Cada 8 de marzo los medios de comunicación nos recuerdan que la mujer debe ir incorporándose a todo tipo de trabajos, aunque no cabe duda de que se pone un énfasis especial en aquellos que están bien valorados. En la misma línea va la consigna de ocupar puestos de responsabilidad y lugares en los comités de empresa.
Volvamos ahora nuestra mirada hacia la mujer más importante de la historia, la Virgen María. Porque, seamos o no creyentes, no cabe duda de que ha sido la mayor influencer que haya existido nunca. Infinidad de iglesias llevan su nombre, innumerables cuadros y esculturas recogen su figura, por no hablar de la literatura; hasta el Corán contiene diversos pasajes sobre ella.
¿Cuál fue el trabajo de la Virgen? Pues básicamente cuidar a Jesús. Es decir, desempeñó una labor de madre, de educadora, de ama de casa; un perfil muy contra corriente con respecto a lo que se valora hoy. En el fondo, María es famosa por la persona a la que acompañó. Si no fuera por Jesús, nadie la recordaría. San José también es célebre por acompañar, en su caso, a María y a Jesús, y por su labor como carpintero, una profesión humilde con la que alimentaba a su familia y ayudaba a la gente del pueblo de Nazaret. En definitiva, ambos esposos se caracterizaron por una actitud de servicio, la misma que tuvo María cuando quedó embarazada, y salió de su casa para asistir a su prima Santa Isabel, que se encontraba en las últimas semanas de embarazo.
Así, a través de estos ejemplos, la tradición cristiana nos muestra que el trabajo es servicio. No quiero decir que sea malo poseer anhelos, pero, cuando en una sociedad se ensalzan ciertas profesiones, se puede generar frustración entre quienes no las consiguen y provocar que se aprecien menos otros trabajos que al fin y al cabo poseen la misma dignidad.
También se suele relegar a un segundo plano la maternidad, que precisamente constituyó el eje central de la vida de María. No hay más que echar un vistazo a las desoladoras cifras de natalidad de nuestro país, donde el número de hijos por mujer es inferior al 1,2. Nuestros políticos lo solucionan diciendo que traerán inmigrantes. Pero eso es como el que tiene un huerto que se le ha dañado y se consuela con que comprará la fruta en el supermercado. ¿No resulta más ecológico y sostenible apoyar el producto autóctono? Un buen ejemplo es Hungría, donde las políticas profamilia han permitido que los matrimonios aumenten desde 2010 en un 89%, mientras que el número de hijos por mujer ha pasado de un 1,25 a un 1,55, sin que eso vaya en detrimento de la incorporación de la mujer al trabajo, que en paralelo ha seguido aumentando de forma imparable.
Por otro lado, la tradición cristiana todavía va más lejos del trabajo como servicio hacia los demás. Al mismo tiempo se pueden ofrecer nuestras labores a Dios y así santificarnos, es decir, prepararnos y purificarnos de cara a poder alcanzar, con la ayuda de Dios, la vida eterna.
Terminaré estas líneas felicitando a todas las mujeres en este día, porque todas las mujeres (también los hombres) son trabajadoras en cuanto que realizan un servicio a los demás, como María.