En 2021 se cumplió un siglo del nacimiento de Thomas Molnar, notable pensador húngaro que dejó una prolífica obra destinada a "leer dentro" de los tiempos actuales. Lo que sigue es un sencillo homenaje al gran filósofo católico.
En apretada síntesis diremos que Thomas Molnar (Molnár Tamás) nació en Oradea, ciudad húngara que pasó a manos rumanas luego de la Gran Guerra. Fue por lo tanto húngaro de cuna y cultura. Durante la Segunda Guerra, tras un tiempo en Bélgica, cayó prisionero de los alemanes y fue enviado al campo de concentración de Dachau. Luego de su liberación intentó retornar a su patria pero ésta ya estaba en manos de los bolcheviques, que la usurparían por largas décadas a pesar de la resistencia de la Iglesia con el cardenal Mindszenty a la cabeza. Por eso, luego de un breve paso académico en Lovaina, partió hacia Norteamérica.
En los "States" estudió en la Universidad de Columbia, donde defendió su tesis doctoral sobre Georges Bernanos y más tarde ingresó a la Universidad Estatal de Nueva York, de la que sería catedrático por muchos años. Aunque viajó a Europa periódicamente, recién en 1989, con la caída del Muro, retornó a su patria, donde pudo dictar cátedra y ser reconocido por el Estado y la Iglesia.
Publicó unos cuarenta libros, además de cientos de estudios, entre los cuales mencionamos sólo un puñado: Bernanos (1960), La decadencia del intelectual (1961), El utopismo. La herejía perenne (1967), Contrarrevolución (1969), Animal político (1973), La izquierda, enemiga de toda autoridad (1977), El modelo desfigurado (1978), La tentación pagana (1987), La Iglesia, peregrina de los siglos (publicado aquí por Gladius en 1990).
Su influencia intelectual se extendió no sólo en los ámbitos del tradicionalismo norteamericano, francés y centroeuropeo sino también en España, donde mantuvo contacto estrecho con Alfredo Sánchez Bella (diplomático que fuera ministro de Franco) y con el círculo de la revista Verbo. En nuestro país se lo leyó y siguió mucho e incluso en los 60 sus libros eran editados por Eudeba. Era otra Argentina.
Miguel Ayuso, que lo conoció bien, dice que la obra de Molnar se sitúa a mitad de camino entre el ensayo filosófico y la interpretación histórica, merced a lo cual abordó cabalmente temas teológicos, filosóficos, sociológicos, artísticos, literarios y un largo etcétera. Crítico acerbo del comunismo, asevera Ayuso que nunca se "americanizó" pues fue igualmente fustigador con el puritanismo inficionado de progresía de las elites norteamericanas.
Huelga decir que la obra de Molnar padece la negación u ocultamiento de rigor destinado a los autores "reaccionarios", si se nos permite un término del índex progre de las palabras vedadas. No podía ser de otra manera. Lo anómalo o estrambótico sería que el Foro Económico Mundial avale sus estudios sobre la "hegemonía liberal"; que Bruselas siga sus dictados sobre la cristiandad europea o, aún más inimaginable, que sus sesudas invectivas contra el "globalismo" sean carne de discurso de los Fauci de este mundo. No vale la queja: el establishment lo niega y está muy bien que así sea.
Los grandes temas
No podemos explayarnos sobre una obra tan vasta y profunda pero sí espigar algunos de sus tópicos, a sabiendas de una notable paradoja: la mayoría son temas actuales tratados por un autor que, como quería Chesterton, tuvo el coraje de ser inactual.
Molnar estudió el Nuevo Orden Mundial impuesto tras la Segunda Guerra Mundial a partir de los proyectos utópicos anhelados por ideólogos de cuño diverso pero cuyo núcleo común es la pretensión de reemplazar la cultura occidental -raigalmente cristiana- por un nuevo "sistema de ideas". En obras como La decadencia de los intelectuales (1961) y El utopismo. La herejía perenne (1967), explicó el establecimiento de ese orden de talante mesiánico -es decir, pretendidamente "salvador"- que conlleva el endiosamiento del Hombre para el control de los hombres "desde el útero al sepulcro", como acertadamente dijo León Bloy.
En su libro El modelo desfigurado (1978), incisivo estudio sobre la cultura y la política norteamericanas, demuestra hasta qué punto las burguesías progresistas de nuestros países recibieron el influjo ideológico del coloso del norte. En efecto, más allá del Mayo francés, las izquierdas de aquí y de allá no han hecho más que una mímesis simiesca de lo suscitado en Berkeley, Columbia o Harvard, pues fue precisamente en el "ambiente radical de los centros universitarios estadounidenses" donde se originó toda la bagatela ideológica importada a nuestras naciones.
