En pocos días durante el presente mes de agosto he podido asistir a varias misas en distintos lugares y he comprobado cómo todavía podemos gozar de la inmensa riqueza litúrgica católica y de la celebración bien hecha de la Eucaristía.

Quisiera compartir esta experiencia no como lo haría un teólogo o un liturgista -para cuya valoración disciplinar no estoy capacitado-, sino desde la perspectiva de un simple laico que, día a día, va descubriendo el valor central de la Santa Misa en su vida cristiana, que da gracias al Señor ante el maravilloso acontecimiento en el que el Hijo de Dios se hace presente realmente en cada Eucaristía, y finalmente, que se conmueve ante la belleza de la liturgia dirigida a alabar, adorar y dar gloria a Dios.

Vetus Ordo

Hacía tiempo que quería asistir a la misa de rito romano tradicional (Vetus Ordo) que se sigue celebrando ininterrumpidamente todos los domingos en la capilla de Nuestra Señora de la Merced y San Pedro Apóstol de Barcelona.

En esa pequeña capilla ubicada en la calle Laforja de la Ciudad Condal, se celebra exclusivamente la misa en la forma extraordinaria del rito romano, habitualmente de forma cantada los domingos al mediodía y recitada los miércoles por la tarde.

Capilla de Nuestra Señora de la Merced y San Pedro Apóstol en Barcelona (Laforja, 21).

La belleza del latín y de los cantos gregorianos, la celebración de cara a Dios (que no de espaldas al pueblo), el misterio, la adoración, el incienso, la cruz y el silencio en muchas partes de la liturgia, elevan el alma y el espíritu hacia el Cielo, a la vez que despiertan espiritualmente todos los sentidos de nuestro cuerpo.

La visión de Benedicto XVI

No es extraño pues, que el Papa Benedicto XVI, preocupado constantemente de que la Iglesia de Cristo ofreciese a la Divina Majestad un culto digno de “alabanza y gloria de su nombre”, mediante el motu proprio Summorum Pontificum, estableciese en el año 2007 lo siguiente: "El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la Lex orandi [Ley de la oración] de la Iglesia católica de rito latino. No obstante, el Misal Romano promulgado por San Pío V, y nuevamente por el beato Juan XXIII, debe considerarse como expresión extraordinaria de la misma Lex orandi y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo. Estas dos expresiones de la Lex orandi de la Iglesia en modo alguno inducen a una división de la Lex credendi [Ley de la fe] de la Iglesia; en efecto, son dos usos del único rito romano.Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgado por el beato Juan XXIII en 1962, que nunca se ha abrogado, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia. Las condiciones para el uso de este misal establecidas en los documentos anteriores Quattuor abhinc annis y Ecclesia Dei, se sustituirán como se establece a continuación...” (art. 1).

Según expresan los expertos y estudiosos del tema, el deseo de unidad es lo que en su día llevó a Benedicto XVI a preparar el motu proprio Summorum Pontificum sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma de 1970, es decir el Misal promulgado por Juan XXIII en 1962, pocos meses antes del comienzo del Concilio Vaticano II y que aún contemplaba la misa de San Pío V, conocida como tridentina.

En otra parte del citado motu proprio, el Papa Benedicto XVI expone el siguiente repaso histórico que resulta actualmente de interés: “Entre los pontífices que tuvieron esa preocupación (por la liturgia) resalta el nombre de San Gregorio Magno, que hizo todo lo posible para que se transmitiera a los nuevos pueblos de Europa tanto la fe católica como los tesoros del culto y de la cultura acumulados por los romanos en los siglos precedentes. Ordenó que fuera definida y conservada la forma de la Sagrada Liturgia relativa tanto al Sacrificio de la Misa como al Oficio Divino, en el modo en que se celebraba en la Urbe. Promovió con la máxima atención la difusión de los monjes y monjas que, actuando según la regla de San Benito, siempre junto al anuncio del Evangelio, ejemplificaron con su vida la saludable máxima de la Regla: 'Nada se anteponga a la obra de Dios' (cap. 43). De esa forma, la Sagrada Liturgia, celebrada según el uso romano, no solamente enriqueció la fe y la piedad, sino también la cultura de muchas poblaciones. Consta efectivamente que la liturgia latina de la Iglesia en sus varias formas, en todos los siglos de la era cristiana, ha impulsado en la vida espiritual a numerosos santos y ha reforzado a tantos pueblos en la virtud de la religión y ha fecundado su piedad”.

