"Caminaba junto al mar de Galilea, cuando vio a dos hermanos que echaban las redes. Y les dijo: 'Seguidme y os haré pescadores de hombres'. Ellos lo dejaron todo y le siguieron".
Carmen Hernández Barrera (1930-2016), iniciadora junto con Kiko Argüello del Camino Neocatecumenal, tenía diez años cuando escuchó este pasaje evangélico en la catedral de Tudela (Navarra). Un hecho que marcaría para siempre la vida de una de las mujeres más relevantes de la Iglesia Católica en el siglo XX.
La Ólvega de "los Zarandas"
Una mañana cualquiera de primeros del mes de mayo. El sol luce espléndido en lo alto del firmamento, la temperatura es realmente agradable. Por la ventanilla del coche se divisan infinitos campos de cultivo… en los que podría casi jugarse al golf.
En el horizonte, gigantes con forma de molinos eólicos advierten al forastero de la dureza del clima de toda esta zona… en la carretera, las barras para medir la nieve, me indican que estoy a más de mil metros sobre el nivel del mar (David Lean rodaría aquí Doctor Zhivago... ¡el frío que haría!).
Un cartel blanco, con el borde de color rojo, anuncia que voy a entrar en la localidad soriana de Ólvega. Tiene 3600 habitantes y se encuentra en una encrucijada entre La Rioja, Navarra, Aragón y Castilla y León, en las mismas faldas del Moncayo. Serranía en la que murió en 2009 el sacerdote Pablo Domínguez, el de La última cima.
Gentes tenaces, bravas y aguerridas, se dice que tiene Ólvega. Que llegó a ser apodada "la segunda Numancia", por negarse a ser vasalla del conde de Medinaceli allá por el siglo XV. De hecho, su escudo es un castillo en llamas. Y, entonces, me viene a la cabeza Carmen Hernández... ¡y ese fuego evangelizador tan típicamente suyo!
Tras una recta salpicada de casas, una placita en donde un grupo de excursionistas se toma el primer café de la mañana. Parece que he llegado a mi destino, pero Google Maps me indica que para dar con la "Casa natalicia de Carmen Hernández" hay que avanzar un par de calles más.
Enfilo un paseo semipeatonal y, a mano derecha: la Plaza de España de Ólvega. En el centro, el bar Athenea. Junto a él, un edifico que alberga una escuela de música "para trovadores de paz". A su derecha, dejando pasar la calle San Juan, la casa en la que nació Carmen Hernández un 24 de noviembre de 1930 (Clementa, su madre, devota de San Juan de la Cruz, la llamó así por nacer en la antigua fiesta de este gran santo español).
Por las horas que son, la plaza está en calma, tan solo cruza alguna furgoneta, que reparte género por las tiendas. Cargado con el libro Carmen Hernández. Notas biográficas (puedes adquirirlo aquí), y como si fuera la famosa guía de viajes Bradshaw, me acerco a ver el escudo nobiliario que cuelga de la fachada... lástima, apenas se distingue nada.
La obra 'Carmen Hernández. Notas biográficas' (BAC) cuenta la vida de la Sierva de Dios.
Fue en aquella casa señorial, en la que Antonio Hernández y Clementa Barrera, los padres de Carmen, tuvieron a ocho de sus nueve hijos (Carmen era la quinta). Y, desde allí, marcharían a vivir a Tudela (Navarra), cuando el padre de "los Zarandas" (como eran apodados) levantaba un imperio dedicado al aceite, al vino y al arroz. Éxito empresarial como el de Emiliano Revilla, ilustre olvegueño, secuestrado por ETA en 1988.
Pero, si hubo un episodio clave en la niñez de Carmen Hernández ese fue la Guerra Civil Española (1936-1939). Aunque, para el país resultó ser un tiempo de carestía… la provincia de Soria y las zonas colindantes de Navarra y Aragón quedaron pronto dentro de la "zona nacional", por lo que la Sierva de Dios y su familia no sufrieron persecución religiosa.
Los Hernández Barrera eran una familia muy unida, trabajadora, tenaz y con sentido del humor, típica castellana, de las que tenían por costumbre rezar todos juntos el Rosario antes de dormir. Carmen siempre recordaría la gran devoción de su abuela por la Virgen del Pilar… y cuando recorría las ermitas de Ólvega en bicicleta.
Abro de nuevo mi "guía" particular y leo la siguiente estación en la niñez de la iniciadora del Camino Neocatecumenal: "Cuando nació Carmen, la bautizaron a los cuatro días del parto, en la parroquia de Santa María la Mayor, en una pila bautismal que hoy se conserva en el coro de la iglesia (fue cambiada de sitio)".
