La ciudad de Valladolid ha recuperado su grandeza, al menos durante unas horas. La que fue sede de grandes reyes en la época más gloriosa de España ha vivido este domingo un hecho único en su historia: la beatificación, de un joven jesuita, el P. Bernardo Francisco de Hoyos, nacido en un pequeño pueblo vallisoletano en 1711 y fallecido en «la» ciudad en 1735. Hasta el clima respetó el acontecimiento, en medio de un lluvioso fin de semana. Veinte mil personas acudieron a la Misa de beatificación, celebrada junto a los jardines de Campo Grande.
 
Para hacer justicia, hay que contar a miles de españoles cómo terminó la Misa de beatificación. El segundo canal público de televisión «la dos de TVE», cumpliendo mínimamente su vocación de servicio público, o sea, de servicio a toda la sociedad, ofreció a las 10.30 la ceremonia de beatificación, primera beatificación en la ciudad del Pisuerga. Pero, pequeño «fallo de cálculo», cálculo que se podía haber realizado con una sencilla búsqueda en Google, el evento desbordó el tiempo previsto (una hora). Y a la mitad de la Misa, con buenas palabras, «lamentaron profundamente» tener que interrumpir la transmisión.
 
Amén del pequeño error de cálculo, no está de más comparar esta retransmisión con la de un partido de fútbol alargado por una prórroga, una carrera de Fórmula 1 alargada por la lluvia, o la etapa de una vuelta ciclista en la que los deportistas han corrido a un ritmo más lento de lo esperado. «El público manda», dirán algunos, pero no deja de ser un reflejo de cómo ciertos grupos forman a la sociedad. El público manda, pero el público ve lo que le echan en la tele, y nunca mejor dicho eso de echar.
 
Después del corte de la transmisión, señores televidentes que os dejaron a medio vestir, continuó la Misa, se repartió la comunión a los miles de asistentes que llenaban la Plaza de Colón y el paseo de Zorrilla, y monseñor Ricardo Blázquez, el nuevo arzobispo de la ciudad, agradeció a monseñor Amato la beatificación y recordó algunas características de este pequeño gran miembro de la Compañía de Jesús.
 
Volvamos al tema inicial, dejando un poco de lado la desconsideración que, me temo, repetirá el segundo canal público de televisión este próximo domingo, ¿quién era el P. Hoyos y por qué es tan importante para este siglo XXI? Yo le calificaría como «el gran psicólogo». Su mensaje espiritual, su «descubrimiento», se resume en tres palabras: «Dios tiene Corazón». En torno a 1730 introdujo en España la devoción al Sagrado Corazón, y nos transmitió la promesa de Jesucristo: mi corazón reinará. De aquí han surgido focos de espiritualidad como el Santuario de la Gran Promesa, en la misma ciudad de Valladolid, o el Cerro de los Ángeles.
 
¿Por qué le califico de gran psicólogo? El P. Bernardo entendió, de la mano de grandes maestros espirituales como Margarita de Alacoque o Claudio de la Colombiére, la gran necesidad del hombre, de su tiempo y del nuestro: amar y ser amado; mejor dicho, ser amado y amar. En esta frase se reducen y condensan los gruesos tratados de psicología que, empezando por Freud, intentan explicar y solucionar los grandes dramas del ser humano. Ser amado y amar, eso es lo que busca el hombre, cristiano, indiferente, agnóstico o ateo, rabino judío, musulmán, Papa, obispo, monje católico o monje tibetano.
 
No trato con esto de desprestigiar o despreciar a psicólogos y psicologías. Cada cosa en su justa medida, y en su favor está la insistencia (aunque algunos lo olvidan), de que el hombre además de cuerpo es psique, alma, espíritu.
 
Los grandes humanismos, o pseudohumanismos del siglo XIX, como el marxismo y el utilitarismo, han intentado solucionar el problema del hombre prescindiendo de Dios y prescindiendo del amor. El motor de la historia es la lucha de clases, las condiciones socioeconómicas, o el cálculo del mayor bien posible para el mayor número de personas. Teorías todas que, con el devenir de los acontecimientos, nos han enseñado el mar en el que desembocaban: la revolución rusa, la revolución nacista, la guerra fría, el salvaje capitalismo… ¿No será ésta la hora de volver al corazón, de regresar al amor, de redescubrir que Alguien nos ama, y de ahí sacar fuerzas para también vivir el amor nosotros?