También hay que tener en cuenta la instrucción Universae Ecclesiae de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la aplicación del citado motu proprio que en 2011 completaba su razón de ser.

La carta a Pablo VI

En relación al valor patrimonial y cultural de la liturgia católica, en su rito romano tradicional, resulta curiosa la carta enviada en 1971 por el Primado de Inglaterra, monseñor Heenan, que también la avalaba, a Pablo VI, quien se sorprendió al ver entre los firmantes a más de ochenta representantes de la cultura del siglo XX.

A continuación reproducimos parte del texto: “Si algún decreto insensato llegase a ordenar la destrucción total o parcial de las basílicas o las catedrales, obviamente serían las personas beneficiadas por la cultura -cualesquiera fuesen sus creencias personales-, quienes se alzarían horrorizadas en oposición a una posibilidad tal. Ahora bien, las basílicas y catedrales fueron construidas para celebrar… la misa romana tradicional. Aun así…, existe un plan para hacer desaparecer dicha misa… Hoy, como en los tiempos pasados, la gente culta…, cuando es amenazada la tradición, es la primera en dar la voz de alarma. No estamos considerando en este momento la experiencia religiosa o espiritual de millones de individuos. El rito en cuestión, en su magnífico texto latino, ha inspirado una pléyade de logros artísticos invalorables, no sólo obras místicas sino de poetas, filósofos, músicos, arquitectos, pintores y escultores de todos los países y épocas. Y así, el rito pertenece a la cultura universal, tanto como a los hombres de Iglesia y a los cristianos… Los firmantes de este pedido, completamente ecuménico y apolítico, de cada una de las ramas de la cultura europea y de otras partes, quieren llamar la atención de la Santa Sede sobre la apabullante responsabilidad en la que incurriría en la historia del espíritu humano si se negara a permitir la subsistencia de la misa tradicional.”

Entre los 84 firmantes figuraban los literatos Robert Graves, Graham Greene, Jorge Luis Borges, Cecil Day Lewis, Julien Green, François Mauriac, Eugenio Montale, Salvador de Madariaga; los filósofos Augusto Del Noce, Jacques Maritain, María Zambrano, Gabriel Marcel; el guitarrista Andrés Segovia, etc.

Dos hermenéuticas

Y es que las críticas que en su día se produjeron a la concesión del libre uso del misal romano de 1962 no sólo atañen al aspecto litúrgico, sino que dejan entrever una determinada concepción acerca del Concilio Vaticano II y de la reforma litúrgica que lo siguió inspirada en una “hermenéutica de la ruptura”. A ella se refería el Papa Benedicto XVI algunos meses después de ser electo en su célebre discurso a la Curia Romana previo a la Navidad de 2005, donde llamaba a dejar de lado esa matriz de interpretación y adoptar, en cambio, una postura constructiva y asentada en la Tradición viva de la Iglesia, que denominó “hermenéutica de la continuidad”.

Esta elección de Benedicto XVI sobre el rito romano tradicional en su forma extraordinaria no fue tanto, como dicen algunos, una vuelta al pasado, cuanto la necesidad de reequilibrar de modo íntegro los aspectos eternos, trascendentes y celestiales con los terrestres y comunitarios de la liturgia. Se buscaba ayudar a establecer eventualmente un equilibrio y armonía entre el sentido de lo sagrado y del misterio por un lado y los gestos externos y las actitudes y compromisos socio-culturales que se derivan de la liturgia.

Fue San Pío X quien atribuía a la liturgia la expresión “fuente primaria” del auténtico espíritu cristiano. La liturgia, podemos decir, está en el ojo del huracán, porque lo que se celebra es lo que se cree y lo que se vive: el famoso axioma Lex orandi, lex credendi.

Sin embargo, tal y como afirmó el Papa San Juan Pablo II: “La cultura europea da la impresión de ser una apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera” (Ecclesia in Europa, 9).

Tres libros

Para profundizar en estos temas, resulta recomendable, entre otras publicaciones, la lectura del libro de Alberto Soria Jiménez Los principios de interpretación del motu proprio Summorum Pontificum (Cristiandad, 2014) comentado por Jaime Alcalde Silva, profesor de la Universidad Católica de Chile.

También recomendamos el libro El cardenal Ferdinando Antonelli y la reforma litúrgica de Nicola Giampietro (Cristiandad, 2005) para tener una versión diferente de los objetivos inicialmente previstos y de los resultados obtenidos. Conocer algún día los diarios secretos de monseñor Annibale Bugnini serviría para comprender mejor qué fue realmente la reforma litúrgica postconciliar.

