Tras mi último artículo, Cómo destruir a los adolescentes, una bloguera me escribía un comentario que creo refleja muy bien uno de los más graves problemas de la sociedad actual. Decía así: “Padre, hoy se ha impuesto la ideología de género como una única y verdadera 'doctrina'. Ya no somos libres de opinar de forma distinta, tienes que aceptar sí o sí. ¿Dónde queda la libertad del individuo que los LGTBI empezaron reivindicando... y ahora son ellos los intolerantes y los que imponen su pensamiento? Harta estoy de tanta dictadura y de tanto adoctrinamiento”.

La ideología de género tiene el mérito de que no intenta engañarnos: para sus seguidores, es la única democrática y políticamente correcta. Quien no piensa como ellos, no es demócrata.  En cambio, los que no opinamos como ellos, pensamos que el fundamento de la democracia no es el relativismo, sino la búsqueda de la verdad y del entendimiento racional entre los hombres y supone el respeto de los derechos que el ser humano posee por su dignidad intrínseca y que son pisoteados por la ideología de género. Por ello la ideología de género, más que autoritaria, es totalitaria.

En efecto, no respeta el derecho a la vida, diciéndonos en la ley del aborto que “se reconoce el derecho a la maternidad libremente decidida” (art. 8.2) y despenalizándose la eutanasia por la Ley Orgánica 3/2021 del 24 de marzo.

Como dice su ideóloga Celia Amorós, para esta ideología “la destrucción de la familia es el objetivo fundamental a conseguir”. Para ello, uno de los pasos es vaciar de contenido la patria potestad, como afirmó Isabel Celaá: “No podemos pensar de ninguna manera que los hijos pertenecen a los padres”, y establecen en consecuencia la obligatoriedad del adoctrinamiento en las escuelas en ideología de género, como sucede en todas las comunidades autónomas.

No nos olvidemos que para un católico, la ideología de género, radicalmente opuesta a la moral católica, es la moral del diablo,  como así ha sido considerada y condenada por los últimos Papas, San Juan Pablo II  (Veritatis Splendor, 46), Benedicto XVI (Discurso a la Curia Romana del 21 de diciembre de 2012) y Francisco (Laudato si', 155, Amoris Laetitia 53, 56, 153, 155, 251, 285 y 286).

El Colegio Juan Pablo II de Alcorcón se negó a enseñar ideología de género por esta incompatibilidad con el catolicismo, lo que le originó un pleito con la Comunidad de Madrid, que ganó, incluidas las costas. La inconstitucionalidad de muchas de estas leyes es clara, porque violan directamente derechos humanos fundamentales.

También políticos y personal sanitario son gravemente perjudicados por la ideología de género, en cuanto se intenta obligarles a realizar actos profundamente inmorales, que van contra su conciencia: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 4,19 y 5,29).

Si hay algo evidente es que a todos nos espera la muerte, y el sentido común y la fe cristiana nos dicen que tras nuestra muerte hay un juicio en el que unos, los que han hecho el bien o han sabido arrepentirse de sus pecados, tendrán un premio eterno, mientras que a quienes han muerto sin arrepentirse de sus graves pecados les espera el castigo del infierno. Hay muchos textos en la Sagrada Escritura que hacen referencia a él: por ejemplo la parábola del rico y del pobre Lázaro (Lc 16,19-31) y la escena del Juicio Final (Mt 25, 31-46). Por su parte, el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña: “La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad” (n. 1035). Nada nos permite suponer que el infierno esté vacío, y además santos tan importantes como Santa Teresa de Jesús o Santa Faustina Kowalska han tenido visiones de él.

En cuanto al personal sanitario, está claro que el fin de la Medicina es curar y no matar,  y que al personal sanitario hay que permitirles el libre ejercicio de su profesión, sin obligarles a realizar actos que muchos consideran anticientíficos e inmorales, como las operaciones de cambio de sexo o el no permitir intentar salir de la homosexualidad, incluso a petición del paciente, cuando hay muchos en todo el mundo que lo han logrado, por lo que lo prohíben por el terror de unas multas salvajes e incluso por la prohibición del ejercicio de la profesión. Y es que cuando la política se deja invadir por ideologías sectarias... malo.