Thomas Molnar (izquierda de la foto) y Russell Kirk, otro ilustre conservador católico norteamericano, con sus esposas, en Nueva York en 1965.
Dice Molnar que "liberación de las mujeres, homosexualidad pregonada y oficializada, aborto a petición, educación sexual, pornografía legitimada, fueron ante todo intentos norteamericanos por deshacerse de su puritanismo". En el mismo sentido, en otro texto explica que el concepto de lo "políticamente correcto" ("political correctness"), con secuelas como la llamada "cultura de la cancelación", se inició en la Universidad de Stanford y no justamente en la Sorbona.
Por supuesto, Molnar no niega ni desestima las estrategias del comunismo y sus tácticas de "batalla cultural", pero afirma que el nido revolucionario más duro provino de los Estados Unidos, en un proceso que terminó por afectar "a la misma naturaleza de las relaciones sociales: en la familia, en la escuela, en la religión, en las leyes". En ese marco se comprende su análisis sobre la "hegemonía liberal", no ya como ideología contrapuesta al marxismo, sino en convergencia con él.
Lo cierto es que en sus libros el pensador húngaro dejó esbozada nuestra actualidad: la pretensión mesiánica de un Estado Mundial y sus elites de "elegidos", el eclipse de las soberanías patrias merced a un internacionalismo salvaje, la negación del orden natural a través de la ingeniería social, la demolición de los estamentos de la comunidad política (sustantivamente con la familia como "blanco"), las democracias totalitarias y el constitucionalismo a contrapelo de la cultura, la perversión del lenguaje y la "guerra semántica", los orígenes del transhumanismo. Y todo bajo la urdimbre de una siempre pregonada "nueva normalidad".
En efecto, al hablar del Terror inoculado mediante la armas nucleares durante la Guerra Fría, explicaba Molnar que quienes tenían (y tienen, añadimos) el poder de "apretar el botón", impusieron un significativo "reseteo": "En nuestros días -dice en El utopismo...- el hecho portentoso es la bomba nuclear, que crea una especie de inseguridad colectiva y a la que se atribuye haber originado un cambio total en el destino de la humanidad, pues ya no es posible clasificarla como 'suceso único', sino que se trata de un estado permanente dentro del cual tenemos que vivir de ahora en adelante (...) ya se oyen voces pregonando que, dado que vivimos 'a la sombra de la Bomba', se deben reconsiderar nuestros principios morales tradicionales". Reemplace el lector la palabra "Bomba" por "Pandemia" o "Cambio Climático" y verá que el déjà vu que sufre no es mera sugestión.
Como católico atento a la vida espiritual, Molnar escribió La Iglesia, peregrina de los siglos, donde describe las consecuencias del Vaticano II, que "abrió las ventanas para permitir la entrada del aire fresco de la Modernidad", como afirma con sorna indisimulable. Allí señala que cada vez que la Iglesia ha abandonado "su firme control en materias tales como doctrina, sacramentos, tradición y magisterio y, al mismo tiempo, se la ha visto dudando, insegura de su conducta y laxa en autoridad" su papel en el mundo ha quedado en manos de la agenda de la sociedad civil.
Es decir, que la "oferta a la Iglesia no pasa de ser una suerte de agencia social internacional", ajena por tanto a su misión respecto de la salvación de los hombres. El pluralismo eclesial, de "mentes abiertas", dice Molnar, es un auténtico escándalo que acrece cada vez que "un sacerdote se rehúsa a bautizar, a celebrar un casamiento, a dar la extremaunción, o distorsiona la Misa o expresa desagrado ante la ortodoxia de los feligreses".
Hombre de fe
Este incompleto e imperfecto panorama pretende ser ante todo un homenaje a un escritor casi olvidado (a pesar de que falleció hace poco más de una década) pero también una invitación a leerlo, con la certeza de que su agudo pensamiento contribuye a explicar estos confusos tiempos, en los que andamos "zarandeados como el trigo".
Puede ser muy útil subirse a sus hombros para avizorar un horizonte claro y trascendente, lejos de las metas del mesianismo ideológico -de cuño globalista, utópico, pseudocientífico e incluso, ahora, farmacéutico- que se nos imponen por estos días. Porque Molnar, que supo leer admirablemente "dentro de las cosas", fue ante todo un hombre de fe y como tal vislumbró que el Futuro verdadero no es de aquí abajo. Entendió que los proyectos de los Señores del Mundo deben verse a la luz del Salmo II: "Se han levantado los reyes de la tierra/ Y a una se confabulan los príncipes/ Contra Yahvé y contra su Ungido (...) El que habita en los cielos ríe, / El Señor se burla de ellos/ A su tiempo les hablará en su ira/ Y en su indignación los aterrará".
Publicado en La Prensa.