Finalmente, recomendamos el libro La reforma de la liturgia romana de monseñor Klaus Gamber, fundador del Instituto Litúrgico de Ratisbona (Ediciones Buen Combate, Colección Sacerdocio y Culto, Buenos Aires, 2013). En dicha obra, se hace hincapié en que es necesario ver, en la celebración de la Santa Misa, un culto que se rinde a Dios, una acción cultural solemne, en el centro de la cual está Dios y no el hombre.

Desde esta perspectiva, la liturgia se entiende sobre todo como un servicio sagrado realizado ante Dios; lo que también quiere decir, como escribió el Papa San Gregorio en sus Diálogos (IV, 60), que: “A la hora del sacrificio, el cielo se abre a la voz del sacerdote; que en este misterio de Jesucristo están presentes los coros de los ángeles, lo que está en lo alto se junta con lo que está abajo; que el cielo y la tierra se unen; que lo visible y lo invisible se funden en uno”.

Monseñor Klaus Gamber, a modo de conclusión, se pregunta: “¿Dos formas, la del antiguo y del nuevo rito, por qué no podrían subsistir pacíficamente la una al lado de la otra? Como en Oriente, donde existen numerosos ritos y liturgias y también en Occidente, donde todavía hoy, hay ritos particulares como en Milán”.

Sin embargo, esta no parece ser la dirección que ha tomado en estos tiempos la Iglesia Católica. Como es conocido, actualmente rige el motu proprio Traditionis custodes sobre el uso de la liturgia romana antes de la reforma de 1970, promulgado por el Papa Francisco el año 2021.

Novus Ordo

A continuación, quisiera compartir mi experiencia personal en estos días de vacaciones con mi familia por distintos lugares de culto, donde asistimos a Eucaristías celebradas con rigor y devoción según el misal romano promulgado por el Papa Pablo VI (Novus Ordo).

1. Misa en la Basílica del Pilar en Zaragoza

Iniciamos nuestro viaje familiar parándonos, como es costumbre en esta ruta, en la Basílica del Pilar en Zaragoza, para honrar a nuestra Madre.

La Santa Capilla de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza es un templete barroco construido entre 1750 y 1765 en el interior de la Basílica donde está alojada la columna (el “pilar”) sobre la que, según la tradición, se apareció la Virgen María al apóstol Santiago en el año 40, y la imagen de la Virgen que sostiene.

El espacio está concebido como un baldaquino dentro del templo situado bajo el segundo tramo de la nave central. El espacio interior, en el presbiterio, se sitúa el Altar que dispone al sacerdote a celebrar la misa Ad orientem, es decir, vuelto hacia Dios.

Al asistir ese día con mi familia a la misa Novus Ordo en dicha capilla, celebrada con todo rigor y devoción por el sacerdote, me vinieron a la mente algunas de las reflexiones del padre Alberto José González Chaves realizadas en una serie de artículos suyos sobre la misa tradicional como legado litúrgico de Benedicto XVI.

Afirma el padre González que “en la misa tradicional se mira al futuro de la Iglesia, en cuyo centro está la cruz de Cristo, como está en el centro del altar el Sumo Sacerdote al que la Iglesia contempla y adora hoy, como ayer y siempre. La mirada a Dios es determinante: todo se orienta a Él; por eso el sacerdote mira la cruz, o el tabernáculo, dirigido ad Dominum: ad Orientem”.

La Elevación del sacerdote en la Consagración.

Según el padre González, Benedicto XVI lamentaba que “el sacerdote dirigido al pueblo da a la comunidad el aspecto de un todo cerrado en sí mismo”.

El padre González nos recuerda que todos los pequeños y medianos trabajos de Ratzinger sobre cuestiones litúrgicas se reunieron en el Año Jubilar 2000 bajo el título El espíritu de la liturgia. Una introducción, del que casi todas las reseñas se centraron en un capítulo de 10 páginas sobre 250: “El altar y la orientación de la oración en la liturgia”.

Lo que dice Ratzinger era, en sustancia, lo siguiente: “La idea de que sacerdote y pueblo en la oración deberían mirarse recíprocamente nació sólo en la cristiandad moderna y es completamente extraña en la antigua. Sacerdote y pueblo ciertamente no rezan el uno hacia el otro, sino hacia el único Señor. Por tanto durante la oración miran en la misma dirección: o hacia Oriente como símbolo cósmico para el Señor que viene, o, donde esto no fuese posible, hacia una imagen de Cristo en el ábside, hacia una cruz o simplemente hacia el cielo”.

