Ross Douthat, columnista y editorialista del New York Times, es una de las voces más respetadas del catolicismo norteamericano. Hace sólo unos días, con motivo del 60 aniversario del comienzo del Vaticano II, ha publicado un lúcido y ponderado análisis, y a la vez balance, de lo que el Concilio ha significado para la Iglesia y los fieles. Para Douthat, el Concilio era necesario, pero no puede ocultarse que, tras décadas de resultados negativos en medio de una crisis general de fe que ha hundido la práctica religiosa y las vocaciones en todo Occidente, ha sido un fracaso. La tercera gran conclusión sería que el Concilio no se puede deshacer, pues "no hay un camino sencillo de vuelta". Y ello, en parte, porque la autoridad en la Iglesia ha sido destruida por la velocidad y la escala en que se llevaron a cabo reformas que han acabado "quebrando la lealtad católica y acelerando el declive de la Iglesia". En esencia, ¿cómo seguir confiando en una autoridad que "de repente se declaraba equivocada en tantos y tan diferentes aspectos"?
No lo dice Douthat, pero un aspecto elocuente de la debilidad católica en estas décadas ha sido la porosidad ante ideologías ajenas a la cosmovisión cristiana que han conseguido seducir a innumerables creyentes, laicos, clérigos e incluso altas jerarquías: el modernismo, etiqueta eclesiástica del liberalismo, el marxismo y ahora, con impacto creciente, las que se agrupan en la corrección política, desde la de género a una versión naif y catastrofista del ecologismo, entre otras.
Es sintomático que la respuesta a estos y otros desafíos vengan hoy más de instancias laicales que de los pastores, a menudo paralizados por el choque entre sus convicciones y lo que continuamente llega de más arriba. Una buena prueba, en España, de que no todo el catolicismo es magma y confusión, son los congresos Católicos y Vida Pública que cada noviembre organizan en Madrid la ACdP y el CEU. El de este año, que hace el respetable número de 24, titulado Proponemos la fe; transmitimos un legado, se plantea como una alternativa global a la corrección política y la cultura de la cancelación. Toda una declaración de intenciones sobre el único camino posible para una restauración que no puede ignorar, como Douthat afirma, que "se empieza por donde se está. Las líneas de curación discurren por las líneas de fractura, las heridas permanecen después de la resurrección…".
Publicado en Diario de Sevilla.