La gran amistad personal y editorial de Vittorio Messori con Álex Rosal está en el origen de la edición española del testimonio de conversión de Milly Gualteroni, trágicamente fallecida el pasado sábado.
En noviembre de 2013, LibrosLibres publicó Bernadette no nos engañó, la gran obra apologética sobre Lourdes del gran escritor italiano. Messori vino a Madrid para la promoción del libro acompañado de su esposa Rosanna y de una amiga periodista que estaba redactando en aquellos momentos su testimonio vital: se hallaba inmersa desde no mucho tiempo atrás en un inesperado giro hacia Dios. Vittorio conocía por anticipado la importancia del relato que aquellas páginas airearían y lo supo poner en valor.
Milly, prestigiosa firma de Vogue, Panorama o Cosmopolitan, una habitual en los saraos del todo-Milán político, cultural y mediático, había perdido la fe en su juventud. Quedó marcada por los suicidios, con cinco años de diferencia, de su hermano mayor y de su padre. Víctima durante décadas de una profunda depresión y de un duro tratamiento farmacológico, ella misma había fracasado dos veces en el intento de quitarse la vida, y planificó con fecha y hora una tercera tentativa, que no llevó a cabo en el último instante también por venturosas circunstancias.
En 2015, arrastrado por la fama de su autora y la radicalidad del cambio, ese testimonio agotó cuatro ediciones en Italia. Hace ahora un año, fruto de aquella certera recomendación de Messori y de aquel cordial contacto primerizo, salió de la imprenta en España Arrancada del abismo (Voz de Papel [sello del mismo grupo que LibrosLibres]).
Fue un privilegio -doloroso ahora- acompañar a Milly por unos días a las distintas entrevistas con las que diversos medios nacionales quisieron hacerse eco de su historia. Renunciaba al natural pudor que cubre la intimidad del propio pasado con la única intención de ayudar a otros a seguir esa ruta ardua que, sin embargo, conduce a la felicidad y la paz de volver a ser hijos de Dios.
Era un placer charlar con ella. De sus labios de mujer de mundo que ha renunciado al mundo salían juicios certeros sobre tantos aspectos de nuestro tiempo que ella ya solo contemplaba desde la perspectiva de su amor a Jesucristo. Tenía esa mirada sobrenatural que “descomplica”, reduciéndolos a su nuda esencia (“Quien no está conmigo, está contra Mí” [Lc 11, 23]), problemas en apariencia enrevesados.
Sencilla, serena, sin esos aspavientos que caracterizan en ocasiones la comprensible “furia del neófito”, transmitía una inmensa credibilidad. Insanamente racionalista antes de su conversión, sanamente racional después, refería las intervenciones de Dios de las que era testigo con la distancia propia del buen reportero: estos son los hechos; Él decidió cogerme de la mano y guiar mis pasos, a mí, la más improbable de sus conquistas; y así como sucedió, lo cuento y juzgue cada cual.
A su muerte perdurará su vida, la que nos dejó escrita como legado. Quiso narrarnos y contarnos sus avatares para que expiásemos nuestros dolores con los suyos, que abundaron tanto. Para que guardásemos como nuestro, cual regalo compartido, lo mejor que le pasó tras décadas de sufrimiento: aquel abrazo que el Señor le ofreció un día con intención de arrancar a su Milly del camino equivocado y quedarse con ella para siempre.