Según Ratzinger, tras la reforma litúrgica se ha perdido de vista lo que está en el centro: “La Cruz está en el centro de la liturgia cristiana, con toda su seriedad: un optimismo banal, que niega el sufrimiento y la injusticia en el mundo y reduce el ser cristiano al ser cortés, no tiene nada que ver con la liturgia de la Cruz”.

Predicando en la catedral de Westminster en 2010, Benedicto XVI dijo que el gran crucifijo que dominaba la nave recordaba que Cristo, “nuestro sumo y eterno sacerdote, une cada día a los méritos infinitos de Su sacrificio nuestros propios sacrificios”. 

2. Misa en el Monasterio de Leyre en Navarra

Proseguimos nuestro viaje familiar adentrándonos en Navarra hacia Yesa, donde tuvimos el inmenso gozo de asistir a la misa conventual Novus Ordo en el monasterio de San Salvador de Leyre, habitado por una dinámica orden de monjes benedictinos.

Dicho monasterio es un conjunto arquitectónico de estilo románico, levantado sobre un balcón natural de la falda sur de la sierra de Leyre desde donde se domina el valle del río Aragón. En un panteón de este monasterio descansan los primeros reyes de Pamplona.

Llama la atención el lema que mantienen dichos monjes derivado de la Regla de San Benito: “Nada se anteponga a la celebración de la Sagrada Liturgia, la Obra de Dios”.

Para los monjes de Leyre “todo el culto cristiano se tributa a Dios por medio de Jesucristo, mediador entre Dios y los hombres. La liturgia es el 'lugar' principal del encuentro con Dios por Cristo. La liturgia cristiana es siempre celebración de los misterios de Cristo, especialmente de su misterio pascual. En la santa liturgia, Cristo nos hace participes de su vida y de su salvación”.

Celebración en el monasterio de Leyre. Foto: Albert Cortina.

Su propuesta a los visitantes y creyentes de nuestro tiempo se refleja en la web del monasterio de la forma siguiente: “La santa liturgia debe celebrarse con puro y humilde corazón y con el mayor decoro y solemnidad posible. La belleza de la liturgia es expresión de la grandeza, sabiduría y bondad de Dios, un asomarse del Cielo sobre la tierra. En nuestro monasterio de Leyre conservamos vivo el tradicional canto gregoriano, porque 'es parte integrante de una liturgia solemne' (Vaticano II). En efecto, el gregoriano está lleno de inspiración artística y de unción religiosa. Heredero del canto de las primeras comunidades cristianas, el canto gregoriano se irá convirtiendo a partir del siglo VIII en la expresión musical de la fe cristiana en Occidente y el más logrado comentario musical a la Palabra de Dios. Dado su interés cultural, también ha sido declarado patrimonio de la humanidad”. 

3. Misa en la catedral de Pamplona

Siguiendo la ruta de nuestro viaje familiar, llegamos a la bella ciudad de Pamplona. Ese día, 12 de agosto, coincidía con el séptimo aniversario de la muerte de mi madre y quisimos rezar por ella en la catedral metropolitana de Santa María la Real.

A primera hora de la mañana, asistimos a Laudes y acto seguido a la misa capitular Novus Ordo celebrada íntegramente en latín en el altar mayor del bello edificio gótico de la catedral.

Catedral Metropolitana de Santa María la Real en Pamplona. Foto: Albert Cortina.

Posteriormente, tuvimos con mis hijos Anna y Àlex una interesante conversación sobre el uso del latín en la misa.

Para reforzar mis argumentos, me fueron muy bien las reflexiones del padre Alberto José González Chaves al respecto: “La pregunta es: ¿de verdad el latín estorba? ¿De verdad la gente es incapaz de comprender la Misa tradicional y es capaz de comprender el Novus Ordo? Aunque la escuchemos en la propia lengua, ¿comprendemos lo que realmente acaece en la Santa Misa? ¿De veras la lengua vernácula ha ayudado a un aumento de fe en la transubstanciación?".

