“Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma. La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial; mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar «la dulce y confortadora alegría de evangelizar».” Francisco, Carta a la 105ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, 25 de marzo de 2013.
Parece ser que ahora estamos descubriendo una nueva terminología dentro de nuestra Iglesia. Hablamos de nueva evangelización, apostolado seglar, propagandismo… como si estuviéramos descubriendo o inventando algo nuevo tras el Concilio Vaticano II, concilio en proceso de instauración dentro de nuestra Iglesia y punto de trabajo para que, como el Papa nos dice, no se enferme dentro de sí misma.
Y para no caer en un apolillamiento destructivo de nuestra Iglesia, hemos de trabajar por el "sí", y hacia fuera. Al igual que Jesús, debemos ir predicando, no solo donde ya estamos, sino fuera de nuestros templos y dentro de nuestra sociedad. Dios está en todas partes, como nos decía Santa Teresa: "A Dios se le encuentra hasta en los pucheros”. ¿Por qué no entre cualquier persona?
Hoy, en pleno siglo XXI, nuestra Iglesia católica, por decisión del Santo Padre, está realizando un sínodo. Y ello ¿a qué se debe? Todo ello es debido a una profunda reflexión que tanto el Santo Padre como muchas otras personas han realizado profundamente y con gran valentía, sacando como conclusión importante que hoy en día, tanto nuestra Iglesia como los cristianos y laicos que la formamos, realizamos una pastoral de mantenimiento que no nos lleva hacia un futuro claro.
Podemos preguntarnos ¿qué queremos decir con una pastoral de mantenimiento? Pues nada mas sencillo: los cristianos, laicos o consagrados, nos hemos acomodado a mantener aquello que tenemos dentro de nuestra Iglesia (movimientos, asociaciones, cofradías, etc.) sin realizar una pastoral enfocada hacia la renovación y atracción de nuevos cristianos. Envejecemos no solamente en edad, que se ve claramente, sino en el enfoque misionero de cada uno de nosotros, cayendo en el cumplo y el miento, conocido entre nosotros como el cumplimiento. Vivimos en un pasado glorioso, con un presente incierto y hacia un futuro que no existe. Nos hemos acostumbrado a ser evangelizadores, pero no aceptamos ser evangelizados.
Cristo nos envió por el mundo a proclamar su evangelio, independientemente de ser laicos, religiosos, sacerdotes… Nuestra Iglesia necesita cristianos que dejen su tibieza, trabajando para que quien busca a Dios se acerque a Él por medio de la Iglesia, Iglesia que somos todos.
Necesitamos introducir en nuestra maleta cuatro instrumentos imprescindibles para poder realizar una evangelización: una silla, una medalla, una brújula y un GPS.
Una silla con cuatro patas que la sostienen, sin las cuales una comunidad eclesial no puede sostenerse: la comunidad, el anuncio, la celebración y el compromiso.
Una medalla con dos caras plenamente diferenciadas: el rey, Jesucristo, y su reino.
Una brújula con un norte, que es Cristo; un sur, la Iglesia; un este, María; y un oeste, el amor. Todos estos puntos han de estar muy definidos, pues de ello depende el siguiente elemento de nuestra maleta evangelizadora.
Un GPS para definir la ruta a seguir y dejarnos llevar y conducir hacia la meta. En nuestra vida puede haber muchos GPS: por ejemplo, nuestra propia iglesia.
Pero una maleta ha de tener movimiento y para ello hemos de iniciar la pastoral de la zapatilla, o mejor dicho, hemos de ir por el mundo predicando el evangelio. No podemos quedarnos inactivos esperando que aquí me las traigan todas, hemos de movilizarnos en todos los ambientes que nos rodean, definiendo en ellos una identidad y una misión evangelizadora.
Al igual que en la parábola de los talentos, hemos de explotar nuestros talentos hacia un futuro lleno de productividad. Echémonos al bolsillo un pastillero repleto de pastillas de humor, amor y paciencia. Para ir siempre, constantes y sin miedo, con una cara radiante de Dios.
Ignacio Segura Madico es vicepresidente de CECO (Ciegos Españoles Católicos Organizados).