El otro día una amiga me decía entre risas que iba a pedir que esparcieran sus cenizas en Zara, porque era el lugar donde mejores ratos había pasado. Que nadie se escandalice. Lo decía en broma. Nos gusta comprar, nos genera satisfacción y distracción a partes iguales. ¿A quién no se le ha ido de las manos una visita a Ikea? Dicho esto, me pongo en modo aguafiestas porque creo que lo que propongo es realmente luminoso y liberador, además de un reto, en primer lugar, para mí misma: Dejar de comprar. El discernimiento de lo que es necesario e innecesario corresponde a cada uno.
El tema de las compras puede parecer un problema banal, inventado, pequeñoburgués, etc. Pero personalmente creo que es un problema social de primer orden consecuencia de la hiperproducción, el hiperconsumo y el tráfico online.
El artículo pretende ir algo más allá y abordar el bucle generado por algunos métodos de orden y organización tan en boga hoy día. La japonesa Marie Kondo acaba de estrenar un reality en Netflix sobre orden, planteándolo casi como una terapia que aúna Feng Shui y minimalismo. En mi opinión, le sobra emoción pseudomística y le falta profundidad, además de consejos para no recaer en la acumulación, ya que muchos utilizan el orden como lavado de conciencia para seguir comprando.
“Las personas que compran compulsivamente suelen convertirse en personas que ordenan obsesivamente” (Adam Alter, psicólogo y profesor de la Universidad de Nueva York en Irresistible Technology). La frase puede matizarse y tendrá excepciones, pero describe por primera vez (al menos yo no lo había leído antes) el bucle actual “comprar-tirar (disfrazado de “ordenar”)-comprar”.
Leí en 2012 el primer libro de la japonesa Marie Kondo, el bestseller La magia del orden. Un libro de herramientas y trucos para ordenar tu casa (y tu vida) que puede resumirse en: primero tirar y luego organizar. Después, y antes de pasarse a la Reality TV, publicó algunos más: La felicidad después del orden y La magia del día a día, más de 100 páginas con una única idea repetida hasta la saciedad, sorprendente incongruencia al ser la tesis central del libro el manido “menos es más” del minimalismo. Creo que es bastante mejor una novela llamada Las cosas de Georges Perec. Radiografía aguda e irónica sobre la reconfortante banalidad del consumo, la mistificación del confort y otros mecanismos con los que las cosas subyugan a los hombres. Anticipatoria cien por cien, porque es de 1965.
Está de moda hablar de orden. En Instagram, las organizadoras profesionales surgen como las setas. Ahora mezclan sus consejos de organización de armarios con frases motivacionales y de autoayuda. ¿Os suena?
No abordan, sin embargo, la causa de la necesidad actual de orden y “silencio visual” en nuestras casas: el exceso de consumo y la cultura del “usar y tirar”. Tenemos demasiadas cosas y, habitualmente, nuestras casas y armarios son pequeños para almacenar la cantidad de objetos y ropa que hemos ido acumulando. Los espacios abigarrados no nos gustan y el exceso de cosas genera inquietud y desasosiego a cualquiera. Entiendo que la clave no es tanto ordenar/desechar sino dejar drásticamente de comprar cosas innecesarias.
La clave del método es tirar todo lo que no encienda la “chispa de la alegría”. Es decir, no retener nada que no te enamore. La proliferación de estos métodos, que basan el orden en el desechar, nos deberían llevar a replantearnos la relación dañada que tenemos actualmente con las cosas. Marie Kondo tira de media 100 bolsas de basura grandes en las casas en las que interviene como consultora de organización.
Si ha levantado un imperio es porque tiene también indudables aciertos. Disfruté leyendo y poniendo en práctica algunos de sus consejos como el “orden por categorías” y no por estancias, pero cuando llegó el momento de tirar los libros fue demasiado. Ella anima a tirar los “ya leídos” y los que todavía no has abierto, porque eso significa que mucho no te interesan. Personalmente creo que una buena biblioteca te recuerda lo pequeño que eres, lo rápido que olvidas y lo que todavía no sabes. Contemplarla es un placer y una cura de humildad. Pero la dulce japonesa, en un arranque pseudomístico, dice, mientras esparce incienso por la casa, que solo puedes quedarte con 30 y el resto a la basura.
A pesar de intentarlo, el método Konmari no consigue establecer una nueva relación con las cosas porque se limita a tirar para hacer espacio, lavar la conciencia y volver a comprar, en una espiral sin fin. Tangencialmente sí habla en algún momento de comprar mejor. Pero sin referencia a la hiperproductividad e hiperconsumo porque no hay voluntad de dejar de comprar (y producir). Nos gusta demasiado ir de compras. Creo que cualquier batalla en defensa del orden empieza por aprender a vivir con menos.
Hacen falta opiniones críticas con estas gurús de la organización porque es evidente que su auge es consecuencia directa del consumismo excesivo y la adicción a las compras, de los que se habla muy poco. No me gusta abusar del término “adicción”; podríamos llamarlas más bien “compras compulsivas”, como las que generan las rebajas exclusivas para socios de Vente privée, Zalando, Privalia, etc. Rebajas casi siempre fugaces para alimentar esos “microsuspenses” tan adictivos. Solo los miembros tienen acceso a las ofertas y éstas terminan en plazos de tiempo breves. No solo se producen compras compulsivas en la web sino que esta “caza de la oferta fugaz” se practica también en cualquier comercio con algo de marketing detrás. Así, hay hogares en los que se generan continuamente bolsas llenas de ropa para dar/desechar, mientras cada día llegan a casa mensajeros con paquetes nuevos.
No tengo recetas. También a veces he comprado demasiado y he tenido ropa en el armario que no he llegado a estrenar. También disfruto ordenando y organizando armarios y me encantan los espacios diáfanos para contrarrestar el abarrotamiento visual que genera el consumo excesivo. Pero creo que el método Konmari puede en algunos casos alimentar un bucle muy dañino: quien compra compulsivamente suele ordenar/tirar de forma obsesiva.