Según opina el padre González, “la gente no entiende la Misa en latín. ¡Pero tampoco en vernácula! La ‘comprensión’ que de la Misa tienen hoy muchos católicos es subjetiva y superficial, porque para ‘comprender’ (dejando aparte que es imposible comprender el mysterium fidei) se necesita algo más que la lengua vernácula. También el Novus Ordo precisa una catequesis más ortodoxa y una predicación más sólida de las que hoy se ofrecen a los fieles. En sí misma, la lengua vernácula no contribuye a crear una conciencia profunda sobre la transubstanciación y la adoración al Santísimo Sacramento”.

Por otra parte, según el padre González, "la precisión doctrinal del latín preserva la ortodoxia de un texto litúrgico no sujeto a modas ni a vicisitudes temporales o sociológicas. En su monumental encíclica Mediator Dei, el Venerable Pío XII recuerda que ‘el uso de la lengua latina… es un signo manifiesto y bello de unidad, como también un antídoto efectivo contra cualquier corrupción de la verdad doctrinal’. El Vaticano II quiso preservar el latín en los ritos latinos. En la víspera de la apertura del Concilio, con la constitución apostólica Veterum Sapientia, San Juan XXIII recordó que si las verdades católicas fueran confiadas a lenguas modernas sujetas a cambio, su sentido no quedaría de manifiesto con suficiente claridad. La misa en latín nos recuerda, además de la primacía del Pontífice romano, que pertenecemos a una comunión universal, católica. El Papa Pio XI dijo en su carta Officciorum Ominum de 1922: ‘La Iglesia, porque abarca a todas las naciones y está destinada a perdurar hasta el final de los tiempos, requiere, por su verdadera naturaleza, de una lengua que sea universal, inmutable y no vernácula’. Y San Juan Pablo II escribió en 1980 en Dominicae Coenae que ‘la Iglesia romana tiene una deuda especial hacia el latín, la espléndida lengua de la antigua Roma, y debe manifestarla en todas las ocasiones que se le presenten’. Aunque algunos fieles (no tantos como nos quieren hacer creer) no sean amigos del latín, sería completamente contrario a la mente de la Iglesia afirmar que la Misa debería celebrarse totalmente en lengua vernácula. Trento declaró: ‘Si alguno dice… que la Misa debe ser celebrada sólo en lengua vulgar… sea anatema’ (Sesión XXII, canon 9). Es llamativo que el Concilio haga esta puntualización con un anatema en un canon dogmático y no en un decreto disciplinar. Y sin embargo de todo lo antedicho, hoy sufrimos en la Iglesia una verdadera damnatio del latín, que, arrastrando consigo al gregoriano, ha hecho que éste ya no se escuche en iglesias, monasterios y seminarios, sino en conciertos profanos, convertido en un vehículo de lucro ajeno a la fe”.

Aunque, como hemos visto, hay lugares donde se preserva de forma maravillosa la misa Novus Ordo en latín acompañada de bellos cantos gregorianos.

4. Misa en el santuario de Lourdes

Nuestro viaje familiar terminó en la peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes en Francia la vigilia y el día -15 de agosto- que la Iglesia celebra la Asunción de la Santísima Virgen María al cielo.

El complejo del Santuario incluye las basílicas de la Inmaculada Concepción, la de Nuestra Señora del Rosario y la de San Pío X, así como la gruta de las apariciones, donde la Virgen se presentó ante Bernadette Soubirous diciendo que ella era la Inmaculada Concepción.

Esos días asistimos a varias misas según el rito Novus Ordo en distintos lugares de culto dentro del Santuario. Especialmente remarcable fue la misa solemne de la festividad de la Asunción celebrada en la explanada ante miles de peregrinos, buena parte de ellos de países africanos y de la India. En dicha Santa Misa se combinaron armoniosamente el latín, el francés, así como distintas lenguas vernáculas. También cabe destacar la música, los canticos y los himnos elegidos para esa ocasión, que resultaron de una gran belleza.

Gruta de las apariciones en el Santuario de Lourdes. Foto: Albert Cortina.

Sin embargo, quiero destacar el silencio y el sentimiento de profunda adoración que se sentía en todas las celebraciones y actos en el Santuario. Especialmente, me llamó la atención los gestos y la actitud de humildad -arrodillándose ante el Señor- de los peregrinos procedentes de países africanos.

