre si es posible o no trasplantar los órganos de un marciano para usarlos en seres humanos. No perdamos el tiempo, de momento, en tamaña estéril discusión: Cuando llegue el marciano, entonces nos preocuparemos de ello. En el tema de las células madre embrionarias, ya se ha demostrado que los marcianos no existen.