En estos días, concretamente el próximo 2 de noviembre, se cumplen cuarenta años de la fundación de una de las asociaciones pro-vida más veteranas, si no la que más, de España. No crean ustedes que ese primer clarín del heroico, aunque guadiánico, movimiento contra el aborto y sus consecuencias personales y sociales fue a sonar en la capital o en alguna de las grandes urbes del reino. Muy al contrario, ese mérito corresponde a un pueblo sevillano, Mairena del Alcor, cuyo nombre quedará así vinculado en la historia a la más noble causa imaginable: la defensa del no nacido, y muy concretamente además, en su caso, a la de las madres gestantes en dificultades.
La génesis de la Asociación Pro-Vida de Mairena estuvo en la primera visita de San Juan Pablo II a España: el 2 de noviembre de 1982 el Papa pronunció unas palabras que calaron hondo en el grupo de maireneros que decidieron ponerse en marcha encabezados por su entonces párroco, don Enrique López Guerrero, y por la que todavía hoy es la socia número 2, Ana Labrador: "Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente". Es muy notable que esta Asociación no surgiera, como tantas otras, al socaire de la aprobación de la primera ley favorecedora del aborto, que esperaría aún tres años hasta ser promulgada en julio de 1985, sino en el contexto del debate social previo a la ley, y yendo desde el principio al núcleo mismo que justifica a los ojos de muchos, en aquel momento como ahora, la posibilidad del aborto: la situación en que quedan tantas mujeres que, ante un embarazo indeseado, se encuentran sin apoyos y, a menudo, en situación de grave dificultad.
La tarea realizada, liderada desde hace muchos años por Manuel Fernández de la Peña, es simplemente inimaginable si no se la conoce. Sólo en el primer trimestre de este 2022 -son los últimos datos de que dispongo- se prestó ayuda a 168 madres en situación de riesgo y a 186 menores. Por supuesto, el campo de acción ha desbordado ya con mucho el término mairenero para atender a personas necesitadas en otros municipios cercanos. Y entre tantos logros, un acierto de gran alcance simbólico: la popularización de Pies Preciosos, reproducción, en forma de pin, a tamaño real, de los piececitos, perfectamente formados, de un niño a las diez semanas de gestación. Una forma sencilla y eficaz de dar visibilidad a lo que el aborto destruye de forma brutal.
Publicado en Diario de Sevilla.