El día 25 de octubre, dos días antes de finalizar el Sínodo, el Papa Francisco declaró que las estatuas de la Pachamama, Madre-Tierra, habían sido encontradas en el río Tíber tras ser robadas de la iglesia de los carmelitas cerca al Vaticano, donde estaban expuestas en un altar.
En esa ocasión el Santo Padre pidió disculpas a todos los que por ese motivo se habían sentido profundamente ofendidos en sus sentimientos. Al mismo tiempo dijo que las estatuas estaban en la iglesia “sin intención idólatra”.
El martes 22 el señor Andrea Tornielli, director editorial del Vaticano, llamó a los ladrones de las imágenes “vándalos” y “nuevos iconoclastas”.
Explicó que no se trataba de idolatría, sino de un símbolo de fecundidad, de la tierra y la sacralidad de la vida. Con argumentos tan débiles y apoyados en conceptos tan limitados y fluidos como los de símbolo, simbolismo, idolatría y adoración, el director editorial del Vaticano dejó al descubierto la fragilidad de su argumentación así como la sensación extraña de que no estaba siendo dicha toda la verdad.
De modo evidente, la declaración del Santo Padre de que el gesto de colocar las estatuas en un altar en la iglesia de los carmelitas no tenía “intención idólatra” manifestaba la convicción personal del Santo Padre. ¿Cómo negar esta afirmación del Papa por lo que dice respecto a la certeza y conciencia de eso mismo con relación a este asunto?
Pero ese mismo gesto fue un escándalo (y no fariseo) para millones de católicos en el mundo entero, especialmente para los pobres, “los pequeños”, para los ignorantes, “los débiles” que evidentemente tienen el “sensus fidei” (sentido de la fe), tan justa y permanentemente defendido por el Papa Francisco y violentamente golpeadas en su conciencia inerme, indefensa por completo ante tamaña violencia religiosa.
Y de modo particular fueron los pobres, los simples, “los débiles”, los desprotegidos de la Amazonía, los más afectados por este impacto idólatra. Ellos sintieron en lo más íntimo, al menos en la Amazonía brasileña, este ataque contra la fe cristiana, contra la convicción eclesial de que la única Reina de la Amazonía es Nuestra Señora de Nazaré, Madre de Dios Creador y Redentor. ¡Ninguna otra madre, ninguna otra Pachamama andina o de donde fuera, y tampoco ninguna Jemanjá! (diosa pagana).
Así como para el católico no hay otro Señor y Salvador que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo y de Nuestra Señora de Nazaré, los otros varios espíritus, también de los indígenas, así como cualquier otra espiritualidad del tipo que fuera y que no es vivificada por el Espíritu Santo de Dios, procede de los demonios y a ellos conduce. “Quien no tiene al Espíritu de Cristo no pertenece a él” (Rom 8,9). Es decir, no es cristiano y no es salvo. “Porque los que están en la carne (que no viven según el Espíritu) no pueden agradar a Dios” (versículo 8).
Para los hermanos evangélicos y pentecostales este escándalo ha tenido un efecto devastador. Horrorizados, han sido testigos de escenas de verdadera idolatría y entre el espanto y el estupor se confirman ahora más y más en la convicción errada de que el católico es un adorador de ídolos. Ya no de santos, santas, José o María, sino de verdaderos demonios. De esta manera, el diálogo ecuménico-interreligioso ha sido sacudido con consecuencias humanamente irreparables y con complicaciones ecuménicas pesadas para quien quiera entender el misterio de la Iglesia como “sacramento universal de salvación” (Lumen Gentium) también para los pentecostales.
¿Estos son algunos de los “nuevos caminos” para la Iglesia y para la ecología integral en la Amazonía? Sé y confieso que el Papa es el principio visible de la unidad de la Iglesia, que él tiene autoridad plena sobre toda la Iglesia. Declaro, ante todo el mundo, que me siento en comunión con él, sucesor de Pedro, “cum Petro et sub Petro” (con Pedro y bajo Pedro).
