La aspiración al Estado Mundial, el One World, es omnipresente en el discurso de la ideología de género, con instituciones que, aunque algunas surgieron con fines buenos y cristianos, hoy sirven a otros fines muy diversos e incluso pretenden regentar, gestionar y dirigir la vida del planeta en una línea anticristiana y antifamiliar: así la ONU, la Unesco, Unicef, el Fondo Mundial, el Club de Roma, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Foro Económico Internacional, el Club de Bilderberg…
La ideología de género cuenta con una gran ventaja: sus ilimitados recursos económicos, pues la apoyan no sólo las instituciones citadas, sino también muchos de los multimillonarios mundiales. Pero tiene grandes desventajas: carece de sentido común y de principios morales, como se ve en sus intentos de destruir la religión y la familia, por lo que hunde incluso aquello que dice defender.
La democracia consiste en proteger y respetar los derechos humanos inalienables que posee el hombre por su dignidad intrínseca. No basta con hablar de democracia, hay que practicarla, pues una democracia sin valores es un totalitarismo visible o encubierto. De hecho, estamos viendo cómo casi todos los valores son combatidos por esta ideología.
Incluso el concepto de Patria es atacado, por su aspiración a un único Estado mundial, tanto más si la nación a la que combaten se ha distinguido por su defensa de los valores humanos y cristianos, como es el caso de España. Por supuesto que ningún país tiene una historia inmaculada, pues somos pecadores, pero España fue el vehículo de la Providencia para evangelizar a medio mundo y su colonización puede compararse favorablemente a cualquier otra, como lo prueba la rápida creación de Universidades en el Nuevo Mundo ya en el siglo XVI.
El Foro Económico Mundial, institución privada que actúa como promotor de las políticas globalistas, nos señala el horizonte para la Humanidad. Entre sus diversos ocho puntos, hay dos que me dejan estupefacto. Son el primero: “No tendrás propiedades y serás feliz” y el cuarto; “Comerás mucha menos carne por el bien del medio ambiente y de nuestra salud”. Es decir, pretenden robarnos descaradamente y que encima les demos las gracias, así como tratan de hundir nuestro nivel de vida contando con nuestra colaboración activa. A esto respondo: podemos ser tontos, pero no tanto.
Ahora bien, los partidarios de esta ideología presumen de demócratas, cuando en realidad son unos totalitarios que tratan de imponernos el pensamiento único, su modo de pensar y actuar. La filosofía que hay detrás, en lugar de apoyarse sobre la capacidad que tiene el hombre de buscar y conocer la verdad, considera la imposibilidad de un tal conocimiento, lo que le ha llevado a derivar en varias formas de agnosticismo y de relativismo, hundiéndose así su investigación filosófica en las arenas movedizas de un escepticismo general, llegando incluso a afirmar que la verdad se manifiesta de igual manera en las diversas doctrinas, incluso contradictorias entre sí, por lo que todo se reduce a opinión. Incluso sostienen que si no se es agnóstico o relativista, no se es un verdadero demócrata, porque el pensar que hay una Verdad y un Bien objetivos imposibilita el diálogo sincero entre las personas. La ideología de género tiene al menos el mérito de la claridad: para ser demócrata hay que ser laicista y el que no opina así sencillamente no es demócrata, con lo que estamos ante el pensamiento único obligatorio y políticamente correcto. ¿Pero esto no es simplemente totalitarismo?
En repetidas ocasiones he expresado el desacuerdo de este modo de pensar con la Ciencia, en especial con la Biología, donde pretenden negar el papel de la Naturaleza. Pretender que uno pueda escoger libremente su sexo es una estupidez que sólo sirve para arruinar algunas vidas. Y no hablemos de su concepción del matrimonio, de la familia, de su nulo respeto por la vida y de la concepción totalitaria que impregna todo este modo de pensar y actuar.