El cuarto domingo de Pascua es el domingo de Jesucristo, Buen Pastor. Una imagen preciosa de Jesucristo, con la que Él mismo quiso identificarse. Existe toda una tradición bíblica que aplica a Dios esta imagen de providencia, ternura, cuidado amoroso de Dios. Es célebre la expresión del profeta Jeremías: “Os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y experiencia” (Jr 3,15). Y el profeta Ezequiel arremete contra los malos pastores: “¡Ay de los pastores que se apacientan a sí mismos!” (Ez 34,2) para llegar a la conclusión de que será Dios mismo quien apaciente su rebaño: “Yo mismo cuidaré de mi rebaño… las apacentaré en buenos pastos” (34,11ss).
Por eso, cuando Jesús se presenta a sí mismo como el Buen Pastor, los oyentes le entienden perfectamente de qué está hablando: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas” (Jn 10,11). Jesús se identifica una vez más con Dios, que viene a ser el pastor de su pueblo. Y tomando esta imagen se entretiene en describir cuál es su misión de cuidar las ovejas, de dar la vida por ellas en contraste con el asalariado, que no le importan las ovejas y huye cuando llega el peligro.
En el evangelio de este domingo (ciclo C), brevemente Jesús señala un aspecto muy importante de su misión redentora: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen” (Jn 10,27). Se da, por tanto, un conocimiento mutuo. Jesús conoce a sus ovejas y las ovejas le conocen a Él; se trata de un conocimiento lleno de amor. Y añade “Mi Padre me las ha dado… y nadie puede arrebatarlas de mi mano” (Jn 10,29). Nadie nos puede separar de Jesús, a no ser que nosotros le diéramos la espalda. Pero queriendo estar con Él, nada ni nadie nos podrá separar, porque es Dios Padre quien nos ha puesto en su mano.
A la luz de esta imagen de Jesús buen pastor, celebramos en este domingo la Jornada mundial de oración por las vocaciones y las vocaciones nativas, con el lema: Di sí al sueño de Dios. Tantas veces pensamos que la vocación es un proyecto personal de futuro, algo que uno elige libremente. Y todo eso es verdad, pero la Jornada nos invita a caer en la cuenta que toda vocación es ante todo una iniciativa de Dios, es un “sueño de Dios”. Dios tiene un proyecto de amor para cada uno de nosotros, eso es la vocación. Se trata, por tanto, no sólo de decidir qué es lo que más me gusta, por dónde me siento atraído. Sino de preguntarse cuál es el sueño de Dios para mí.
Cada uno hemos venido a la existencia como un proyecto amoroso de Dios, y Dios quiere siempre para cada uno de nosotros lo mejor, lo que realmente me va a hacer feliz. Acertar con ese proyecto de Dios es todo un arte, y es una tarea de discernimiento que se realiza especialmente durante la juventud. “Señor, qué quieres de mi”, es la pregunta de quien se ha encontrado con Jesucristo y quiere cumplir la voluntad de Dios en su vida.
A este propósito el Papa Francisco se dirige a los jóvenes para esta Jornada: “No seáis sordos a la llamada del Señor. Si Él os llama por este camino no recojáis los remos en la barca y confiad en Él. No os dejéis contagiar por el miedo, que nos paraliza ante las altas cumbres que el Señor nos propone. Recordad siempre que, a los que dejan las redes y la barca para seguir al Señor, él les promete la alegría de una vida nueva, que llena el corazón y anima el camino”.
Necesitamos respuesta de jóvenes, chicos y chicas, para las distintas vocaciones en la Iglesia. Necesitamos sacerdotes, que prolonguen al buen pastor. Necesitamos el corazón y la vida entera de muchas mujeres y hombres, que entregando su vida a Jesús como verdadero esposo, sirvan a la Iglesia y a toda la humanidad en tantos campos en donde se necesita relevo. Necesitamos hombres y mujeres especialmente en los territorios de misión para que la Iglesia quede implantada con vocaciones nativas.
Oremos en este día por las vocaciones. Que Dios siga llamando y que los jóvenes sean generosos para decir sí al sueño de Dios.
Publicado en el portal de la diócesis de Córdoba (España).