Estamos casi acabando junio, mes de exámenes en tantos centros escolares. El Evangelio de este domingo, es precisamente un sorprendente escrutinio por el que Jesús pone a prueba a sus discípulos. El Señor, tras las últimas correrías apostólicas con los suyos, se retira como tantas veces a un lugar apartado para orar con ellos. Verdadero ejemplo para todo discípulo, sea cual sea nuestra vocación cristiana: acción y contemplación, hablar a los hombres sobre Dios y a Dios sobre los hombres. Jesús Se encuentra con los suyos y entonces les hace una especie de encuesta: "¿quién dice la gente que soy yo?".
Suponemos el asombro escurridizo o acaso la pasión en responder entre aquellos hombres que convivían con el Maestro. Entonces salió el abanico acostumbrado: un profeta, un personaje extraño, una especie de o.v.n.i. religioso, el Bautista, Elías... Ya, ya. Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Tú, concretamente tú, ¿quién dices que soy yo?
Esta es la gran pregunta que alguna vez en la vida, un verdadero cristiano debe saber contestar o debe empezar a saber contestar. Porque el riesgo consiste en tener ideas sobre Cristo, en conocer de Él lo que dicen los manuales de historia de la religiones, o lo que dicen las encuestas, o los medios de comunicación, o cualquier poder dominante. Y entonces, nos hacemos repetidores de una idea sobre Jesús completamente prestada, del todo ajena a esos centros de nuestra vida: el amor amable, el dolor sorpresivo, el recuerdo inmenso, el camino cotidiano, la muerte hermana, la espera cierta. Porque decir con mi vida y desde mi vida quién es Jesús para mí, supone decirlo desde todas estas realidades, con todas estas situaciones que son las que construyen y edifican mi existencia.
La mejor respuesta a la pregunta de Jesús, es la que se dice y se narra siguiéndole cada día, perdiendo la vida por Él y por los hermanos, que es la mejor manera de ganar esa vida... más aún es la única manera: quien quiera ganar su propia vida (es decir, quien se apropie de sus pocas cosas y sus pocos días), la perderá, mientras que qui en pierda su vida por Él (es decir, quien se entregue a Jesús con todo el corazón y con todas las fuerzas) la salvará. Esto lo sabe, quien alguna vez lo ha hecho, creyendo del todo la Palabra del Señor.
Comentario al Evangelio domingo XII del tiempo ordinario, 20 de junio (Lucas 9,18-24).