Enrolladas las pancartas, algunas descansarán en el paragüero hasta la próxima manifestación. Para muchos la del pasado día 7 no ha sido la primera vez que salían a la calle en favor de la vida. A base de convocatorias se va creando conciencia por la vida: la gente, la sociedad, responden pero ¿y los políticos? Tras esa manifestación hubo declaraciones de líderes del PP sobre la nueva Ley del Aborto. Unos están por derogarla (Mayor Oreja y Esperanza Aguirre); otros por modificarla (Ruíz Gallardón y Ana Botella).Y Rajoy. No está ni por derogarla ni modificarla porque cuando el PP gobierne –asegura– ya la habrá anulado el Tribunal Constitucional. Viendo los tiempos de ese Tribunal parece que no aspira a gobernar en muchos años.
Vamos a hacer un brevísimo balance –en términos de construcción social– del significado de algunas de las leyes aprobadas desde 2004.Los principios del feminismo radical o de género –motor de la Ley del Aborto– entraron en el BOE con la Ley de Violencia sobre la Mujer. El matrimonio, como base de la familia, base a su vez de la sociedad, quedó adulterado de la mano de la ley de «matrimonios» homosexuales: ya no hay familia sino familias, tampoco hombres o mujeres, sino opciones sexuales. El «divorcio exprés» redujo el matrimonio a contrato basura, como se ha dicho en frase afortunada; la ley de Investigación Biomédica permite la clonación y generar embriones humanos y destinarlos a la experimentación. Y la Educación para la Ciudadanía es el potente procesador que instalará estos avances en la mente de la actual generación y de las venideras.
¿Qué añade la Ley del Aborto? Bajo el envoltorio de la salud reproductiva y sexual –nueva marca del aborto– erige en derecho acabar con el no nacido; es un método rápido y seguro de eliminar la secuela de una noche loca (léase la concepción de un ser humano). Cosifica a la mujer, impide todo asesoramiento para salvar al no nacido e impone a las Universidades que enseñen su práctica y a los colegios que lo enseñen como ajeno a la vida, algo cotidiano en una sociedad madura, luego ni colegios ni padres podrán impedir esa dictadura ideológica.
Es una bomba ideológica, de perversión de conciencias, de adoctrinamiento, de expropiación del derecho de los padres a educar a los hijos, de construcción de una nueva sociedad, de empleo del sistema educativo como arma coactiva y de garantía para el muy lucrativo negocio abortista. Pero es un buen pellizco para salir del sopor y captar que algunos están en el Poder para algo más que para gestionar o repartir cargos: quieren cambiar mentes, sentido común, moralidad. Están para transformar la sociedad y esto son palabras mayores.
La Ley del Aborto no es modificable ni consensuable, por eso es ridículo sugerir su reforma y un sarcasmo dejarlo todo en manos del Tribunal Constitucional. Veamos. Este Tribunal hace mucho tiempo que dejó de ser lo que al principio fue; ahora no es un órgano del Derecho, sino una tercera cámara en la que la lucha política sigue con otros actores y otro lenguaje. Allí se ha mudado la razón jurídica por el peso del número de miembros que coloque un Partido. Es el relativismo llevado a lo jurídico. Luego el resultado es más que previsible. Tanto la Ley del Aborto como la del «matrimonio» homosexual son inconstitucionales. Razonarlo no es difícil, pero artistas tiene el relativismo jurídico y ejercen con tal pericia sus habilidades reinterpretativas, que pueden llegar a decir que lo inconstitucional es que el matrimonio sea heterosexual o que deba respetarse la vida humana.
Es esta una buena ocasión para que el PP se aclare y se sincere con su electorado. Si me refiero a él es porque, por ahora, es la única alternativa y es tal la responsabilidad que tiene que no hay espacio para hacer doble juego a un electorado expectante pero cada vez menos confiado, que ha tomado nota del desmarque del PP de su compromiso de suprimir la Educación para la Ciudadanía. Y haría doble juego si relega todo a esa hipotética sentencia favorable, a sabiendas –y ojala me equivoque– de que no lo será y menos aun si se empeña en propiciar una renovación de ese Tribunal que le dejará en minoría. Confiarlo todo a una sentencia favorable pecaría de candidez, malicia o frivolidad.
Ya no caben medias tintas ni ambigüedades. Hablamos de miles de vidas humanas en juego, de libertades básicas en peligro; hablamos de una ley que forjará una nueva mentalidad, una nueva cultura; hablamos de no defraudar a tanta gente. En algunas autonomías el PP ha tenido la valentía de presentar iniciativas en defensa del no nacido, pero en el ámbito nacional todo se desvanece. Hace unas semanas me refería a la proposición de ley de protección y fomento de la maternidad que ha presentado en el Congreso. Lo que era un proyecto prometedor, que buscaba una protección eficaz del no nacido y así frenar la sangría de abortos, se ha desvanecido. Alguien ha eliminado todo lo relativo al no nacido. De verdad ¿a qué juega?