En el quincuagésimo aniversario de la carta encíclica de Pablo VI vienen a mi mente algunos pensamientos. El primero es de gratitud. A pesar de todas las presiones posibles, coherente con las enseñanzas de Papas anteriores y con una clarividencia excepcional respecto a lo que es la naturaleza sana, aquel Papa santo estudia personalmente la cuestión de la regulación de los nacimientos y dictamina como primer pastor y doctor ateniéndose a las consecuencias de lo mundano y a la incomprensión de algunos de los "buenos".
La cotransmisión de la vida humana es una de las responsabilidades más grandes que se han dado a los esposos. El número de seres humanos pasados y venideros es finito. La participación de las labores de este mundo y la posibilidad cierta de una vida eterna es un regalo de los más dignos que el humano puede dar a la siguiente generación. Si por pereza o poca comprensión se retrasa o evita un nuevo nacimiento, un ser humano concreto, único e irrepetible no vendrá al mundo. Se rechaza un regalo triple: para los padres, para el ser que no es cocreado y para la humanidad.
La fertilidad de la esposa no es una enfermedad. La mujer es fértil unos cuantos días de su ciclo mensual lunar. Otros muchos días no será posible naturalmente concebir a un hijo pero sí serán posibles muchos actos de unión de los esposos para aumentar su cariño, ayudarse a mejorar como familia que crece y a superar las penurias terrenas o inclinaciones no rectas. No es ningún abuso concluir que, dados los ciclos de fertilidad-infertilidad de la esposa, es en su reconocimiento que se puede posponer un nacimiento por motivos graves como alguna enfermedad en la familia, por pobreza extrema u otro motivo serio.
Pablo VI nos pidió a los médicos ayudar a los esposos en los aspectos delicados de su relación para darles consejos sabios y directrices sanas que de nosotros esperan con todo derecho. La Medicina estudia tanto la fisiología (el funcionamiento sano del cuerpo) como la patología. Muchos avances nos han llevado a reconocer perfectamente los periodos fértiles y los infértiles. Y mucho puede hacerse a favor de los esposos que tienen dificultades para concebir o que tienen ciclos irregulares.
El ser humano es capaz de logros grandiosos y de avances científicos, educativos y técnicos impresionantes. Y ello especialmente en colaboración de personas para lograr mejoras para todos. Creo sinceramente que la mejor manera de servir a la humanidad es considerar siempre al hijo como un don, trabajar para que los niños encuentren un lugar mejor en nuestra casa común, la Tierra y en dotar a los esposos con los recursos educativos que les permitan regular su fertilidad de manera natural si ello es necesario.
Publicado en el portal de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas , que el doctor José María Simón Castellví presidió entre 2006 y 2014.