La elaboración de un ideario en una institución educativa es un cometido ordinario. En dicho documento se intenta plasmar las características identitarias de la entidad en cuestión. Se describe la misión y los valores que busca promover. El éxito de dicha institución pasa necesariamente por la solidez y coherencia entre lo que promueve y predica en su ideario y lo que se respira en el recinto y equipos de trabajo de dicha entidad. Consciente o inconscientemente, un ideario siembra y crea cultura.
Para que un colegio, una universidad, tengan éxito permanente, no bastan los números de crecimiento, las ganancias económicas o la excelencia académica… Se necesita que el trabajo de cada uno, la labor de cada agente o trabajador tenga conexión con la misión común de la institución. Y esa misión participada da sentido al trabajo, produce satisfacción en el trabajador, y eficacia en los resultados.
Ahora bien, para que esos valores y ese ideario se hagan vida, se requiere recorrer un camino: las relaciones interpersonales. Los valores adquieren peso y vida cuando se ponen en juego dentro de las relaciones humanas: del trato diario, de la manera de estar en el ámbito laboral o en el aula, de la manera de ser y conectar en todos los niveles (directivos, compañeros, alumnos, padres de familia, personal de administración…)
Me permito ejemplarizar lo que deseo exponer desde la universidad donde trabajo. La Universidad Francisco de Vitoria (UFV) aspira a aportar a la sociedad hombres y mujeres que sean buenos profesionales, pero no solo; desea que, junto con su buen hacer profesional vivan una búsqueda continua de la verdad y el bien en sus empresas, sus familias y su propia vida. La UFV desea convertirse en una comunidad que vibra con esa búsqueda del bien y la verdad. Aquí se encuentra parte esencial de su ideario, de su misión, de su razón de ser.
Y para ello entiende y sostiene la importancia de la creación y transmisión de una cultura de acompañamiento. Una cultura entendida como concepto relacional, que se fragua “entre” la gente. Por tanto, crear la cultura de acompañamiento es alterar el “entre” relacional: entre las personas, entre los departamentos, entre los grados y las facultades... Para nosotros crear una cultura de acompañamiento implica un replanteamiento del propio patrón relacional, es decir, que impregne todas nuestras relaciones: principalmente con y entre alumnos, profesores y personal administrativo; y también y por extensión, con alumni, familias de los alumnos, proveedores, instituciones y cualquier persona que se acerque ocasionalmente a nosotros (profesores visitantes, asistentes a cualquier acto en el campus…).
En este contexto, el primer Congreso Internacional La potencia educativa de la relación busca ahondar y profundizar en lo que significa crear cultura de acompañamiento, de encuentro, no solo en la vida del alumno sino en toda la realidad de la comunidad educativa. Este congreso nos hace preguntas desafiantes: ¿hoy la educación tiene capacidad y horizonte de crear cultura? ¿Con qué medios cuenta para ello? ¿De qué está necesitado el profesor para ser propulsor de auténtico encuentro con el alumno y con sus colegas? ¿Qué dice y aporta el ideario de cada institución educativa al respecto?
La educación es un servicio al hombre. El mundo está reclamando con urgencia que irrumpa en el escenario educativo una nueva forma de relacionarse. ¿Qué respuesta damos desde nuestros centros educativos? ¿Qué ideario desarrollamos? ¿Dónde estamos poniendo el acento? El papel del ideario en una identidad, especialmente educativa, es esencial para dar sentido a la labor que se realiza y plenitud vocacional a quien la lleva a cabo. Buscar encarnar el ideario en los distintos ámbitos es el horizonte válido para la creación de una cultura de relación, de encuentro, de comunidad… de humanidad.
Maleny Medina Gómez-Arnau es directora del Instituto de Acompañamiento de la Universidad Francisco de Vitoria.