Cuando has visto varias veces una misma película de suspense, analizas la trama desde una perspectiva distinta y muy enriquecedora. Detectas cantidad de detalles que tienen sentido sólo en la resolución final de la trama. Y con frecuencia detectas pequeñas cosas que, poco a poco, van creciendo y convirtiéndose en grandes problemas. Es lo que coloquialmente llamamos una bola de nieve: un pequeño descuido que, a medida que avanza la película, se convierte en un gran problema.

Es lo que me ha pasado con esta monja carmelita, Sor Belén de la Cruz. Ingresó como carmelita descalza en el Convento de la Virgen de la Sierra, en San Calixto. Una monja fallecida muy joven, con 33 años, trece años después de su entrada en el convento. Un par de años antes de su ingreso en el Carmelo tuve ocasión de conocerla. Era una joven universitaria alegre, deportista, que no le gustaba destacar ni llamar la atención. ”Cuando la necesitabas estaba, pero cuando querías darle las gracias ya no estaba”, recuerda su padre. Una universitaria como tantas otras, aparentemente.

El padre de Sor Belén de la Cruz habla de su hija.

Coincidimos en una pequeña Congregación Mariana (en ese momento). El 5 de junio de 2005 varios miembros de esa Congregación Mariana hicimos nuestra consagración a la Virgen. No sospechábamos que esa bola ya había empezado a dar vueltas y a crecer.

Pocos meses después, para sorpresa de muchos, Belén entró en el Carmelo. Y en un Carmelo “perdido”: el Carmelo de San Calixto, una pequeña aldea en Sierra Morena, al sur de España. Un lugar que no pilla de paso para ir a ningún sitio; únicamente si te propones llegar al Carmelo vas a ver ese lugar. Era el 1 de octubre, festividad de Santa Teresita de Lisieux.

Su padre, el almirante Estanislao Pery, recuerda esos primeros meses: su hija deja constancia de que le estaba costando esa vida, pero era lo que Dios quería, y donde ella se sentía feliz. Es bonita la descripción que hace Sor Belén del convento: “Pienso en el mapa de España, completamente negro, y un punto blanco, perdido en Sierra Morena. Porque allí hay unos corazones que aman a Dios y dan vida. A lo mejor es presumir, pero a mí me da devoción”.

Los conocidos y amigos fueron descubriendo la grandeza de esa alma elegida por Dios, grande pero sencilla, callada, sin llamar la atención. La bola iba creciendo, supimos que tenía cáncer, que el cáncer tenía mal pronóstico, que intentaron varios tratamientos, y que falleció muy jovencita, el 5 de abril de 2018.

El día del funeral, recuerda su padre, la iglesia del Carmelo estaba a rebosar. ¿Qué tenía esta Sor Belén, esta monja jovencita, para provocar que más de trescientas personas asistieran a su funeral un sábado lluvioso, en un lugar recóndito de Sierra Morena? Celebró el funeral monseñor Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, diócesis donde se encuentra el convento, y pocos días después ya había gente queriendo leer y escuchar la homilía predicada por Don Demetrio. Él mismo constataba que “esta monja tenía algo, os enganchaba, y cuando volvíais a vuestras casas os llevabais el recuerdo de una paz profunda, de haber estado con alguien que estaba cerca de Dios. Haber conocido a la hermana Belén nos ha acercado a todos un poco más a Dios”.

El 24 de mayo de 2023, Estanislao Pery, padre de Sor Belén de la Cruz, habló en un acto de la Fundación Ángel Herrera Oria sobre '¿Para qué sirve una monja de clausura en el siglo XXI?'.

Como es costumbre entre las carmelitas, la priora escribió una reseña de la vida de la fallecida, lo que llaman comúnmente Carta de edificación. Es un texto sencillo que se envía a otros conventos, a familiares y bienhechores del convento. La bola estaba creciendo, y se llegaron a editar casi un millar de ejemplares. Mucha gente se la pedía a la priora para leerla, disfrutarla, conocer mejor a esta joven carmelita.

La priora, las hermanas de comunidad, sus lectores, fueron descubriendo la profundidad que escondía esta sencilla carmelita. Y a raíz de esta carta fueron llegando testimonios, recuerdos… Esta monja de pocas palabras sabía escuchar. Y muchos de los que visitaban el oratorio quedaban llenos de paz simplemente por su escucha, y algún consejo de “sentido común”.

La sana curiosidad aumentó las peticiones, en número y en contenido: además de la Carta de edificación querían algunas fotos, algunos escritos de Sor Belén. Sus padres iniciaron la preparación de un libro, compuesto en buena parte por las mismas cartas que recibieron de su hija. Así nació, ya hace cuatro años, Belén, carmelita descalza. Nuestra hija

¿Fama de santidad? Parece que sí, de esa santidad a la que todos los cristianos estamos llamados: la amistad y la cercanía de Jesús. El mundo está lleno de santos que no están en los altares, y todos conocemos algunos. Son los santos que el Papa Francisco ha bautizado como “santos de la puerta de al lado”. Sor Belén hablaba de la santidad como de “hacer las cosas con corazón, con ganas de ayudar, con humildad”. Esta santidad también baja a nuestros sufrimientos diarios, para descubrir a Cristo en la cruz, aceptarla y abrazarla.

¿Esa santidad estará certificada por la Iglesia, con un proceso de canonización,, con todas las implicaciones que conlleva? El primer paso se ha dado el pasado mes de mayo: la apertura del proceso diocesano. Dios y la Iglesia dirán si llega ese momento o no. Doctores tiene la Iglesia, a parte de muchos estudiosos, para ver hasta dónde llega esta bola de nieve. Por el momento dejemos que siga creciendo, y que siga envolviendo a tantas personas, como ya está haciendo, para acercarlas a Dios.