Quien hasta ayer estuviese informándose [sic] a través de las televisiones, alrededor de las radios o enredando en internet, no podría esperar el gran resultado de Trump, al que todos daban por amortizado y que ha estado o está (todavía no lo sabemos) a un tris de hacerse con la presidencia del primer país del mundo y al que, en cualquier caso, ha votado la mitad de la población de la tercera nación más poblada del mundo. Lo increíble es que ya pasó lo increíble y todavía, cuatro años después, no se había asimilado ni siquiera como posibilidad.
Nadie ansía quedar como Cagancho en Almagro motu proprio. Sucede, sencillamente, que a la ideología dominante no le cabe en la cabeza una posibilidad distinta de la suya. Se han creído su propaganda. Gastan unos esquemas mentales tan maniqueos y estrechos que todo lo que no entre en ellos les resulta inimaginable.
Lo que pasa en la calle, sin embargo, no es tan complicado como lo que ellos dictaminan que acontece en la rúa. R. R. Reno lo explica en su flamante y flameante libro El retorno de los dioses fuertes (Homo Legens, 2020).
Expone el poderoso instinto del pueblo soberano (o de la mitad de él) que escoge lo que Reno, un católico ortodoxo, editor de la espléndida revista First Things, llama -sin dar una puntada sin hilo- "dioses fuertes". Son los que Trump de una manera tan estentórea representa y la razón de que tantos le voten. Y son lo que la elite política, económica y cultural de Occidente había creído haber borrado de nuestra sociedad y había borrado del todo de sus esquemas y previsiones, a cambio de filosofías líquidas, multiculturalismos varios y la dictadura del relativismo.
A Reno, llamarlos "valores" le parece muy poco telúrico y llamarlos "principios" demasiado exquisito, pero ¿qué son esos "dioses fuertes"? Pues esos valores, precisamente, principios, ideas, creencias, argumentos, raíces culturales, autores clásicos y costumbres comprometidos con la realidad, la identidad, la familia, la trascendencia, la tradición y la misma supervivencia de Occidente, en última instancia.
Quizá a los analistas, a los estadísticos, a los politólogos y a los tertulianos les consuele pensar que, al menos, para la próxima acertarán por fin: pase lo que pase, entonces no ganará Trump. No podrá presentarse. Pero no es eso. Porque volverán a presentarse los principios firmes, allí, y aquí, por todo Occidente. Han regresado.
Publicado en Diario de Cádiz.