Desciendo desde su casa natal por unas callejuelas y me topo de frente con ella: la iglesia de Santa María la Mayor de Ólvega. Está rodeada de casas... pero es majestuosa, bellamente restaurada. Entro por una puerta lateral y un cartel me da la bienvenida: "¡Aleluya! ¡Resucitó!". Estamos en Pascua, el tiempo litúrgico más apreciado y al que más horas de intensas lecturas dedicó Carmen Hernández.
Unos modernos sensores van encendiendo las luces a cada paso que doy. El interior de la iglesia es de una presencia artística admirable. En una de las capillas, en el lado izquierdo mirando al altar, se encuentra la pila. La cubre media esfera con forma de globo terráqueo. La pieza me resulta un capricho providencial. ¡Carmen visitó cientos de países... llevando, precisamente, este redescubrimiento bautismal!
Junto a la pila hay un bonito retablo colorido y una imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Sobre un pequeño atril, un libro de firmas en el que se van recogiendo mensajes de los fieles que se dejan caer por allí. En una repisa, algunas estampitas oficiales de la Sierva de Dios e iniciadora del Camino Neocatecumenal.
El silencio y la oscuridad del templo invitan a tener unos minutos de recogimiento. Mientras, las campanas suenan a su hora y despiertan a una cría de cigüeña que descansa en lo alto de la torre.
Ágreda... y su gran mística
Me marcho de Ólvega, no sin antes tener un recuerdo para una de sus hijas más preciadas. El coche va camino de Tudela (Navarra) cuando, once kilómetros después, paso por la localidad de Ágreda (Soria). Acabo de llegar al Monasterio de la Inmaculada Concepción, otra de las importantes etapas en la vida de Carmen Hernández Barrera.
En la puerta de un edificio centenario hay una estatua blanca que pertenece a sor María Jesús de Ágreda, una mística del siglo XVII, por cuyos escritos Carmen sentía admiración. Su intensa relación con la comunidad de monjas de este monasterio, la llevó, incluso, a intentar reabrir la causa de beatificación de esta concepcionista.
La entrada es oscura y un fuerte contraluz hace que no se vea prácticamente nada. En el lado derecho del altar, bajo una máscara de cera, y con la capa azul de Inmaculada, descansan los restos de esta monja que evangelizó a los indios de Nuevo México y Texas (EE.UU), sin haber salido nunca del convento... ¡ni de su propia casa!
Y, es que, conociendo la historia de sor María Jesús... se entiende muy bien por qué cautivó tanto a la joven Carmen. Todo se remonta a cuando la madre de la mística tuvo una revelación: debía transformar la casa familiar en un convento, e ingresar en él como religiosa, tanto ella como sus dos hijas. Mientras, el padre y los dos hijos debían hacerse franciscanos.
María Jesús tomó el hábito a los dieciséis años, junto con su madre y su hermana. En 1627, con 25 años, fue nombrada abadesa del convento fundado por sus padres. Poseedora del don de bilocación, franciscanos e indígenas aseguraban que "la dama azul de los llanos" se aparecía y predicaba por aquellas tierras del Nuevo Mundo.
En una capilla de Tudela
Cuarenta kilómetros después llego a Tudela (Navarra), mi última etapa. Una carretera plagada de rotondas, fábricas... y un campus universitario, me sugiere que estoy en una ciudad importante. Saco "mi guía", y leo: "En Tudela convivieron cristianos, musulmanes y judíos. En su judería vivieron dos importantes autores del medievo: Yehudah Ha Levi y Benjamín de Tudela, famoso por su Libro de viajes, donde narró su periplo hasta Jerusalén".
¿Periplo hasta Jerusalén? Me llama mucho la atención esta frase. Porque, Carmen Hernández recorrió Tierra Santa durante los años 1963 y 1964... y, quién sabe, si su pasión por las raíces judías del cristianismo, que tanto estudió en vida y propuso revitalizar, se remontaban a esta herencia medieval de las calles de Tudela.
En esta localidad, además, nacería el gran rey navarro, vencedor de las Navas de Tolosa, Sancho VII "el fuerte". Batalla en la que "se rompieron las cadenas con las que los musulmanes ataban a los prisioneros cristianos". Cadenas que hoy son el emblema del escudo de Navarra y que forman parte del escudo de España.
¿Cadenas que aprisionaban a los cristianos? ¡Están rotas mis ataduras, pagadas mis deudas... me voy a todas partes!, me digo... haciendo referencia al poema de La cosecha, del Nobel indio Rabindranath Tagore, por el que Carmen sentía fascinación y que se ha convertido en un canto muy apreciado por los miembros del Camino Neocatecumenal.
Cargado con "mi guía" recorro las callejuelas de Tudela. Busco la plaza de San Francisco, cercana a la judería... allí estaba la casa de Carmen cuando era niña. Pisando vieiras del Camino de Santiago, llego hasta mi destino. Una gran mole de ladrillo, que parece abandonada, fue el convento de los frailes franciscanos. Tirando de imaginación, discurro dónde podría quedar el hogar familiar.
