Seguramente hemos oído hablar de los mitos de la Biblia, pero ¿de qué se trata exactamente?
Los mitos, muy frecuentes entre los pueblos primitivos, suelen ser explicaciones de costumbres, conocimientos o reflexiones sobre los grandes problemas de la Humanidad, y consisten en narraciones en las que se trasladan a seres extraterrestres actividades y reacciones humanas. Así, por ejemplo, en Gen 3, 8, Dios se pasea por el jardín a la hora de la brisa.
Es muy distinto decir que una tormenta se produce por efecto de la ira divina, lo que sería un mito, que el tomar conciencia de un poder extraterrestre ante la contemplación de la fuerza de un huracán. Los antiguos hacían generalmente lo primero, mientras hoy sabemos que no hay manera de probar la verdad ni la falsedad de lo segundo, que es un signo del que Dios puede valerse para manifestarse a los hombres. Por ello muchos elementos que en otros pueblos antiguos aparecen en forma de mitos, como sucedía con frecuencia en Egipto y Babilonia, se encuentran comparativamente mucho más desmitologizados, es decir racionalizados, en la Biblia, pero pese a ello no faltan los mitos en los que debemos descubrir su fondo de verdad, que en el caso de la Biblia es la verdad religiosa creada por Dios. Como decía San Juan XXIII: “Hay que saber distinguir la verdad revelada del ropaje que la contiene”.
La cuestión sobre los orígenes del Universo ha sido y es objeto de numerosas investigaciones científicas, pero no se trata sólo de saber cómo y cuando surgió, sino si este origen tiene un sentido y cuál puede ser éste. Las primeras páginas de la Biblia atestiguan la fe en el Dios que es origen y meta de todo. Dios en la Biblia lo que pretende es revelarnos su mensaje de salvación, no darnos enseñanzas científicas. La Biblia se inicia con la narración de la Creación, y en ella, aunque encontramos elementos que son claramente ropaje, como los seis días de la Creación, que son una adecuación a la cultura de la época, encontramos verdades religiosas perennes como la propia existencia de Dios, de su poder creador, de la bondad de la Creación, de la dignidad humana, pues estamos hechos a imagen y semejanza de Dios como varones y mujeres, y con la tarea de dominar el universo, aunque también el drama del pecado y la esperanza de la salvación.
En lo científico, en cambio, la pregunta más interesante es cómo se ha creado el Universo. Hasta no hace mucho, los astrofísicos, carentes de medios y de instrumentos, no podían atreverse a intentar resolver el problema del origen del universo. Pero desde comienzos del siglo XX técnicas y teorías han progresado extraordinariamente y se apoyan mutuamente. Pudo así empezar a estudiarse científicamente el origen del universo.
El Universo parece haberse formado como consecuencia de una gran explosión llamada Big Bang, habiendo sido formulada esta teoría de un modo metódico y científico por el astrofísico y sacerdote belga Georges Lemaître en 1927, que él la llamó la Gran Implosión. Hoy hay argumentos bastante convincentes sobre la teoría del Big Bang, y los físicos están generalmente de acuerdo en que el universo empezó como un punto de energía enormemente denso.
La conclusión obvia es que la naturaleza tuvo un inicio definido, pues no se concibe cómo algo inexistente puede crearse a sí mismo. “Hablar de azar delante de un universo en el que existe tal complejidad en la organización de sus elementos y una intencionalidad tan maravillosa en su vida, sería igual a abandonar la búsqueda de una explicación del mundo como él se nos muestra. De hecho, sería equivalente a aceptar efectos sin causa. Supondría la abdicación de la razón humana, que renunciaría de este modo a pensar y a buscar una solución a los problemas” (Catecismo YouCat nº 43).
Por tanto sólo una fuerza sobrenatural fuera del espacio y del tiempo, es decir Dios, puede haberlo hecho. Pero recordemos que de la existencia de Dios tenemos argumentos y razones, pero no tenemos evidencia y por eso tenemos fe.
Pero hay otra pregunta que hacerse: ¿para qué Dios ha creado el Universo? Los creyentes hemos de contestar que para su gloria, que no hemos de entender en sentido egoísta, sino que como Dios es la Generosidad Pura, nos ha creado para nuestro Bien, para que participemos en el amor de las Personas divinas.