El precedente inmediato a este escándalo fue ampliamente cubierto en las noticias en todo el mundo en el gesto idólatra de un grupo de adoradores (as) de esta divinidad, en los que estaba un religioso con hábito en los Jardines del Vaticano al inicio del Sínodo. En este ritual la Pachamama, la Madre Tierra fue adorada. El grupo se postró rostro a tierra en profundo gesto de reconocimiento ante la diosa. El significado de esta postración puede haber sido doble: postración como forma máxima de adoración, reconocimiento y gratitud por la fecundidad generosa de la diosa en toda la tierra, o como señal muy expresiva de la necesidad humana de recorrer en intercesión ante ella para recibir las bendiciones de la fecundidad de la tierra, los animales, la salud, etc.
Esto en presencia del Santo Padre y de algunos cardenales y obispos. Precedieron a esta adoración otros rituales incluyendo por ejemplo la invocación de “espíritus” y ritos con humo… en Brasilia en el mes de junio por parte de la Red Eclesial Panamazónica (Repam) y pocos días antes del Sínodo en la sede de Sao Paulo en presencia de algún cardenal.
Para lo que vamos diciendo no se ofrece una explicación satisfactoria cuando, ante las reacciones generales, algunas veces apasionadas de muchos en la Iglesia, se dice que se trata exclusivamente de grupos “ultraconservadores”. ¿Por qué no abrirse a la posibilidad de que esta indignación general no sea, por el contrario, el resultado de una reacción de la conciencia cristiana injustamente agredida, más bien formada en la Escritura, en la Tradición y la Doctrina de la Iglesia que está viendo, de hecho, cómo es real un peligro grave para la integridad de la fe católica, para la unidad de la Iglesia, ya tan sacudida y, en definitiva, para una evangelización auténtica de la Amazonía que influenciará el futuro de la humanidad?
En la declaración del Papa dos días antes de la conclusión del Sínodo pidiendo perdón a quienes se sintieron profundamente ofendidos por el robo de las imágenes, Francisco dijo finalmente: "La exposición de las estatuas durante la Santa Misa de clausura del Sínodo se verá. Delego al Secretario de Estado para que responda a esto”.
Estas palabras en boca del Papa dejaron en espanto y horror a millones de católicos ante esta posibilidad. Los corazones de muchos hijos de la Iglesia lloraron amargamente clamando por piedad para la Iglesia y por misericordia a la Madre de Dios, Madre y Reina de la Amazonía, Nuestra Señora de Nazaré.
Las imágenes fueron colocadas nuevamente en la iglesia de los carmelitas, cerca al Vaticano, para vergüenza y humillación de muchos miembros del Cuerpo de Cristo. Y una vez más “la abominación de la desolación” volvía para su lugar. Las imágenes recibieron adoración idólatra en nuevo en un “gesto de reparación”, de honra profanada de la Diosa Madre: velas encendidas, gestos de reconocimiento de diosa, homenajes convencidos a ella ofrecidos por parte de adoradores en detrimento del Rey de Reyes presente en el Santísimo Sacramento. Así se consumaba este momento tristísimo para la Esposa de Cristo. Esta estaba despreciando públicamente a su Esposo. “¡No queremos que este reine sobre nosotros!” Ella soportó las burlas y mofas de su propio pueblo. Este, abandonando a su Dios, se volvió a un ídolo, un becerro festejado, aclamado y acariciado por los suyos. Este, que es un ídolo muerto.
En este contexto de oscuridad (“pero esta es vuestra hora, la del poder de las tinieblas”, Lc 22,53), recordemos a las numerosas Madres-Tierra que precedieron y acompañaron a la Pachamama como diosas de fecundidad, de fertilidad en culturas y religiones de todos los tiempos del ámbito bíblico.
En el Antiguo Testamento estaba Astarté (Asherà), la diosa de la fecundidad, del amor sensual, representada desnuda. Con Baal era la divinidad máxima del mundo cananeo en lucha permanente y mortal a veces (cf. Elías) con los profetas de Dios. Su símbolo era un animal sagrado.
En el Nuevo Testamento, en el libro de los Hechos de los Apóstoles (19, 23-40; 20,1), Artemisa de Éfeso, “La grande”, diosa de la fecundidad representada con la mitad del cuerpo lleno de mamas resumía lo que se entiende por la estatua de la Madre Tierra Pachamama.
De esto comprendemos que Éfeso era famosa por las prácticas mágicas, fue testigo del poder del Evangelio cuando muchos ciudadanos convertidos lanzaron al fuego los libros de magia que habían usado, y al mismo tiempo confesaban públicamente sus pecados (versículos 18,19).
