“Caballeros” porque estos dos provocadores demostraron siempre educación, exquisita sensibilidad y finura de espíritu. “De Gracia” por su ingenio, su genio, su artisteo y su arte, su espontaneidad sin límites, su sentido del humor y su vocación transgresora. “Enfants terribles” que finalmente acogen la Gracia con mayúsculas, después de su sórdido descenso a los infiernos. También porque Fabio de Miguel reconoce pasar sus días en el Oratorio de Caballero de Gracia de Madrid, en Gran Vía 17.
Con Cristo puede acabar el artisteo y el petardeo pero empieza el Arte con mayúsculas. Puede cambiar el sentido del humor, para liberarlo de cinismo y transgresión vacía, y pasar a vivir las paradojas e ironías más profundas. No hay nada más contracultural hoy día que pertenecer a Cristo y expresarlo. La Movida madrileña rompió todos los límites. Una vez sobrepasado todo límite, en el escenario cultural actual no hay nada más provocador que ser cristiano, que atreverse a levantar la mirada al Cielo para cantar la belleza y el poder del Creador, de quien proviene todo arte. No hay nada más novedoso que dejar de mirarse a uno mismo, dejando de lado todo petardeo y postureo.
Por algo Fabio McNamara prefiere llamarse ahora Fabio de Miguel. Y es que su mejor versión es la actual, la más interesante, la más llena de arte y de gracia. La más luminosa y también la más divertida. Para que digan que Dios no tiene sentido del humor. El icono del gay power de los 70 y 80, el artista más representativo del underground de la Movida madrileña, arrodillado ante la Eucaristía, pasa sus días en el oratorio de Caballero de Gracia consolando el corazón de Cristo e intercediendo por tantos. Dice que Jesús Eucaristía es su medicina. No solo para su alma sino también para su cuerpo enfermo. Mucho amó al que mucho se le perdonó. Fabio tiene una personalidad fascinante (pintor, cantante, poeta y compositor); mucho talento recibido de lo Alto. Un genio que siempre ha roto las reglas de lo políticamente correcto.
De Oscar Wilde, al margen de polémicas sobre si se convirtió al final de su vida o no, me tocó profundamente la lectura de La balada de la Cárcel de Reading, que leo y releo. Y eso que pierde en la traducción. Intuyo que por esa obra de arte sublime, por ese grito desgarrado, Cristo le ha salvado y ha salvado a muchos “malditos” que, como el buen ladrón, esperaban su muerte olvidados por todos en la gélida cárcel de Reading. “Un corazón quebrantado y humillado no lo despreciará el Señor” (Sal 51[50], 19). Toda la balada podría resumirse en este verso: “¿Cómo, salvo a través de un corazón roto, podría entrar Cristo el Señor?” Siento su cercanía a modo de sonrisa. Quizás porque de vez en cuando rezo por su alma y su salvación eterna y él me lo agradece de un modo misterioso.
Quizás fue él quien me acercó a la figura de Fabio de Miguel. Encontré por casualidad su testimonio en internet. No es vehemente sino entrecortado y sereno. Sublime. Me cautiva la frescura con la que habla de su amor a Cristo y a la Virgen, su relación con las almas del purgatorio, su intercesión silenciosa por la conversión de sus amigos, su pasión por los libros de María Valtorta, su fe en la Eucaristía y la confesión, sus viajes a Lourdes llevando amigos enfermos que no creen, su devoción por los santuarios marianos, terreno santificado por la presencia de la Virgen, su valentía hablando del Cielo y el Infierno, el juicio y la vida eterna, su claridad sobre la existencia de Satanás y el pecado, etc, etc. Así que rápidamente compré la Fabiografía que escribieron él y Mario Vaquerizo en 2014. La leí de corrido y me gustó. Pero eché en falta el último capítulo de su biografía, el más interesante. Su testamento espiritual. Su historia de amor con Cristo.
Crónicas de la Movida Madrileña hay varias, aunque quizás la Fabiografía sea una de las más completas por la inmensa cantidad de datos que aporta y la valentía que demuestra al desmitificar en parte aquella época en la que, además de arte, hubo muchísima droga y autodestrucción. Lo que ellos llaman “killerío”. Es un libro fresco, espontáneo, divertido y también políticamente incorrecto y valiente. Los datos que apuntan hacia su conversión recorren todo el relato, pero a pesar de su indiscutible mérito, creo que está incompleta. Le falta su capítulo clave.
Fabio no quiere hacer ruido. Al enfant terrible del glam y el rock&roll, acostumbrado a una espontaneidad sin límites en el escenario, parece que le cuesta dar testimonio. Lo entiendo. No es lo mismo el artisteo que el Arte. Cuidado con echar las perlas a los cerdos. Pero su testimonio me parece sublime. Y me muero por saber qué es lo que pinta ahora. Qué y cómo se expresa ahora. A qué dedica sus días. Cómo es su vida con su Esposo del Alma. Con Él siempre hay cruz pero también resurrección, alegría, consuelo y luz. Cristo, para alguien con el talento de Fabio, tiene que ser una fuente de inspiración constante.
Intuyo que a través de su actual vida silenciosa y dedicada la adoración eucarística está co-redimiendo con Cristo todo ese submundo sórdido que él conoce mejor que nadie, en el que hubo, como él dice, de todo. También amigos maravillosos. ¿ A cuántos de esos amigos que se llevó por delante la mitificada “Movida madrileña” salvará el Señor por su conversión y su oración? Él mismo dice en el libro que cree que las Costus están ahora mismo mejor que nosotros, porque están en el Cielo o en el Purgatorio. Por eso, si me lees, te pido que escribas el último capítulo de tu vida. Lo estamos esperando.
Colorín, colorado, tu cuento no se ha acabado.