A unos 200 metros de allí, siguiendo posiblemente el mismo trayecto que hacía Carmen cuando era pequeña, llego a la catedral de Tudela. Abro el libro y leo: "Solía cruzar a través de la Catedral de Santa María, porque le quedaba a mitad de camino entre su casa y el colegio de las monjas. Ella rezaba a diario arrodillada en la capilla del Espíritu Santo delante del Santísimo. Accedía por la puerta Sur, también llamada 'del Portal' o 'de la Virgen', y abandonaba el templo por 'la puerta del Juicio', que es el pórtico principal".
Es la una y pico de la tarde y la catedral, que funciona como museo, está a punto de cerrar. Me doy prisa, compro las entradas y atravieso un bello claustro románico. Al final de un pasillo, abro una puerta y quedo fascinado con la magnitud del templo. Es Monumento Nacional y, según el libro, "el mejor legado artístico de la ciudad". A un lado, la capilla de Santa Ana; en el centro, el coro; y, al otro, la capilla del Espíritu Santo, a donde quería yo llegar.
"La capilla se caracteriza por la rica y profusa decoración de yeserías. Era común entre las parejas casaderas de la época contraer matrimonio allí. En esta capilla, sitúa Carmen la primera vez que sintió la llamada de la misión. Según ella, un día, cuando tenía diez años, le invadió la Gracia de Dios al escuchar el Evangelio de 'la pesca milagrosa'...", alcanzo a leer en mi "guía". ¡Lo que llegaría a influir en la Iglesia... un momento tan breve!
Carmen, camino del colegio, rezaba en la capilla del Espíritu Santo delante del Santísimo.
El viaje a los orígenes vitales y espirituales de Carmen Hernández, iniciadora del Camino Neocatecumenal, va llegando a su fin, pero aún falta una última parada. La encargada del museo-catedral pregunta en alto si queda alguien en el templo, así que me doy prisa por abandonarlo. Callejeo unos cientos de metros y doy con el colegio de la Compañía de María, donde estudió Carmen. Justo en frente están los jesuitas, donde lo hicieron sus hermanos.
Abro mi libro por última vez y leo: "Con las monjas cursó la primaria y el bachiller elemental, estuvo desde los 5 a los 14 años. En este colegio Carmen iba a conocer muy bien la espiritualidad de San Ignacio de Loyola y de San Francisco Javier. Por allí pasaban misioneros de la India, Japón, América… que les hablaban de las misiones". Una estrecha calle de Tudela fue suficiente... para forjar el impresionante anhelo misionero de esta mujer.
De Tudela, la familia se marchó a vivir a Madrid. Allí, la Sierva de Dios terminaría el colegio e intentaría una y otra vez ser misionera, en contra de la voluntad de su padre, que la había preparado para trabajar en los negocios familiares. Carmen hizo la carrera de Químicas, siendo una brillante estudiante, inteligente, franca, con mucha personalidad y una sincera modestia.
Cuando cumplió los 21, Carmen se escapó de casa y viajó a Javier (Navarra). Allí ingresaría, tiempo después, en las Misioneras de Cristo Jesús. Orden en la que permaneció varios años, pasando por Valencia, Londres y Barcelona. En 1962 salió de la orden y peregrinó a Tierra Santa. Al regresar, conoció a Kiko Argüello, y aunque tenía el deseo de viajar a Bolivia como misionera, la providencia le tenía reservada otra labor: iniciar el Camino Neocatecumenal.
Deshago un poco mi camino y desemboco en la majestuosa Plaza de los Fueros. El centro neurálgico de la vida tudelana y por el que Carmen, estoy seguro, pasaría infinidad de veces en su infancia. Me siento en la terraza del bar La Plaza y pido un bocadillo de jamón serrano. Observo las fachadas llenas de escudos de armas... y guardo, definitivamente, mi libro en la mochila.
Este próximo verano pasarán por Ólvega, Ágreda y Tudela -la cuna de Carmen Hernández-, miles de hermanos del Camino Neocatecumenal, rumbo a la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa 2023. Un momento especial para conocer mejor la vida de esta gran Sierva de Dios, que esperemos, pronto, sea beata y, por qué no, también santa.
Oración privada para la intercesión de la Sierva de Dios Carmen Hernández:
Oh Dios,
que eligiendo a Carmen Hernández
como coiniciadora del Camino Neocatecumenal,
le concediste un gran amor a Cristo Jesús y a la Iglesia,
a las Sagradas Escrituras y a la oración litúrgica,
celo ardiente por el anuncio itinerante del Evangelio
y la fidelidad a ti en la prueba de la cruz;
concédeme, por su intercesión,
ser fiel al bautismo que he recibido
y, si es tu voluntad, la gracia que te pido.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro. Avemaría. Gloria.