El 11 de marzo se conmemoró el Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo, en recuerdo del atentado de Atocha y de las demás víctimas de los terroristas.
No creo pueda ser objeto de mucha discusión que cuando a alguien le pegan un tiro en la nuca o pone su coche en marcha y le estalla una bomba se trata de crímenes cometidos por unos desalmados terroristas.
La Iglesia española ha condenado repetidamente el terrorismo. Desgraciadamente muchas de estas condenas han sido silenciadas por los medios de comunicación social que, sin embargo no hacían lo mismo con las desafortunadísimas expresiones y actitudes de monseñor José María Setién (1928-2018), antiguo obispo de San Sebastián. Las condenas de los obispos españoles están recogidas en muy grueso volumen de la editorial BAC, pero desgraciadamente no llegaron al gran público y así el mejor documento sobre el tema de la Conferencia Episcopal, la Instrucción Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias de 2002, me consta que sólo fue conocida por la presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), doña Ángeles Pedraza, en 2013.
Leemos en ese documento: "Lo que es necesario aclarar es que nunca puede existir razón moral alguna para el terrorismo. Quien, rechazando la actuación terrorista, quisiera servirse del fenómeno del terrorismo para sus intereses políticos cometería una gravísima inmoralidad" (nº 14); "No se puede ser neutral ante el terrorismo. Querer serlo resulta un modo de aceptación del mismo y un escándalo público” (nº 15). Es decir, incluso la neutralidad es ya inmoral.
Por cierto, fue también en 2013 cuando acompañé como sacerdote a dos autobuses de víctimas del terrorismo para rezar un responso en diversas poblaciones vascongadas donde se habían producido asesinatos. En Eibar una serie de adolescentes nos hicieron un recibimiento particularmente hostil. Menos mal que la Policía vasca supo portarse, pero me quedó la pena de ver cómo se siembra odio entre los chavales, en vez de educarles a ser personas de provecho.
Entre los obispos, don Fernando Sebastián escribió: “Quienes colaboran directa o indirectamente con el terrorismo faltan gravemente a la Ley de Dios y al mandamiento supremo del amor al prójimo, y al defender este comportamiento se colocan claramente fuera de la comunión cristiana y católica”.
Y podríamos seguir citando multitud de documentos, porque en los años de plomo de ETA, el mayor número de documentos de nuestros obispos hacían referencia al terrorismo.
Desgraciadamente, en España tenemos un Gobierno carente absolutamente de principios morales. A Pedro Sánchez tan solo le interesa seguir en el Gobierno y si para ello tiene que aliarse con separatistas, golpistas y etarras, pues no le hace ascos. Les interesa más los votos de los cinco diputados de Bildu que las víctimas del terrorismo.
No nos extraña que éstas, en su manifiesto de este año, digan: “Ahora tenemos que soportar a un Gobierno que nos engaña, con un presidente que cuando tenemos suerte nos ignora. Porque, cuando no, se dedica a pactar y a codearse con los que apoyan a los asesinos de nuestros muertos… Nos engañaron. Nos engañaron y no son capaces de dar la cara… El fin del terrorismo nunca puede ser sinónimo de impunidad. Las víctimas del terrorismo merecemos una justicia efectiva”.
Europa ha declarado que los crímenes de ETA son delitos de lesa humanidad y por tanto no prescriben, pero los miembros del comando Madrid, con ochenta asesinatos, están en la calle. Creo que todo esto explica perfectamente que la AVT haya convocado una manifestación de protesta en Madrid para el 26 de marzo bajo el lema No todo vale. Gobierno traidor. Justicia para las víctimas del terrorismo.