Durante estas navidades Juan Muñoz, uno de los componentes del duo cómico Cruz y Raya, se despachó con unas declaraciones muy hirientes hacia su compañero José Mota. Muchos medios se hicieron eco, con cierto regodeo. Que las relaciones humanas se rompan hace ya tiempo que se convirtió en carnaza informativa digna de festejo.
Sin embargo, días después, Juan pidió público perdón. Reconoció que le pillaron en un mal día y que su antiguo colega no merecía aquel ataque. Me he sentido identificado y agradecido con ese gesto. Hace años yo también pagué una frustración personal atacando a un amigo. Porque la frustración no puede permanecer mucho tiempo en el interior del alma y pugna por salir en forma de odio.
Yo tuve entonces la suerte de ser perdonado. Pedí perdón y fui perdonado. No me olvido. Lo que habría sido perder a un amigo se transformó en recuperarlo en dimensión nueva y más hermosa. Perdonar y pedir perdón no es sólo “restaurarnos”, sino “aquilatarnos y enriquecernos”.
Mi buen amigo y filósofo Mariano Crespo -talaverano como yo- escribió hace años un libro sobre “el perdón” (“fenómeno de aceptación de la propia culpa y de esperanza de una gracia que se me concederá”). En esa obra resume las condiciones del perdonar respecto de quien perdona: libertad, reconocimiento de que el ofensor es una persona, volver a ser consciente de la propia dignidad que la ofensa parecía haber ocultado, la comprensión del mal infligido, el reconocimiento y superación de los sentimientos negativos y la restauración de la relación con el ofensor.
Uno de los números más célebres de Cruz y Raya.
Pero no interesa recordar estas positivas cualidades. Rencor y venganza tienen mejor prensa. Las familias que se rompen dan más audiencia (ya sean Pantojas o Borbones) y las parejas dan un espectáculo más rentable cuando se tiran los trastos. No ceder. No arrepentirse.
Gracias, Juan Muñoz, por ser tan valiente. Hay que serlo mucho para reconocer el error. Y, por otra parte, leo con alegría que José Mota ha tenido un gesto propio de su indudable categoría, aceptando las disculpas y haciendo pública su reconciliación. Me quito el sombrero. Ambos nos han hecho reír muchas veces a dúo. Ahora también nos hacen sentir más felices viendo cómo se comportan dos buenas personas.
Ignacio Monar García es profesor de instituto de Filosofía, laico agustino en la Fraternidad del Monasterio de la Conversión y miembro de escritores.red
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