Entrañable, añorado y querido José María, que estás en los cielos:
¡Qué callado te lo tenías; nunca me habías dicho nada…! Si te digo la verdad, yo me lo olía. No es posible, me decía a mí mismo, que José María haya escrito ese milagro del Crucificado de Marcelino pan y vino y no tenga escrito algo especial sobre el milagro viviente y permanente de su Madre. Y, mira por dónde, ahora me sale, sesenta años después de cuando entonces, con este regalo impagable, titulado Rosa Viva, que, gracias a la inteligente ternura conventual de Sara, su hermana religiosa, acaba de publicar, con sensibilidad exquisita y gran profesionalidad editora, Álex Rosal, en Voz de Papel. Por cierto, mi más sincera enhorabuena al diseñador de la portada, Miguel Ángel Blázquez. A José María le hubiera fascinado, como a mí.
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Cuando, hace más de un cuarto de siglo, Álex publicó, en Planeta Testimonio, La adolescencia de Jesús nunca contada, donde José María exhibió su maestría literaria al servicio de su recia fe católica, yo tuve el gusto, y el honor, de recordar en el prólogo que “las creaciones literarias de Sánchez Silva han pasado por las mejores manos y corazones del mundo” y que “periodista, por encima de todo, supo desengancharse a tiempo de la droga del día a día para estar en esos territorios superiores cuyas cimas se miden solamente por la altura de la fe y de un corazón al servicio de los demás”.
Vale, tal cual, para estas páginas de Rosa Viva que, como aquellas de entonces, a alguien se le antojarán incomprensibles, como si no estuviéramos rodeados constantemente de cosas incomprensibles, y como si la vida no fuera un milagro permanente. No está de más, hoy más que nunca, volver a recordar a aquel director de periódico que devolvió sin publicar un artículo sobre Dios porque, según él, no era un tema de actualidad. A ver si alguna productora católica de cine se atreve con el guión de tu Rosa Viva, que ya he visto que lo tenías terminado y a punto, pero ¿qué pasó?
Todas estas lumbreras mediáticas de ahora no se han enterado, querido José María, de que, como tú decías, “estar enamorado, como tú lo estabas de tu Rosa Viva, es vivir de otra manera”. Lo cuentas de maravilla en este libro inédito, escondido, durante sesenta años, en un cajón de la casa familiar en San Lorenzo de El Escorial, por tu pudor -y quién sabe por qué tantas otras cosas-: no está al alcance de cualquiera hacer revivir el Cantar de los Cantares entre el Arno florentino, las malditas guerras y la torre misteriosa de Ambolo, en tu adorada Jávea.
Me encantaría saber si esta prodigiosa historia de amor de la Muchacha del Faro “que parecía saber qué cosa era primero y por qué” también nació, como tu Marcelino, de un cuentecito que tu madre te contaba en aquellas noches en las que no podías dormir, cuando apenas podíais llevaros a la boca un trozo de pan duro y una taza de leche. Tú me lo contaste, aquella tarde, en aquel Ya de Mateo Inurria que acogió en sus páginas veraniegas tu Ladis se va al Oeste y tu La burrita Non.
¿Sabes una cosa, José María? Sí, claro, ya sé que lo sabes, porque donde tú estás se sabe todo; pero, entonces, ya me gustaría que me explicaras qué nos ha pasado, qué nos pasa en esta España que nada tiene que ver con aquella, a no ser muy en el fondo, fondo de la gente en alguna sala de enfermos terminales. ¿Cómo es posible, dime, que de todos los países del mundo España sea, y por nueve puntos de diferencia sobre el promedio mundial, el país que más cree que la religión hace más mal que bien? Y ¿por qué sera, José María? ¿Tú que crees? ¿Cómo es posible que en una nación en la que todavía se dicen católicos sesenta y siete de cada cien españoles, haya un Tribunal Constitucional convertido en Tribunal Constituyente que dictamina que asesinar a un inocente e indefenso en el vientre de su madre, en un aborto provocado, es nada menos que un derecho? Y a eso le llaman democracia y creen que con ir a meter una papeleta en una urna, dentro de unos días, ya han cumplido...
Y ¿cómo es posible que, mientras tanto, el equipo tóxico habitual, el de los profesionales de mirar hacia otro lado cuando deberían tener tan claro como tú y yo a dónde deben mirar, no quiera ver que aquí lo que hay, además de una galopante crisis económica, política, cultural y social, es una degradante y aterradora crisis moral? Ya me contarás, José María…
Postdata: dale recuerdos a Marcelino y a tu Rosa Viva , Rosa mystica, Auxilium christianorum, sobre todo. A ver si nos echan una mano, hombre. Por favor…