El domingo fue día de elecciones en Italia, y aunque el sábado era jornada de reflexión, en Repubblica apareció una larga entrevista al cardenal Bassetti, presidente de los obispos italianos: “Separar a los fieles del Papa es una maniobra equivocada y contraproducente... Nadie separará a los católicos del Papa... No basta con proclamarse creyente para convertirse en De Gasperi. Acoger a los inmigrantes no es una obra piadosa, sino una necesidad democrática y una prioridad cívica”. Aunque es cierto que no aparecen nombres, que no está escrita la palabra Salvini, la referencia a la Liga y a su jefe es evidente para cualquiera.
Llegados a este punto, la pregunta es: ¿puede un católico votar a alguien que intenta indisponer a los fieles contra el Papa? Ciertamente no. Con ocasión de las celebraciones litúrgicas de Pentecostés, la conferencia episcopal del Lazio decidió que todos los párrocos leyesen una carta dirigida a los fieles. Una iniciativa insólita. Por otra parte, se comprende el deseo de los pastores de abrir el corazón de los católicos a la esperanza en un tiempo en el que esta virtud teologal cotiza decididamente a la baja (“Solamente en la esperanza estamos salvados”: Rom 8, 24).
De hecho, las lecturas de Pentecostés resumen toda la historia de la salvación, llegando a la maravillosa epifanía del Espíritu que cae sobre los apóstoles reunidos en el cenáculo “como una ráfaga de viento impetuoso” y se posa sobre cada uno de ellos en forma de “lenguas de fuego” (Hech 2, 2-3). Un evento prodigioso. Un hecho que transforma la vida de todos los apóstoles, porque los hace libres, victoriosos sobre el miedo que hasta entonces les había paralizado, y los transforma en los intrépidos heraldos del Evangelio que conocemos.
A decir verdad, el mensaje de los obispos no parecía referido al grandioso plan de salvación elaborado por Dios para nuestro bien. No parecía un canto de alabanza a Dios: “Por desgracia, en los últimos meses las tensiones sociales en el interior de nuestros territorios, ligadas al preocupante incremento de la pobreza y de las desigualdades, han alcanzado niveles preocupantes. Querríamos estar junto a todos los que viven en condiciones de pobreza: jóvenes, ancianos, familias, discapacitados de diverso tipo, personas con problemas mentales, desempleados y trabajadores precarios, víctimas de las numerosas dependencias de nuestro tiempo... Sabemos bien que en todas estas dimensiones del sufrimiento no hay diferencia: italianos o extranjeros, todos sufren del mismo modo. Precisamente a ellos se dirige la atención del corazón de los creyentes y –creedlo– la opción fundamental de nuestras preocupaciones pastorales... De ciertas afirmaciones que parecen estar ‘de moda’ podrían nacer semillas de intolerancia y de racismo que, en cuanto discípulos del Resucitado, debemos rechazar con energía”. También en este caso, el destinatario a quien no se nombra (salvo en la mención a tiempos oscuros impregnados de intolerancia y racismo), pero indudable en cualquier caso, es la persona de Salvini y la Liga que él representa.
Hay que decirlo: la intervención del cardenal Bassetti, la imposición de la lectura en todas las iglesias del Lazio de una carta que no tenía nada de Pentecostés, y todo ello en jornadas, podrían hacer pensar que los obispos italianos se han situado en contraposición abierta con los deseos del Santo Padre, que no quiere ni oír hablar de obispos dirigistas. En esta legislatura hemos tenido un líder que hace referencias públicas a María y al Rosario [Matteo Salvini]. En la pasada legislatura tuvimos un líder católico [Matteo Renzi] (no divorciado, buen marido y buen padre de familia) que, en nombre de los derechos de los homosexuales, consiguió que se aprobase un pseudo-matrimonio homosexual, además de un testamento vital que de católico no tiene nada. Sin embargo, en ambos casos ningún obispo (salvo los dos o tres de siempre) hizo escuchar su voz para impedir que también en Italia, la patria del catolicismo, se aprobasen leyes frontalmente contrarias a la vida y a la Revelación. En aquellos meses, los laicos intentaron, con grandes sacrificios personales, con grandísima generosidad, con gran ímpetu de fe y de esperanza, detener la deriva legislativa deseada por el católico Renzi. Frente al esfuerzo, la fatiga y el coste económico soportado por las familias italianas, se asistió al silencio (cuando no a la abierta oposición) de las jerarquías italianas y vaticanas. Ahora Bassetti recuerda a quien corresponda “que nadie separará a los católicos del Papa”. ¿Seguro que los obispos no tienen ninguna responsabilidad en ello?
Angela Pellicciari es autora de La verdad sobre Lutero, Una historia de la Iglesia y I Papi e la massoneria [Los Papas y la masonería].
Publicado en el blog de la autora.