Que España está sufriendo una grave crisis sanitaria, económica, social, moral y religiosa está claro. Voy a reflexionar sobre lo que pienso que es un muy grave problema de nuestra sociedad actual.
Hace pocos días me decía un amigo, buen católico: “Tenemos una sociedad muerma, están pasando cosas muy graves y la gente no reacciona”. Y es que, por lo que parece y se sabe, los auténticos poderes de este mundo, es decir los Ford, Rockefeller, Bill Gates, Soros, Planned Parenthood, New Age, la masonería y el feminismo radical se han propuesto fundamentalmente dos cosas: reducir drásticamente la población mundial y privarnos de nuestros puntos de referencia y, por tanto, de apoyo, a fin que seamos individuos aislados y, en consecuencia, fácilmente manipulables. Para ello tratan de cambiar los valores que han sustentado hasta hace poco nuestra civilización occidental, desmantelando especialmente las normas sexuales y tratando de destruir el matrimonio y la familia. Pero para conseguir sus objetivos se encuentran con dos obstáculos que se interponen en su camino: la familia y el cristianismo, y, muy especialmente, la Iglesia católica.
Siempre me ha parecido claro que lo mejor para un niño es nacer y crecer en una familia unida, estable y cristiana, donde el niño aprende a amar no porque le den lecciones, sino simplemente porque sus padres se quieren y el niño lo percibe y experimenta. El matrimonio y la familia son ciertamente el fundamento básico de la sociedad, su célula primordial, el núcleo fundamental de la convivencia humana, el lugar privilegiado de aprendizaje de los valores morales, espirituales y religiosos, lo que permite crear el espacio adecuado donde el amor, la educación y el desarrollo integral de la persona pueden realizarse de la mejor manera posible. La familia se basa en la unión conyugal y en el amor procreador y estable del matrimonio, ya que constituye la mejor estructura de acogida para los niños, pues tiene una vocación de permanencia que es la que da a los hijos esa convivencia duradera que necesitan.
Pero como de lo que se trata es de disminuir la población, la lucha contra la vida empieza ya antes del nacimiento con el aborto, lo que conduce a la infelicidad a tantas mujeres víctimas del síndrome postaborto. Un sacerdote me contó que un día un proabortista le increpó: “A vosotros, ¿qué se os ha perdido en el aborto?” El cura le respondió: “Es que a nosotros nos toca tratar de recomponer a las mujeres que vosotros habéis deshecho”.
El siguiente paso es tratar de quitar a los padres el derecho a educar a sus hijos según sus convicciones, para iniciar su corrupción con una educación sexual aberrante, tipo Skolae de Navarra, que muchos padres rechazan, porque desde la más tierna infancia les inician en juegos erótico sexuales. Continúa en épocas posteriores con la total ausencia de normas morales, salvo el rechazo de la violencia y el procurar evitar enfermedades sexuales y embarazos, aunque si esto sucede... para algo está el derecho a abortar. En cuanto a la pornografía y la masturbación, tan solo hay que procurar no causen sentimientos de culpa, procurando dejarles vía libre si pensamos que es eso lo que están haciendo. A las relaciones sexuales de adolescentes, nada que objetar.
¿Qué se consigue con todo esto? Pues crear monigotes sin fuerza de voluntad y, por tanto, fácilmente manipulables.
En el mundo adulto el lesbianismo es la relación ideal, por no suponer dominio del hombre sobre la mujer, ni posibilitar la procreación. En cuanto al matrimonio homosexual el cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, se opone a la consideración de la unión homosexual como matrimonio, porque está en juego la identidad y la supervivencia de la familia, y porque priva a los niños de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre.
Entre adultos debe darse permisividad absoluta, incluso en caso de promiscuidad, pues el fin de la sexualidad es el placer físico. Se rechaza el matrimonio, la familia y la religión, porque son vínculos sociales que deben romperse si hay que seducir a las personas con el cebo de la libertad absoluta y de la libre gratificación sexual. La lucha de clases del marxismo pasa a ser ahora la lucha de sexos en el matrimonio, siendo en él el marido el explotador y la mujer la oprimida.
Y por último una breve referencia a la eutanasia. Todos aquellos que voten a favor de ella son sencillamente unos criminales, pues, como prueba la experiencia de los países donde ya está aprobada, corremos el riesgo de ser asesinados, incluso contra nuestra voluntad expresa.
Tengo la impresión que muchísima gente ignora la gravedad de los problemas a los que debemos hacer frente, en buena parte porque los que debiéramos abrir los ojos a los demás no lo hemos hecho, pero también en parte porque muchos de los que están afectados no quieren problemas, Al fin y al cabo, mientras pueda pedir otra de gambas... para qué preocuparme.
En el curso del artículo he hablado sobre el obstáculo que presenta la familia a esta ideología perversa. Queda pendiente el tema de la Iglesia católica.