Aunque pueda parecer extraño, otros de los implicados en la cuestión del aborto somos los sacerdotes. Recuerdo que un amigo mío me contó que en cierta ocasión un abortista le increpó diciéndole: “No sé por qué los sacerdotes os implicáis tanto en la cuestión del aborto, cuando ni os va ni os viene”, a lo que mi amigo contestó: “Es que a nosotros nos toca intentar arreglar a las mujeres que vosotros habéis dejado deshechas”.
No sé si síndrome postaborto lo tienen todas las mujeres que han abortado. Pero que existe es para mí absolutamente indiscutible Puede que haya quien no lo tenga o sólo después de bastantes años. A mí me llamó mucho la atención una que me dijo: “Hace veinte años que cometí un aborto. Hoy me he dado cuenta de que hice un crimen”.
Para mí, una de las características de este pecado es que, mientras en la mayor parte de los pecados, muchos, con el tiempo, se van difuminando, en éste, por el contrario, su recuerdo se hace cada vez más vívido.
Cuando el o la penitente te llegan al confesonario sabes que tu tarea es doble: por una parte absolverles de su pecado y devolverles la gracia y, por otra, intentar que recuperen su autoestima.
La absolución de su pecado es tremendamente importante. El objetivo de todo sacerdote es seguir a Jesucristo y salvar almas: hacerles ver que Dios perdona, que pueden volver a recibir la Sagrada Comunión y que pueden volver a mirar a los demás cara a cara, pese a su pecado, sin sentir vergüenza, porque, si Dios les ha perdonado, ¿quiénes somos los demás para echarles en cara su pecado? Y desde el punto de vista del sacerdote, el darte cuenta de que Dios se sirve de ti como instrumento de su gracia es una de las sensaciones más maravillosas que puedes tener.
Pero aunque la paz con Dios y la recuperación de la gracia sean ciertamente lo más importante, también hay que procurar erradicar los efectos del síndrome postaborto. Aquí hay ciertamente una frase del Padre Nuestro que hemos de tener muy en cuenta: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos han ofendido”. El pecador debe, con la ayuda de la gracia, perdonarse a sí mismo y también, aunque le sea más difícil, perdonar a todos aquellos que le han empujado a la mala acción, aunque recordando la frase de Jesús: “Astutos como serpientes, sencillos como palomas” (Mt 10,16). Dicho de otro modo: si alguien me estafa, puedo perdonarle, pero desde luego no volveré a tener negocios con él.
Por supuesto, el sacerdote debe procurar tener una colaboración activa con los grupos provida. Es muy recomendable para el penitente que participe en la lucha contra el aborto. Curiosamente, muchos de los grandes activistas han sido notorios abortistas. Cuando yo daba clases, hablaba a mis alumnos del Dr. Nathanson, quien dirigió el mayor centro abortista del mundo. Por puras razones científicas, llegó a la conclusión que su trabajo era asesinar y pasó a ser un referente provida. Dios le premió concediéndole la fe y el bautismo pocos años antes de su muerte.
En mis años en Medjugorje, cuando me iba llegaban a hacer un cursillo un grupo de médicos ucranianos, muchos de ellos abortistas. Hubo algunas conversiones, especialmente una, la primera jefe de grupo que declaró: “Hoy, subiendo al monte, cada vez que pisaba una piedra, tenía la impresión de que estaba pisando los huesos del cráneo de los niños que hemos matado”.
Por último la película Unplanned es la historia de Abby Johnson, la directora de un centro abortista que pasa a ser activista provida.