“Era un resbalón evitable”, decimos en ocasiones, tanto más si el resbalón es público y notorio, con especial mención en la política, que viene a ser la gestión de la convención en materias opinables de lo que todos debemos cumplir para optimizar nuestra convivencia. Suelen ser casos muy tristes, y especialmente graves si el momento social y político es tan convulso a nivel mundial como el actual. Por lo tanto, de un político se espera mayor integridad, no solo por coherencia con su vocación, sino porque, en respuesta a esa vocación, nos representa a todos, y porque en teoría representa la ley misma (y por tanto, debe cumplirla).
En los casos de escándalo debe señalarse, claro está, y pagar del modo conveniente, pero no es de recibo ensañarse con violencia aunque sea verbal contra el infractor para quitarle los dientes. ¿Cuántos entre los que señalan y se rasgan las vestiduras habrán hecho o defienden algo a todas luces peor? (Me viene a la cabeza el aborto, claro está, que es el asesinato del más indefenso). No juzguemos, y no seremos juzgados (Cfr. Mt 7,1); descalifiquemos el hecho, no la persona. “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”, sentenció Jesucristo en el episodio de la adúltera (Jn 8,7). Todos somos pecadores, unos más y otros menos, pero todos. “Esta civilización global se pasó de rosca en el culto que ha hecho al dios dinero”, denunció el Papa en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro.
En esos casos, la rosca oprime al infractor, tanto más desde las butacas de la política, puesto que desde ahí se quiere evitar la criminalización de toda una clase dirigente que debe rendir cuentas públicamente; pero sobrepasarse es una tentación demasiado usada y en la que se cae mucho, solo por intentar ganar unos votos...
Es lícito investigar para delimitar la infracción si pensábamos que alguien era íntegro y descubrimos su pastel. Quizás lo sea en otras cosas (debemos decir “quizás”, pues ya hemos comprobado que no tanto). Es posible que a partir de entonces maticemos a esa persona. A pesar de todo, las cosas, como son. Que busquemos el punto medio. Que lo encontremos. Por justicia. Por amor a la verdad. Y no caigamos en el error de tantos... ni en el del infractor.