Estos días se debate en Argentina un caso límite, por varias razones. Se trata de una niña de 15 años, que fue violada por su padrastro, un suboficial de 50 años de edad, que pertenece a la Policía de la Provincia de Chubut. A consecuencia de la violación, la chica quedó embarazada. Es fácil imaginar la situación de tragedia de la niña ante una situación así. Al robo infame de su dignidad por parte de su propio padre se une el trauma y la dificultad de haber quedado embarazada con tan solo 15 años.
El caso se complica, porque por lo que he podido leer, el presunto violador tiene que someterse a una prueba de ADN para confirmar su paternidad, y además, ha intentado suicidarse, cortándose el cuello. Tendría gracia (una gracia macabra) que resultara no ser él el padre de la criatura al final…
No he podido confirmar si fue la propia niña o su madre la que solicitó que ante este caso dramático y excepcional se autorizara el aborto. No porque el feto viniera con complicaciones, o porque estuviera en peligro la vida de la adolescente de seguir adelante con su embarazo. La razón que se esgrime es el trauma psicológico que este embarazo causa a la menor, agravado por el hecho de haber sido violada y porque el violador haya sido su propio padre.
Cuando la madre de la chica, Aurora Fuentes, acudió al Hospital Regional de Comodoro Rivadavia para solicitar que se le practicara un aborto a su hija, el Comité de Bioética del hospital le denegó la solicitud. Por eso la madre acudió a la justicia, pidiendo auxilio. Después de que el Juzgado de Familia de la ciudad de Comodoro en primera instancia y la Cámara de Apelaciones, más tarde, negaran la solicitud de aborto de la menor, los jueces de la Sala Civil del Superior Tribunal de Justicia, dictaminaron a favor de la niña.
«No lo esperaba porque nos lo habían negado en todos lados. No esperaba un fallo positivo. Era lo que menos esperaba, en realidad», afirmó la madre de la niña violada. La noticia de la resolución del Superior Tribunal les llegó al mediodía. La adolescente, según su madre, reaccionó con «una mezcla de todo un poco. Estaba contenta, pero también sigue esperando, porque hay que ver qué dictaminan los médicos también, ¿no es cierto?». Y es que tras el dictamen inicial negativo del comité de Bioética del hospital, la madre no se fía. «El Comité de Bioética del Hospital lo había negado. Creo que por eso mismo el hospital está descartado para que interrumpa el embarazo de mi hija. Nos falló de entrada, no le tenemos confianza. Con nosotras el hospital público ya falló, y no podemos confiar en que hagan bien las cosas. Porque además de interrumpir el embarazo es importante que preserven el material genético, como prueba para la causa penal por violación. Vamos a tener que recurrir a algún otro lugar».
Este caso plantea unos serios interrogantes. ¿De quién es la decisión de abortar? ¿Es lícito recurrir a un aborto ante un caso extremo como este? ¿Se debe condenar a la niña a vivir para siempre con el estigma de haber sido violada y tener un hijo que es a la vez su hermano?
«No seguir con eso es la decisión de ella. Por más que opine gente de afuera, o la Iglesia, esto le pasó a ella, por eso hay que respetar lo que ella quiera. Como mamá, me interesa que se la respete. No puedo ya de tan joven desilusionarla. La apoyo en las decisiones que toma porque está en su derecho. Esperemos que todo salga bien, y confiamos en que Dios siga protegiendo a mi niña», dice la madre.
Que así sea. Pero entretanto es menester recapacitar lo que está en juego en este caso. Por un lado, la dignidad pisoteada de una niña, que tendrá que vivir toda su vida con el lastre de haber sido violada y haber quedado embarazada. Cada vez que mire la cara de su hijo-hermano recordará con horror aquel momento tremendo que le ha marcado de por vida. Por otro lado, la vida del hijo, inocente de todo en este caso. Por otra parte, como agravante, es posible que sufra algún defecto genético debido a la consanguinidad. Para protegerle de sus posibles malformaciones, así como del escarnio de vivir siendo señalado siempre como «el hijo de su hermana», la solución que se plantea es matarle antes de que se desarrolle lo suficiente como para que ya de pena hacerlo.
La niña estaba embarazada de 19 semanas. Hay que darse prisa, afirman algunos, porque se perdió demasiado tiempo en lograr la autorización judicial y el feto ya está formado. Conviene recordar que técnicamente hablando, aborto es «la pérdida del producto de la concepción antes de las 22 semanas y/ o aquel feto que pese menos de 500 gramos». Por supuesto, dicha «pérdida de producto de la concepción» puede ser espontánea o provocada. En este caso, al acercarse tanto al límite temporal, el procedimiento que se utilizará será el de provocar un parto. Se estimularán artificialmente contracciones a la madre y se dilatará el cuello del útero, con lo que se producirá el parto de un feto sumamente inmaduro, que es probable nazca vivo, pero que morirá al poco tiempo. Aunque se le tratara de mantener con vida, sus pulmones aún no serán capaces de respirar por sí mismos y morirá sin remedio. Por eso hay que darse prisa. Cada día que pasa agrava la situación…
«Lástima que demoraron tanto – ha dicho la madre - pero ahora hay que ver qué es lo que determinan los médicos. Era la decisión de ella, y lo que ella esperaba y estaba deseando. Ella por un lado está tranquila pero a la vez está a la expectativa de qué es lo que van a decidir los médicos y el que quiera realizar el aborto». Se le hiela a uno la sangre al leer palabras tan frías de una madre. Y es que el caso, indudablemente, es excepcional. Pero nunca se puede justificar la muerte de una persona para resolver el problema de otra. Por muy grave que este sea. Los mismos argumentos que fueran utilizados para defender este caso los podría usar, por ejemplo, un yerno, al que su suegra le estuviera destrozando el matrimonio, para justificar su asesinato. Aunque supongo que en el caso de la suegra, por lo menos lo haría sin que ella se enterara y sin provocarle dolor.
La madrugada del viernes pasado, finalmente, la niña abortó en el Centro Materno Infantil de Trelew. El bebé, que nació vivo, sobrevivió en agonía tres horas. «Estoy un poco más tranquila. He podido lograr un futuro mejor para mi hija», dijo la madre. Entre tanto, en la misma comarca, se ha conocido otro caso similar, de otra chica de 15 años embarazada de 22 semanas tras haber sido violada por su padrastro. En este caso no solo el comité de bioética del hospital, sino también la juez, a la que recurrió la madre, han fallado en contra del aborto. Será porque ya el feto es demasiado grande…