Tal y como nos recuerda el padre  Alberto José González, “para Benedicto XVI es intrínseca la relación entre Eucaristía y adoración, que es como el ‘ambiente’ espiritual dentro del cual la comunidad puede celebrar bien. La liturgia debe ir precedida, acompañada y seguida de una actitud interior de fe y de adoración porque en la Eucaristía, Quien viene a nuestro encuentro y desea unirse a nosotros es el Hijo de Dios, y 'ante Cristo crucificado todo el cosmos, el cielo, la tierra y el abismo, se arrodilla' (cfr. Fl 2, 10-11)… La humildad de Dios, el amor hasta la cruz, nos demuestra Quién es Dios. Ante Él nos ponemos de rodillas, adorando. Estar de rodillas ya no es expresión de servidumbre, sino precisamente de la libertad que nos da el amor de Dios, la alegría de estar redimidos'. De aquí la lección silenciosa de Benedicto XVI sobre la comunión dada en la boca y de rodillas, ya que la comunión en la mano es algo permitido por un indulto, es decir, un acto de duración limitada, que en cambio se ha convertido en regla, con la consiguiente minusvaloración de la sacralidad del gesto y de la propia presencia real”.

Prosigue el padre González en su reflexión: “Existen ambientes, no poco influyentes, que intentan convencernos de que no hay necesidad de arrodillarse. Dicen que es un gesto que no se adapta a nuestra cultura (pero ¿cuál se adapta?); no es conveniente para el hombre maduro, que va al encuentro de Dios y se presenta erguido... Puede ser que la cultura moderna no comprenda el gesto de arrodillarse, en la medida en que es una cultura que se ha alejado de la fe, y no conoce ya a Aquel ante el que arrodillarse es el gesto adecuado, es más, interiormente necesario. Quien aprende a creer, aprende también a arrodillarse. Una fe o una liturgia que no conociese el acto de arrodillarse estaría enferma en un punto central”.

Finalmente, el padre González nos indica como gesto adorante, no sólo la postración: también el silencio. El silencio profundo de un millón de jóvenes ante el Santísimo Sacramento en Colonia fue inolvidable para Benedicto XVI, quien diría: “Aquel silencio orante nos unió, nos dio un gran consuelo. En un mundo en el que hay tanto ruido, tanto extravío, se necesita la adoración silenciosa de Jesús escondido en la Hostia”. En la Misa tradicional, el “silencio” del Canon Romano y de la consagración recuerda que el mundo estuvo silencioso durante la crucifixión. Sólo el tímido sonar de las campanillas atraviesa ese sacrum silentium, anunciando la elevación de la Hostia y el Cáliz.

A pesar de los miles de peregrinos y enfermos que llenaban los distintos lugares del Santuario de Lourdes el día de la festividad de la Asunción, el silencio y la actitud de adoración fueron la nota a destacar, guiados por nuestra Madre, la Santísima Virgen María que siempre nos muestra el camino correcto hacia Jesús. 

Conclusión

Tal y como sugería Benedicto XVI, es fundamental que en estos tiempos de pérdida de la fe en muchos católicos, el Novus Ordo se deje influir por el Vetus Ordo en aquello que refleja la gran visión teológica de la Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II. 

En la celebración según el Misal romano promulgado por el Papa Pablo VI (Novus Ordo) se puede manifestar, en un modo más intenso de cuanto se ha hecho a menudo hasta ahora, aquella sacralidad que atrae a muchos -sobre todo a bastantes jóvenes- hacia el uso antiguo o tradicional (Vetus Ordo).

Según creía Benedicto XVI, la garantía más segura para que la misa celebrada según el rito romano ordinario según el misal de Pablo VI, pueda unir a las comunidades parroquiales y sea amado por ellas consiste en celebrar con gran reverencia de acuerdo con las prescripciones; esto hace visible la riqueza espiritual y la profundidad teológica de este Misal. Ambas formas (Vetus Ordo y Novus Ordo) las recibimos de la Iglesia; no debería haber rechazos. Sería magnífico que cada cual pudiese escoger el modo que más le ayuda a celebrar y nutrir su fe. Ello contribuiría a mantener la riqueza de la Santa Liturgia católica también en nuestro tiempo.

Tal y como afirman eminentes teólogos, si la liturgia es fundamental para la vida de la Iglesia, su verdadera renovación es necesaria para renovar la Iglesia, pues “en el trato que demos a la liturgia se decide el destino de la fe y de la Iglesia”, ya que “detrás de las diversas maneras de concebir la liturgia hay… maneras diversas de entender la Iglesia y, por consiguiente, a Dios y las relaciones del hombre con Él. El tema de la liturgia no es en modo alguno marginal: tocamos aquí el corazón de la fe cristiana”.