Recién cumplidos los 50 años de la declaración de Doñana como Parque Nacional, parece conveniente contar lo que nadie cuenta, o hablar de lo que nadie habla, que no es otra cosa que las profundas raíces católicas de la defensa y protección del más importante enclave ecológico de Europa y del mundo.
Con una historia centenaria, el Coto Doñana sufrió en el siglo XX las máximas amenazas a su desaparición, que fueron conjuradas por fervientes católicos. En 1931 muere el Duque de Denia y de Tarifa, máximo propietario de la zona, y llega la Segunda República. Los ánimos se calientan y el ayuntamiento almonteño busca el modo de demostrar el origen comunal de los terrenos de Doñana para hacer triunfar su tesis de que los nobles robaron la finca para convertirla en recreo, y que por tanto hay que devolvérsela al pueblo.
Hay un primer intento de expropiación de las tierras para convertir el importantísimo enclave ecológico en fincas de labor, y conjura el peligro un informe científico de Luis Benedito, famoso taxidermista del Museo Nacional de Ciencias Naturales . En dicho informe Benedito subrayaba la importancia del que acabaría siendo Parque Nacional. Lo contó Aquilino Duque en 1977 en su obra El mito de Doñana.
Luis Benedito. Foto: archivo familiar.
¿Pero quién era Luis Benedito? Luis Benedito (1884-1995) fue un católico practicante convencional, sin aspavientos, o como la familia indica, de los de ir a misa los domingos con normalidad y sin fanatismos ni nacionalcatolicismos.
Luis Benedito contribuyó con su obra a la mentalidad conservacionista de la sociedad española, contribución que prepararía la llegada del gigante Dr. Félix Rodriguez de la Fuente, mayor consolidador de la misma. Pero además favoreció el proteccionismo ambiental directamente. Se cuenta que recomendó al rey Alfonso XIII, de quien era amigo, que pusiera guardas en Gredos para evitar el furtiveo, y así lo hizo el rey.
Como bien recoge el portal del Museo Nacional de Ciencias Naturales, Luis Benedito nació en Valencia en 1884 y "los primeros trabajos de naturalización los realizó en su ciudad natal hasta que en 1910 su hermano José María, que trabajaba en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, lo llamó a Madrid. Allí, por intermediación del entonces director de la institución, D. Ignacio Bolívar, la Junta de Ampliación de Estudios le concedió una beca para mejorar su técnica en Europa. Así visitó entre otros países, Alemania, Francia y Holanda y trabajó con el célebre escultor y taxidermista Ter Meer, al que se le considera el precursor de la taxidermia que se practica en la actualidad".
Luis Benedito aplicó las novedosas técnicas de taxidermia aprendidas en Alemania (jabones arsenicales, dermoplastia, ojos de cristal) y estudió la producción artística de los principales escultores, especialmente de los animalistas: "Dotó a sus obras de una gran carga realista en los movimientos y especialmente en las anatomías. Captó en ellas las proporciones exactas, posturas reales y movimientos de los propios animales vivos, producto igualmente del estudio directo de los animales en el campo”.
Pero el siguiente envite lo sufriría Doñana tras la llegada al poder del Frente Popular. Entonces se pretendió convertir la zona en lugar de pasto de ganado cabrío. Al amparo de la Ley de Reforma Agraria de 1932, la Dirección General de Reforma Agraria frentepopulista terminó declarando a Doñana como "finca de utilidad social", que era lo mismo que firmar su sentencia de muerte.
La desgracia de la Guerra Civil daría al traste con el intento, y entonces ocurriría lo inesperado…
A Franco le presentaron un proyecto de convertir en eucaliptales la zona. Era en este caso un negocio redondo. Pero el lugar era también objeto de estudio científico por el recién creado Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que cumple en este 2019 nada menos que 80 años. A principios de los años 50 el espíritu científico y conservacionista de José Ibáñez Martín, de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, y Jose María Albareda, sacerdote del Opus Dei, presidente y secretario general fundadores del organismo, con el acuerdo de propietarios de terrenos –bodegueros incluidos- se obró el milagro.
Una vez más, la historia, y no la memoria histórica, no deja lugar a dudas: los católicos hicimos más por Doñana que el Frente Popular, es decir, los ancestros de los actuales autodenominados progres. Tampoco tienen superioridad moral en ecología, y Doñana es muestra de ello.
En enero de 1965, la Estación Biológica de Doñana fue creada por José Ibáñez Martín (entonces presidente del CSIC) como un instituto de investigación del Consejo "dedicado al estudio de la ecología terrestre".
En 1969 se pondría en marcha el Parque Nacional de Doñana -recién cumplidos ahora los cincuenta años- de la mano nuevamente de católicos fervientes, al igual que ocurriera con Pedro Pidal y el Parque Nacional de Covadonga, primero en fundarse en España.
Las ideologías que levantaron el Muro de Berlín, de cuya caída se cumplieron en 2019 los treinta años, o produjeron el fallecimiento de millones de personas en el Holodomor, conmemorado todos los noviembres, no tuvieron nada que ver en el descubrimiento y protección del enclave ecológico más importante de España y Europa, ni en la puesta en marcha de su más importante institución científica, el CSIC.
Todo lo relacionado con los orígenes de Doñana es algo por lo que los católicos debemos tener la cabeza bien alta.
Alfonso V. Carrascosa es investigador del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).