La predicación apostólica "desvió en Éfeso y en casi toda Asia" una multitud de idólatras "porque Pablo dice que no son dioses hechos por manos humanas" (vs 26). La predicación de Pablo hizo que "el templo de la gran Artemisa fuera ignorado e incluso Artemisa fuera despojada de su majestad, que toda Asia y el mundo entero adoran" (vs 27): "Éfeso adora a la gran Artemisa y su estatua cayó del cielo" (vs 35).
¿Qué diferencia existe entre estas formas ancestrales que cultura y religiosamente se pierden en el túnel del tiempo, con la adoración de la Madre Tierra, la Pachamama, su fecundidad, y su potencia vital?
Con la reinstalación de las imágenes de la Madre Tierra en la iglesia de los carmelitas vuelven en nuestro tiempo las monstruosidades de idolatría introducidas en la historia de Israel: “Hijo de hombre, ¿ves lo que hacen estos, las grandes abominaciones que comete aquí la casa de Israel para que me aleje de mi santuario? Pero aún verás mayores abominaciones“ (Ez 8,6).
“El espíritu me llevó a la entrada del pórtico interior del templo que da para el norte donde está colocado el ídolo de celos, esto es, aquel que provoca celos” (Ibid 8), este es el celo de Yavé, su cólera por toda la práctica idólatra. Ese ídolo de celos tal vez sea la estatua de Astarté que Manasés introducirá en el templo (2 Reyes 21,7).
Este ídolo de “celos” tiene todo que ver con la “abominación de la desolación de la que habla el profeta Daniel y está instalada en lugar santo” (Mt 24, 15ss), “instalada donde no debía estar” (Mc 13,14). En Daniel (9,27; 11,31; 12,11) parece que se designaba un altar pagano erguido en el templo de Jerusalén (año 68 A.C.) y en conexión con la profanación del mismo y al final del sacrificio perpetuo (es decir, que no existe más la comunión con Dios) “hasta que la cólera llegue al cúmulo” (Daniel 11,36) entre el aplastamiento del pueblo de Dios y las purificaciones terribles del mismo, junto con las maldades enormes de los malos (Daniel 12,5-13).
Esta es la “abominación horripilante” o “desoladora” evocando al antiguo Baal y su consorte inevitable Astarté, objeto de idolatría enfrentada y reprobada por los profetas (Daniel 9,27). Evidentemente todo eso tiene que ver para quien quiera comprender lo que en estos días sucedió en Roma. Uno de los aspectos más vergonzosos de este gesto idolátrico ha sido el aplastamiento de la conciencia de los “pequeños” por el escándalo.
Muchos se mostraron insensibles ante el principio fundamental apostólico de respeto a la conciencia del otro proclamado y hecho efectivo por el Apóstol como en Romanos 11,1 y siguientes. Muchos olvidan que el principio primero y último del discernimiento y acción en la Iglesia, la ley suprema de la misma es la caridad, especialmente con los “pequeños”. Ante el débil, el hermano cristiano está obligado por la ley de la caridad, “la ley del espíritu que da vida” (Rom 8,1-4), a acoger al “débil en la fe” con amor comprensivo, que lo haga renunciar de hecho a su derecho, en virtud del supremo mandamiento de la caridad: “Acoge al débil en la fe sin querer discutir sus opiniones” (Rm 11,1).
“Cuida ante todo de no colocar tropiezo o escándalo ante vuestro hermano” (13). Y aquí se colocaron muchos tropiezos de manera que muchos hermanos cayeran. Los motivos según la doctrina apostólica son evidentes. Si por causa de un alimento (imagen) tu hermano queda entristecido “sucumbiendo al escándalo o viendo a su hermano cometer una acción que él reprueba, ya no procedes por amor” (vs 15). El efecto de este comportamiento frío e insensible es devastador: “Estás haciendo perecer por causa de tu alimento (imagen) a alguien por quien Cristo murió” (ibidem 15b). Esto lleva necesariamente a la destrucción de la obra de Dios que es la propia persona débil (vs.15) o la comunidad cristiana (1 Cor 3,9).
Esta es la regla suprema también en nuestros tiempos: “Nosotros los fuertes debemos cargar las fragilidades y no buscar la propia satisfacción” (Rm 15,1). Todo esto recibe confirmación plena en el texto paralelo de la primera Carta a los Corintios 8, vs. 10-13. Esta es la suprema ley del Evangelio. Muchos “pequeños” ignorantes, pobres, sobre todo en la Amazonía se quedaron golpeados en su conciencia con consecuencias para la fe y para la comunión eclesial de trascendencia difícilmente imaginables. Hechos que claman al cielo.
Por último, ¿qué es el escándalo?
El Catecismo de la Iglesia Católica (n.2284 y siguientes) trata del escándalo cuando estudia el quinto mandamiento de la ley de Dios “No matarás” en la segunda parte. El título es El respeto a la dignidad de las personas. El respecto al alma del otro.El escándalo. Se trata por lo tanto de un ataque a los derechos humanos y divinos.
El escándalo es la actitud o el comportamiento que lleva a otro a practicar el mal. Aquel que escandaliza se convierte en el tentador del prójimo, arrastra a su hermano a la muerte espiritual. El escándalo constituye una falta grave si por acción u omisión se conduce deliberadamente a otro a una falta grave (CIC 2284).
El escándalo se reviste de una gravedad particular en virtud de la autoridad de los que lo causan o de la debilidad de los que lo sufren. En este caso del Papa, algunos cardenales, obispos, asesores, etc., o de los “débiles”, de los que lo sufren, en general de gran parte del pueblo amazónico: indígenas, afrodescendientes, ribereños, analfabetos, cristianos poco evangelizados… y también del mundo entero.
“El escándalo es grave cuando es dado por aquellos que por naturaleza o por su función deben enseñar y educar a los otros” (CIC 2285, cf. nota 469 1 Cor 8,10-13).
Volviendo al texto de la primera de Corintios, el asunto de las carnes sacrificadas a los ídolos, Pablo habla severamente a los “fuertes”, los “libres”, los “bien formados”, diciendo: “Y así, por causa de tu ciencia perecerá el débil, el hermano por el cual Cristo murió” (1 Cor 10,10-11). “Así pecáis contra vuestros hermanos, así herís su conciencia, así pecáis contra Cristo, contra la comunidad, contra la Iglesia, contra el Cuerpo de Cristo” (vs 12) también y especialmente en la Amazonía. Por eso “si un alimento (imagen) es ocasión de caída para mi hermano nunca comeré carne” (vs 13), dice el apóstol.
En relación a los acontecimientos de las imágenes en Roma también son válidas como nunca las palabras del Catecismo: “El escándalo es grave cuando…” (final del número 2285) se entiende lógicamente de quien llevó deliberadamente a otro a una falta grave (2284 final).
Para concluir, es necesario recordar que: “La autoridad será ejercida legítimamente si procura el bien común del grupo en cuestión y si para alcanzarlo se usa medios moralmente lícitos. Se sucede que los dirigentes promulgan leyes injustas o toman medidas contrarias al orden moral, estas disposiciones no podrán obligar a las conciencias”. “En este caso la propia autoridad deja de existir degenerando en abuso de poder” (Pacem in terris 51; CIC 1903).
Lo que se refiere directamente a la autoridad humana en este numeral tiene evidentemente aquí una aplicación mucho más exigente y grave, tratándose de la salvación eterna, del Cuerpo de Cristo, de su unidad, de la “comunión íntima con Dios” (Lumen Gentium 1). El escándalo, por otra parte puede ser provocado por la ley o por las instituciones (n. 2287).
Finalizando, es imposible colocar sobre el mismo altar o en el mismo templo la imagen de Nuestra Señora de Nazaré, Madre de Dios y de la Iglesia; y la imagen de la Pachamama, la diosa de la fecundidad y de la sacralidad de la vida.
Así como es imposible adorar a Jesús el Hijo de Dios vivo y adorar a Astarté (Pachamama, Madre Tierra) en los Jardines del Vaticano como fue adorada al inicio del Sínodo.
Es imposible por lo tanto “beber el cáliz del Señor y el cáliz de los demonios, participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios. Porque no quiero que entréis en comunión con los demonios” (cf 1 Cor 10,20-21). “¿O queremos provocar el celo del Señor? (por el ídolo del celo de la cólera, Ezequiel 8,5). ¿Seríamos más fuertes que él?” (vs 22)
¡Viva Nuestra Señora de Nazaré!
¡Viva Nuestro Señor Jesucristo!
¡Viva el Papa!
Publicado en Aciprensa.
Monseñor José Luis Azcona es español y obispo emérito de Marajó (Amazonia, Brasil).